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Lo que el dinero no puede comprar: Los límites morales del mercado
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Hacer de cobaya humana con el fin de probar la seguridad de una nueva sustancia para una compañía farmacéutica: 7.500 dólares. Se puede cobrar más o menos, dependiendo de lo invasivo que pueda ser el procedimiento para probar el efecto de la sustancia y del malestar que pueda ocasionar.
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La era del triunfalismo del mercado ha tocado a su fin. La crisis financiera hizo más que poner en duda la capacidad de los mercados para repartir el riesgo de manera razonable. También extendió la sensación de que los mercados se han alejado de la moral y de que necesitamos algún modo de recuperarla.
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El cambio más funesto que se produjo durante las últimas tres décadas no fue un aumento de la codicia. Fue la expansión de los mercados, y de los mercados de valores, hacia esferas de la vida a las que no pertenecen.
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La intromisión de los mercados, y del pensamiento orientado a los mercados, en aspectos de la vida tradicionalmente regidos por normas no mercantiles es uno de los hechos más significativos de nuestro tiempo.
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Si la única ventaja de la abundancia fuese la posibilidad de comprar yates y coches deportivos o de disfrutar de vacaciones de lujo, las desigualdades en ingresos y en riqueza no importarían mucho. Pero cuando el dinero sirve para comprar más y más cosas —influencia política, cuidados médicos, una casa en una urbanización segura y no en un barrio donde la delincuencia campa a sus anchas, el acceso a colegios de élite y no a los que cargan con el fracaso escolar—, la distribución de ingresos y de riqueza cuenta cada vez más. Donde todas las cosas buenas se compran y se venden, tener dinero ...more
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hemos de decidir cómo valorar los bienes en cuestión —salud, educación, vida familiar, naturaleza, arte, deberes cívicos, etcétera—. Se trata de cuestiones políticas, no meramente económicas.
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Incluso Alan Greenspan, que como presidente de la Reserva Federal estadounidense había oficiado de sumo sacerdote de la fe en el triunfo del mercado, reconoció hallarse en «un horrorizado estado de incredulidad» y que su confianza en la capacidad de los libres mercados para autocorregirse había sido una equivocación.
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Si alguien está dispuesto a pagar por sexo o un riñón, y un adulto consiente en vendérselo, la única pregunta que el economista hace es: «¿Cuánto?». Los mercados no reprueban nada. No discriminan entre las preferencias admirables y las bajas. Cada parte del contrato decide qué valor darles a las cosas intercambiadas.
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Lo que hace al soborno censurable no es que sea coactivo, sino corruptor. La corrupción consiste en comprar y vender algo (un veredicto favorable o una influencia política, por ejemplo) que no puede estar en venta.
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Becker: «He llegado al convencimiento de que el enfoque económico es un enfoque comprehensivo que puede aplicarse a todo el comportamiento humano, al que involucra precios reales y al que juega con precios sombra, a las decisiones repetidas y a las infrecuentes, a las decisiones grandes y a las pequeñas, a los fines emocionales y a los maquinales, a las personas ricas y a las pobres, a los hombres y a las mujeres, a los adultos y a los niños, a las personas brillantes y a las estúpidas, a los pacientes y a los terapeutas, a los hombres de negocios y a los políticos, a los profesores y a los ...more
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Becker ilustra su tesis con un análisis económico del matrimonio y el divorcio: De acuerdo con el enfoque económico, una persona decide casarse cuando la utilidad esperada del matrimonio excede la esperada de la
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soltería o de la búsqueda adicional de una pareja más apropiada. De forma similar, una persona casada pone fin a su matrimonio cuando la utilidad anticipada de permanecer soltera o de casarse con otra excede la pérdida de utilidad de la separación, incluidas en ella las pérdidas causadas por la separación física de sus hijos, la división de los bienes, las costas legales, etcétera. Como son muchas las personas que buscan pareja, puede decirse que existe un mercado matrimonial.9
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Hay quienes piensan que esta óptica del cálculo priva al matrimonio de todo romanticismo. Aducen que el amor, el compromiso y las obligaciones son ideales que no pueden reducirse a términos monetarios. Insisten en que un buen matrimonio no tiene precio, en que es algo que el dinero no puede comprar. Para Becker, esta es una sombra de sentimentalismo que impide pensar con claridad. «Con un ingenio digno de admiración si le diesen un uso mejor», escribe, quienes se oponen al enfoque económico explican el comportamiento humano como un resultado turbio e impredecible de «la ignorancia y la ...more
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En 1990, el Congreso dispuso que los extranjeros que invirtieran 500.000 dólares en Estados Unidos podrían inmigrar con sus familias y permanecer en el país durante dos años, transcurridos los cuales podrían recibir una tarjeta verde permanente si la inversión creaba al menos diez puestos de trabajo. El plan de dinero por tarjeta verde fue el remate del sistema de evitación de colas, una vía rápida hacia la ciudadanía.
