Kindle Notes & Highlights
by
Stefan Klein
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February 12 - February 14, 2024
Nos comportamos como una persona que ha sanado y puede volver a andar pero echa de menos sus muletas. Seguimos sintiendo el tiempo como un tirano que nos domina desde fuera e ignoramos que su ritmo late en nosotros mismos.
la condición para lograr que el transcurso del día sea mejor es formularse las siguientes preguntas: ¿a qué hora me despierto si no suena el despertador? ¿Cuánto tiempo necesito para que mis sentidos estén a pleno rendimiento? ¿Qué tareas me resultan más fáciles por la mañana y cuáles por la tarde? ¿Existe un patrón recurrente que rija mi estado de ánimo a lo largo del día? ¿Qué sucede si entro a la oficina o salgo de ella una hora más tarde?
el sentido del movimiento y la sensación de tiempo están relacionados de manera indisociable. Si uno de los dos está dañado, lo normal es que el otro también se pierda.
Para el cerebro, el tiempo es movimiento.
un reloj de arena mide únicamente el tiempo que se le ha programado previamente. No nos dice qué hora es.
debemos nuestra sensación de tiempo a la interacción entre muchos circuitos del cerebro. No existe ningún reloj central en el organismo. Si quisiéramos escoger una imagen que cumpliera con estas características, todo el cerebro sería un reloj.
Vivimos el tiempo gracias a las comparaciones.
Para nosotros, la vivencia del tiempo siempre está unida a un acontecimiento, ya sea un movimiento o un recuerdo.
El tiempo puro no existe para nosotros. Solo vivimos el tiempo cuando sucede algo.
a diferencia del oído, la vista o el gusto, la sensación de tiempo no se corresponde con ningún sentido propio.
justo la conciencia de que el tiempo es volátil alarga el tiempo.
Hay que saborear cada instante que vivimos.
aquello que denominamos vida no es otra cosa que una amalgama de incontables momentos.
La vida pasa ante nosotros como una película compuesta por todas estas imágenes. Existen dos posibilidades: que por naturaleza el tiempo está cortado en pedazos o que sea nuestra percepción la que lo divide en trozos diminutos.
todo lo que sentimos se corresponde con la estimulación neuronal.
lo que ya es pasado para el oído todavía es futuro para la vista.
el ahora, tal como lo percibimos, es una ilusión.
Lo que denominamos «libre albedrío» solo sería una ilusión que la conciencia improvisa con posterioridad.
lo que dura el ahora depende de nuestra perspectiva.
el presente se ahoga en la banalidad.
Los cerebros no se originaron para que sus propietarios pudiesen percibir su entorno de la manera más consciente posible, sino como herramientas en la lucha por la supervivencia. De ahí que la atención consciente se fatigue en cuanto en nuestro entorno hay poca actividad: en el mundo exterior no hay informaciones nuevas cuyo procesamiento sea vital o ni tan siquiera útil. Por eso, la percepción se desactiva: hasta que no se produce un chasquido, relampaguea o como mínimo sucede algo sorprendente no volvemos totalmente a nosotros.
Así está programado el cerebro: antes de soportar un nivel de actividad demasiado bajo, prefiere ocuparse de lo absurdo.
Solo cuando, por un lado, nuestra percepción y nuestra razón funcionan a pleno rendimiento y, por el otro, nos da la impresión de que tenemos el control absoluto de los acontecimientos, somos capaces de concentrarnos plenamente y sin esfuerzo. El control automático de la atención se encarga de que permanezcamos en la percepción del presente, y obvia los pensamientos del pasado y del futuro.
el grado de presencia de una persona no depende de su voluntad consciente, sino más bien de su interés en su entorno.
si a la atención le fijamos un objetivo, se despierta sola. Por ello, si una persona despistada desarrolla interés por lo que sucede a su alrededor, puede aumentar su presencia interior.
quien entrena su percepción y aprende a recibir más del presente, notará de inmediato dos efectos secundarios: por un lado, la percepción del tiempo cambia. Cuantas más impresiones sensoriales registramos de cada momento, más rico y dilatado nos parece el tiempo en las retrospecciones. Una hora de animada conversación nos parece a posteriori infinitamente más larga que otra en la que, ausentes, hayamos estado soñando despiertos. Dándole más vida a nuestro tiempo, también le damos más tiempo a la vida; un concepto que está relacionado con las leyes de la memoria, que se abordan en los dos
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El cerebro es una máquina del tiempo.
es posible una vida en el presente permanente.
Las experiencias pasadas conforman nuestra personalidad; de algún modo somos tiempo devanado.
la memoria no puede ser una copia fotográfica de la realidad. Más bien se parece a un mapa de nuestra vida que incluye un par de anotaciones, pero que sobre todo está lleno de manchas blancas.
los recuerdos conforman la personalidad, como si el tiempo pasado cristalizara en la cabeza.
Cuando el cerebro descompone una experiencia para almacenarla en sus informaciones parciales, retiene lugares, colores, formas, sentimientos, sonidos, olores, gustos. Pero el tiempo no se codifica. Del mismo modo que no existe un reloj central en la cabeza, el cerebro no tiene un calendario.
los recuerdos no están simplemente allí; los creamos. Nos contamos de nuevo nuestra historia, comenzando una relación del pasado con el presente.
elegimos aquello que recordamos ajustándolo a nuestro estado de ánimo actual.
Más bien nos acordamos justo de las escenas más molestas, tristes y desagradables de nuestra vida porque estamos deprimidos, lo que obviamente provoca que nuestro humor empeore aún más. Este efecto se denomina congruencia con el estado de ánimo.
hasta cierto punto está en nuestras manos unir una vivencia recordada con un sentimiento nuevo. El tiempo cura las heridas, y podemos ayudarle a hacerlo.
el presente transforma el pasado.
los maestros de nuestros recuerdos somos nosotros mismos.
el entretenimiento electrónico reduce la vida.
Los últimos años transcurren más despacio para aquellos que están mentalmente activos.
cuanto más variados y ricos en impresiones sean los años, más extensos son.
no son los años pasados, sino únicamente las experiencias las que hacen que hombres y mujeres sean sabios.
El poco tiempo y un ritmo demasiado rápido impuesto desde fuera no son las raíces del problema. Lo son tres factores que nacen en nuestra propia vida interior: desconcentración, estrés y falta de motivación.
a menudo atiborramos nuestros días con obligaciones para que el tiempo no sea tan largo. Más o menos conscientemente no ansiamos que el tiempo abunde, sino que falte.
mirar la hora es tabú y además inútil, puesto que de todos modos el tiempo transcurre más lentamente de lo que piensa. Todavía le queda mucho.
la denominada multitarea es una de las maneras más efectivas de perder el tiempo. La capacidad de rendimiento disminuye dramáticamente incluso si solo intentamos llevar a cabo dos tareas simples a la vez.
La atención no puede estar dividida en dos actividades conscientes.
la dopamina modifica la manera en la que la materia gris trabaja en amplias zonas del lóbulo frontal: la atención se centra, la memoria es más receptiva. Además, sentimos alegría anticipada, a veces incluso deseo. Nos sentimos motivados para alcanzar un objetivo, superar obstáculos y aplazar otros propósitos. El autocontrol se nos endulza con buenos sentimientos.
podemos entrenar nuestra capacidad de concentración en las cosas y hacerlas de la forma más eficiente posible. Así, los éxitos llegan con sorprendente rapidez.
El primer paso es conocido: hay que hacer una lista de tareas pendientes.

