Trucos para escribir mejor
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Read between July 7 - December 21, 2019
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Nuestra mente necesita ubicarse en un tiempo determinado antes de expresar sus pensamientos. Pero es un inicio impreciso. Es mejor empezar con una fecha más concreta:
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Las primeras líneas deben ser las más atractivas. Si el cazador no engancha a su presa en esos segundos, el lector se le escapará.
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Suprimir el primer párrafo. Lee atentamente los dos siguientes párrafos: A y B. Es un texto que trata de los problemas de contaminación de Ciudad de México.
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Ahora, elimina el primer párrafo e imagina que el artículo empieza por el párrafo B. ¿Crees que hacía falta el primero para explicar el problema?   2. Intercambiar el segundo párrafo por el primero. Sin suprimir ninguno de los dos párrafos sobre México, ahora modifiquemos el orden: B y A. Ese cambio lo hace más atractivo:   B.
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Comenzar con un relato. ¿Por qué no comenzar con una historia personal?
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¿Por qué no empezar con una pregunta?
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Frases famosas. De pensadores, literatos, actores, del refranero... Tenemos un repertorio riquísimo de sentencias inteligentes que pueden enriquecer nuestro texto.
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La clave del primer párrafo es que concentre en una imagen la tesis general del artículo. Es decir, si vamos a hablar de la contaminación de Ciudad de México, lo más conveniente sería empezar con una descripción que reproduzca esa imagen. Y si vamos a hablar de un aneurisma, no debemos empezar con un deshumanizado diagnóstico sino hablando de una persona que sufre esa afección.
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Esta forma de escribir con verbos en lugar de sustantivos es más adecuada para afrontar las complejas exposiciones de la literatura científica, la cual ya de por sí se sumerge en un mar de sustantivos abstractos.
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Podemos usar diferentes tiempos verbales, pero sabiendo, dentro de la unidad de acción, qué efecto queremos crear. En el ejemplo siguiente, vamos a comenzar en pasado y giraremos al presente y de ahí al futuro para crear el efecto de que estamos con el conductor en la cabina, y de que el tren se acerca a una peligrosa bifurcación.
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Les fascina complicar sus discursos con terminaciones como –idad, -ción, -antes, -entes, -anza para dar un aire más soberano a sus oraciones.
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Otra forma de demostrar un pretendido dominio de cualquier materia consiste en abusar de largos sustantivos en los índices de los libros técnicos, científicos o en los ensayos. “La siniestralidad en el sector del automóvil”; “Los condicionantes de la inmigración”; “Variaciones de las amebas espongiformes”; “Usabilidad de las webs femeninas”; “El lenguaje infantil: ejemplificaciones”…
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Por su tamaño. Cuando una palabra sea muy larga, o sobrepase de cuatro sílabas, ya deberían sonar nuestras alarmas visuales. Hay que buscar sinónimos más cortos.   Mal: “En el ejercitamiento de nuestra labor política deberíamos presentar argumentativamente las razones para la refocalización de nuestra meta”. Bien: “En el ejercicio de nuestra labor política deberíamos presentar con argumentos las razones para centrar nuestra meta”.   Por cierto, las palabras más largas en castellano tienen nueve sílabas: anticonstitucionalmente y otorrinolaringólogo. Pero
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En el último caso, una oración se ha dividido en dos gracias a un punto. Pero ambas mantienen su significado. Con ello nos ahorramos las conjunciones y los conectores ‘y’, ‘y por eso’, ‘consecuentemente’.
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Y cuando no hay acción, sirve para crear un efecto parecido al impresionismo en la pintura, pues con breves trazos se puede lograr una obra llena de sentido. ¿Hasta dónde podemos reducir un texto a su mínima expresión sin que empiece a perder sentido?
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Una frase larga se puede dividir en dos cortas sustituyendo las conjunciones (y, pues, pero) por puntos.
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Estas frases fluyen como un manantial cuando están bien encadenadas mediante conjunciones y preposiciones, intercalando las pausas habituales con comas, y poniendo las yuxtapuestas y subordinadas a tiempo. Pueden resultar muy melodiosas, y dan cuenta de un dominio artesanal de la sintaxis.