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Los impuestos progresivos también varían con los ingresos, y sin embargo no son multas; su finalidad es aumentar las rentas públicas, no penalizar las actividades que generan altos ingresos.
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Permitir a los países ricos comprar su exención de introducir cambios significativos en sus hábitos derrochadores refuerza una actitud negativa: la naturaleza es un vertedero para quienes pueden permitírselo.
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La palabra «incentivo» no aparece en los textos de Adam Smith, ni tampoco en los de otros economistas clásicos.62 De hecho, no entró a formar parte del discurso económico hasta el siglo XX, y no adquirió prominencia hasta las décadas de 1980 y 1990.
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los economistas les gustan los incentivos —escriben Levitt y Dubner—. Les encanta idearlos y aplicarlos, estudiarlos y jugar con ellos. El economista cree que el mundo aún no ha inventado un problema que no pueda solucionarlo si se le da libertad para diseñar el sistema adecuado de incentivos. Su solución puede que no siempre sea buena, puede que implique coacción o penalizaciones exorbitantes, o una vulneración de las libertades civiles, pero tendrá la seguridad de que hallará una solución al problema original. Un incentivo es un proyectil, una palanca, una llave: un objeto a menudo minúsculo ...more
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La teoría económica «sencillamente no trata de la moralidad», afirman Levitt y Dubner. «La moralidad representa el modo como nos gustaría que el mundo se comportara, y la ciencia económica representa el modo como realmente se comporta».
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La idea de que la economía es una ciencia que no hace valoraciones, que es independiente de toda filosofía moral y política, siempre ha sido cuestionable. Pero la jactanciosa ambición que hoy exhibe la ciencia económica hace que esta idea sea particularmente difícil de defender. Cuanto más extienden los mercados su alcance a esferas no económicas de la vida, tanto más se enredan en cuestiones morales.
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«Valoramos las cosas que recibimos como regalo un 20 por ciento menos por dólar gastado que las cosas que nos compramos nosotros mismos». Este 20 por ciento permite a Waldfogel estimar la «destrucción de valor» total ocasionada en todo el país por los regalos navideños: «Si en Estados Unidos nos gastamos 65.000 millones de dólares al año en regalos navideños, esto significa que damos 13.000 millones menos de satisfacción de la que obtendríamos si gastásemos el dinero de la forma normal: prudentemente nosotros mismos. Los estadounidenses celebran las Navidades con una orgía de destrucción de ...more
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La razón de que el acto de regalar no siempre sea un abandono irracional de la maximización eficiente de la utilidad es que los regalos no tienen que ver solo con la utilidad. Algunos regalos son expresión de relaciones que envuelven, desafían y reinterpretan nuestras identidades. Y ello porque la amistad es algo más que ser útil a los otros. Es también una forma de desarrollar nuestro carácter y nuestro conocimiento de nosotros mismos en compañía de otros. Como pensaba Aristóteles, en la buena amistad hay un fin formativo, educativo. Monetizar todas las formas de regalar entre amigos puede ...more
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Para Waldfogel, esta es una fuente de ineficiencia que deplora. ¿Cuál es, desde su punto de vista, el motivo de que la gente persista en un hábito que produce destrucción de valor? Es simplemente el hecho de que la gente considera el dinero un «regalo de mal gusto» que lleva asociado un estigma. Waldfogel no se pregunta si la gente
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«La única razón de que por Navidad se regalen tantos objetos en vez de dinero es el estigma de regalar dinero —escribe Waldfogel—. Si no existiera ese estigma, se regalaría dinero, y quienes lo reciben elegirían cosas que realmente quieren, con el resultado de la mayor satisfacción posible según la cantidad gastada».13 Stephen Dubner y Steven Levitt hacen un planteamiento similar: la resistencia a regalar dinero resulta, en la mayoría de la gente, de un «tabú social» que arruina «el sueño del economista» de un «intercambio admirablemente eficiente».
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señalan casos en los que las universidades han relajado sus normas de admisión con aspirantes poco sobresalientes cuyos padres no eran antiguos alumnos, pero sí adinerados y
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la educación superior no solo prepara a los estudiantes para ejercer profesiones remuneradas; también encarna ciertos ideales: la búsqueda de la verdad, el fomento de la excelencia académica y científica, el avance en la enseñanza y el aprendizaje humanos y el cultivo de los valores cívicos.
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Consideremos el caso de los riñones. Es indudable que el dinero puede comprar uno sin destruir su valor. ¿Pero es lícito comprar y vender riñones? Quienes dicen que no basan su objeción en dos motivos: argumentan que este mercado se aprovecha de los pobres, cuya decisión de vender un riñón puede no ser verdaderamente voluntaria (argumento de la justicia); o que este mercado fomenta un concepto degradante, cosificador, de la persona humana como conjunto de partes corporales de repuesto (argumento de la corrupción).
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O consideremos el caso de los niños. Es posible crear un mercado de bebés destinados a la adopción. ¿Pero es lícito?
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El viejo debate acerca de la prostitución ilustra esta diferencia. No son pocos quienes se oponen a la prostitución por la razón de que esta raras veces, si acaso alguna, es verdaderamente voluntaria. Argumentan que las mujeres que venden sus cuerpos para el sexo se ven normalmente forzadas a hacerlo a causa de la pobreza, la drogadicción o amenazas de violencia. Esta es una versión de la objeción referida a la justicia. Pero también hay quienes se oponen a la prostitución por la razón de que esta es degradante para las mujeres, se vean o no forzadas a ejercerla. Según este argumento, la ...more
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Pero la objeción de la justicia subraya que tales decisiones no son verdaderamente voluntarias. Las decisiones que se toman en el mercado no son libres si hay personas que viven en la pobreza extrema o no tienen posibilidad de negociar nada en términos justos. Así, para saber si una decisión del mercado es libre, hemos de preguntarnos qué desigualdades presentes en las condiciones sociales de fondo minan significativamente el consentimiento. ¿En qué punto las desigualdades en la capacidad negociadora coaccionan a los desfavorecidos y minan la justicia de los acuerdos que se toman?
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El razonamiento económico estándar supone que comercializar un bien —ponerle un precio de venta— no altera su carácter. Los intercambios mercantiles incrementan la eficiencia económica sin cambiar los bienes. Esta es la razón de que los economistas estén generalmente a favor del uso de incentivos económicos para propiciar conductas deseables; a la reventa de entradas para conciertos, acontecimientos deportivos y hasta misas papales que tienen un precio elevado; el empleo de cupos comercializables para repartir la contaminación, los refugiados y la procreación; regalar dinero en vez de objetos; ...more
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el efecto del precio resulta en ocasiones desbaratado por consideraciones morales, incluido el compromiso con el bien común. En muchas localidades, la disposición a aceptar los residuos radiactivos reflejaba su espíritu comunitario —un reconocimiento de que el país entero depende de la energía nuclear y de que los residuos radiactivos tienen que almacenarse en algún lugar—. Si resultaba que su comunidad era el lugar de almacenamiento más seguro, los vecinos estaban dispuestos a aceptar esa carga. En la oferta de dinero a los vecinos de la población para alterar su compromiso cívico vieron ...more
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Es un error suponer que los incentivos son aditivos. Al contrario, para los buenos ciudadanos de Suiza, la perspectiva de una compensación privada transformaba una cuestión cívica en una cuestión pecuniaria. La intromisión de normas mercantiles desplazaba su sentido del deber cívico.
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«Donde prevalece el espíritu comunitario —concluyen los autores del estudio—, recurrir a incentivos monetarios para
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La regulación impuesta de forma prepotente puede resultar aún más corrosiva del espíritu comunitario que los incentivos monetarios. Permitir a los habitantes de una localidad que estimen ellos mismos los riesgos, posibilitar que los ciudadanos tengan parte en la tarea de decidir qué lugares son los que mejor sirven al interés público, conceder a las comunidades receptoras el derecho a cerrar instalaciones peligrosas si fuera necesario, todas ellas son formas más seguras de ganar el respaldo público que simplemente intentar comprarlo.