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Si exponemos una idea compleja con un elevado contenido abstracto es preferible acortar las frases. Esta fórmula es la más adecuada para redactar informes financieros, razonamientos morales, o cuando necesitamos aportar explicaciones de procesos o métodos.
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La técnica de coordinar oraciones se llama parataxis. Bien manejada, sirve para crear ‘efectos especiales’. Coordinar dos frases, cada una de las cuales disfruta de su independencia, impulsa al lector a llenar los agujeros, dando saltos en el tiempo o deduciendo hechos no descritos.
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Entonces, ¿qué es más conveniente? ¿Frases largas o cortas? En este texto dominan las frases cortas.
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A continuación viene una descripción de la batalla histórica de Constantinopla, relatada con oraciones que tienen más o menos la misma longitud. Este balanceo entre una oración y la siguiente produce un efecto semipoético. Al no existir una oración corta de cierre, tenemos la sensación de que la batalla no ha terminado.
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Y en el próximo caso, se presenta un personaje femenino que vamos descubriendo poco a poco: oraciones cortas al principio, que obedecen a una descripción externa; luego, van ampliando su longitud -para envolvernos con la belleza interior y conocer la pureza del personaje-, y al final, otra oración corta que nos deja preocupados.
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Las oraciones cortas al final de cuentos y novelas, así como de artículos, reportajes y discursos, crean un poderoso efecto transfigurador y, si están bien escogidas, impactan en la memoria para siempre.
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Frecuentemente, luego, ya, hoy en día, mensualmente, actualmente, periódicamente... Intercalamos estos adverbios de tiempo para situar al lector ante un hecho que se produce en un lapso determinado. Pero muchos son innecesarios. Existe una pista directa para que el lector sepa si estamos hablando de hoy, de ayer o de mañana: los tiempos verbales.
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Cuando aparece un verbo con su conjugación, sobran los adverbios pues no aportan más información.
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Cuando el contexto y el verbo dejan clara la frecuencia y el momento de un suceso, no hace falta añadir palabras.
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Pero si ese suceso se produce ‘cada dos días’, ‘semanalmente’, ‘dentro de un año’, o si se produjo anteayer, hace un lustro, o el siglo pasado, entonces hablamos de algo más específico. Hay que incluir esos matices.
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Recordemos que muchos adverbios terminan en ‘mente’, lo cual estira aún más las palabras.
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Pensar es un acto caótico. Al escribir domesticamos las ideas yendo de las causas a los efectos con ayuda de los conectores. Las cadenas de conectores se usan para no perder el hilo en los textos analíticos, en las opiniones y en los discursos. Pero no son tan necesarias. Por ejemplo, para encadenar los dos párrafos siguientes y evitar el conector paralelamente (que he puesto entre corchetes), escogemos una palabra al final de un párrafo y la repetimos en el siguiente.
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Casi nadie habla respetando la sintaxis al primer intento. Alteramos el orden de los elementos de una oración de forma inconsciente. Nuestra mente atrapa las ideas al vuelo y las expulsa de forma muy desordenada. Aunque parezca un contrasentido, cambiar el orden de los elementos de una oración evita la monotonía. Se puede alterar el orden de las frases, de los párrafos y hasta de los capítulos.
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Y al revés: podemos empezar con la última oración del párrafo. Es la modalidad que más me gusta porque tiene una expresión más visual. Se llama inversión.
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Alterando las frases y los párrafos, mantenemos el interés sobre el texto y evitamos la monotonía. Algunos autores se toman mucho tiempo en esta técnica.
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Caso 1. Dejar el verbo al final de la frase produce efectos poco naturales. Es más habitual en inglés o alemán. No tanto en español.
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Caso 2. En las oraciones simples, el verbo debería estar al principio o en la mitad, no al final.