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Una compensación monetaria a los vecinos por aceptar un nuevo carril o un vertedero cerca de su localidad puede considerarse un soborno para que consientan la degradación de la comunidad. Pero una nueva biblioteca, o una zona de recreo, o un colegio pagan el sacrificio cívico, por así decirlo, con la misma moneda, al fortalecer la comunidad y honrar su espíritu cívico.
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la diferencia entre motivaciones intrínsecas (como la convicción moral o el interés en la tarea que se está realizando) y motivaciones externas (como el dinero u otras recompensas tangibles). Cuando las personas se comprometen en una actividad que consideran intrínsecamente valiosa, ofrecerles dinero por ella puede debilitar su motivación al depreciar o «desplazar» su interés o compromiso intrínsecos.
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«Puede decirse que el “efecto desplazamiento” es una de las anomalías más importantes de la economía, pues sugiere lo opuesto a la “ley” económica más fundamental, según la cual la elevación de los incentivos monetarios aumenta la producción. Si el efecto desplazamiento continúa, la elevación de los incentivos reduce en vez de aumentar la producción».
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La generalización de la compraventa de sangre desmoraliza a quienes se habían acostumbrado a la práctica de donar sangre desinteresadamente.40 A Titmuss no solo le preocupaba el descenso del número de donaciones desinteresadas, sino también las implicaciones morales. Aparte de su efecto negativo en la cantidad y cualidad de la sangre, el declive de la donación desinteresada contribuía a empobrecer la vida moral y social. «Es probable que al declive del espíritu altruista en una esfera de actividad humana acompañen cambios similares en actitudes, motivos y relaciones dentro de otras esferas.»
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la idea de que la creación de un mercado de sangre no cambia el valor o el significado de esta. La sangre es la sangre, y servirá para salvar vidas tanto si es donada como si es vendida. Pero el bien de que aquí se trata no es solo la sangre, sino también el acto de donarla por puro altruismo.
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la posibilidad de que nuestra capacidad para el amor y la benevolencia no disminuye con el uso, sino que, por el contrario, aumenta con la práctica.
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Aristóteles enseña que la virtud es algo que cultivamos con la práctica: «Nos volvemos justos con los actos justos, mesurados con los actos mesurados, valerosos con los actos valerosos».
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Rousseau tenía una opinión similar. Cuanto más exige un país a sus ciudadanos, mayor es su devoción por él. «En una ciudad bien ordenada, cada hombre acude a las asambleas.» Bajo un mal gobierno, nadie participa en la vida pública,
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Rousseau, realmente. «Tan pronto como el servicio público deja de ser el asunto principal de los ciudadanos y estos se valen de su dinero en vez de sus personas, el Estado inicia su declive.»
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El altruismo, la generosidad, la solidaridad y el civismo no son como mercancías que disminuyen con el uso. Son como músculos que se desarrollan y fortalecen con el ejercicio. Uno de los defectos de una sociedad dirigida por el mercado es que hace que estas virtudes languidezcan. Para renovar nuestra vida pública necesitamos practicarlas con más energía.
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Walmart, que en los años noventa hizo seguros a unos 350.000 trabajadores, ofrecía un beneficio neto de 5.000 dólares a aquellos que estuvieran conformes con que los asegurara. La mayoría de los trabajadores aceptaban la oferta sin tener conocimiento de la enorme diferencia entre esos 5.000 dólares que su familia recibiría y los cientos de miles que la empresa obtendría por su fallecimiento.
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Generalmente consideramos el seguro y el juego como formas diferentes de responder al riesgo. Un seguro es una forma de atenuar un riesgo, mientras que un juego es una forma de tentarlo. El seguro se basa en la prudencia, y el juego en la especulación. Pero la línea entre ambas actividades siempre ha sido muy difusa.
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El seguro de vida no solo constituía un incentivo para el asesinato, sino que además ponía un precio de mercado a la vida humana. Durante siglos, el seguro de vida estuvo prohibido en la mayoría de los países europeos. «Una vida humana no puede ser objeto de comercio —escribió un magistrado francés en el siglo XVIII— y es vergonzoso que la muerte se convierta en fuente de especulación comercial.» Muchos países europeos no tuvieron compañías de seguros de vida hasta mediados del siglo XIX. Japón no tuvo su primera compañía hasta 1881. Carente de legitimidad moral, «el seguro de vida no se ...more