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Caso 3. En las oraciones más largas (que pueden incluir comas, guiones o punto y coma), no es recomendable trasladar hasta el final el verbo más intensivo, porque el lector ya no sabrá de qué se estaba hablando.
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Caso 4. Las oraciones son más difíciles de comprender cuanto más se alarguen. Cuando sucede eso, hay que agrupar las palabras que tengan cierta relación entre sí, tratando de que el verbo no quede muy atrás.
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Caso 5. Agrupar las palabras relacionadas, nos evita caer en la ambigüedad o en el histrionismo como la que sigue.
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Recordemos que una oración o un enunciado siempre acaba en un punto y seguido. Cuanto más larga sea la oración, crece el riesgo de que el lector pierda la noción de quién es el sujeto y cuál es su acción principal. Pero logramos rellenar la inquietante hoja en blanco.
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Parece que hoy estamos obligados a escribir con el tempo rápido, el presto: muchas ideas en pocas frases. La mayoría sigue empleando el estilo largo porque desea impresionar a sus lectores o porque no sabe resumir. Es el estilo académico, formal, del siglo XIX. Pero se corre el riesgo de aburrir. La brillantez consiste en definir una gran idea en pocas palabras. El truco para dominar bien este arte radica en aprender a usar el presto. ¿Qué pasaría si escribiéramos un texto muy extenso con ese estilo rápido? Que mantendríamos la atención del lector hasta el último momento, tal como hacen los ...more
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¿Por qué usamos tantas palabras para expresar una idea? Porque los seres humanos necesitamos ordenar y aclarar nuestras ideas. Por eso empleamos tantas palabras en el primer intento. Pero luego, debemos tomarnos tiempo para eliminar la grasa y las repeticiones. En eso consiste el arte de editar. Es la esencia de esta magia.
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Resume la historia de la humanidad en 30 líneas.
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La pasiva tiene menor fuerza expresiva y hay que manejarla cuando queramos dar relevancia a ese sujeto.
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voz pasiva se compone con el verbo ‘ser’ y un participio. “Fue escuchado”, “es visto”, “será pintado”. Al ser una voz distante, se usa para conferir el efecto de lejanía, de distancia o de melancolía.
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La voz activa, en cambio, puede compararse con un plano más corto en el cine: “En pocos minutos, los soldados desmontaron el campamento, recogieron las tiendas y apagaron las fogatas”. Al contrario, la pasiva sería un plano general. “En pocos minutos, el campamento fue desmontado por los soldados, las tiendas fueron recogidas, y las fogatas, apagadas”.
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Ejercicios: Transforma en activa las siguientes frases pasivas:   -Las llamas fueron apagadas por los bomberos.   -El resultado negativo fue originado por las malas decisiones del director.
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El ser humano emplea la partícula ‘se’ para echar la culpa de las malas noticias a un ser invisible. Es una partícula con muchos usos, pero el más débil es el impersonal.
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Entendemos mejor los verbos conjugados con primeras personas (yo, nosotros).
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Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo, escribe en primera persona. Habla con el accionista como si estuviera con él en la barra de un bar. Y Buffett explica los complejos términos financieros en forma sencilla: le dice qué ha hecho con su dinero en el último año.
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Son expresiones ruidosas y poco elegantes. Aunque repasemos varias veces nuestros escritos, la mente no detecta sus propios errores. Un ejército de ripios acaba teniendo un efecto atronador. En el ejemplo anterior es fácil detectar aquello que suena mal porque al final de cada oración aparecen varias sílabas coincidentes. Parece una estrofa. Pero las coincidencias en las vocales tónicas no siempre son tan fáciles de señalar.
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En este enunciado hay tres verbos en infinitivo que terminan en -ar. ¿Se han dado cuenta los lectores? Temo que no. Se debe a que no produce un efecto tan llamativo como el anterior. Pero sigue siendo molesto. García Márquez decía: “Soy muy sensible a la debilidad de una frase en la que dos palabras cercanas rimen entre sí, aunque sea en rima vocálica, y prefiero no publicarla mientras no la tenga resuelta”. Hay cosas peores llamadas cacofonías
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