Los ecos de un debate
Es un hecho: cada vez que el gobierno y la oposición debaten públicamente, los primeros quedan seriamente lesionados. Por eso la alergia del régimen al diálogo, sobre todo si hay cámaras de televisión rondando. Los espíritus sectarios prefieren el soliloquio, el dogma verbal, los discursos sin réplica. El autoritarismo está diseñado para atender a una sola voz. La voz que decretará, incluso, el color del cielo y el precio de los tomates. La polifonía está prohibida.
En la primera discusión de la Ley de Amnistía y Reconciliación ocurrida el martes 16 de febrero en la Asamblea Nacional sucedieron hechos inéditos y altamente significativos. La transmisión televisiva nos sentó a todos en la primera fila del hemiciclo. Sin duda, terminó siendo un error de cálculo para el régimen secuestrarle la señal del canal de televisión ANTV a la nueva Asamblea Nacional. Este era, a las claras, un canal casi clandestino. Ahora, con el regreso de los medios de comunicación independientes al parlamento, es como si se hubieran prendido las luces del estadio universitario. En esta naciente ráfaga de libertad expresiva, Globovisión hizo un giro inesperado, una mutación con tono de deja vu, y le ha dedicado horas continuas de su parrilla de programación a transmitir los debates del nuevo parlamento. La razón tiene su lógica en el concepto de un canal especializado en noticias. Es allí donde está su rating natural. El país está en la mayor crisis de su historia contemporánea, el ambiente está plagado de rumores explosivos y en el parlamento hay una nueva relación de poderes que todos los días genera noticias. ¿Cómo no girar las cámaras y micrófonos hacia allá? No hay duda de que miles de televidentes han vuelto a sintonizar la señal de Globovisión. Lo demuestran tres hechos: 1) Nicolás Maduro, estridente, iracundo, y en cadena nacional, llamando ladrones a sus nuevos dueños cada dos días. 2) La intempestiva visita de Conatel a sus instalaciones con su espada de Damocles favorita: la amenaza de no renovar la concesión y 3) La multitud de comentarios en las redes sociales sobre lo que ocurrió el martes en el parlamento. Cada diputado que intervenía terminaba siendo tendencia en las redes sociales. Así como ocurre en los Grammys, en el Oscar o en el Miss Venezuela. Sintonía masiva de televidentes. Llamativa esta vuelta de tuerca de la línea editorial del controversial canal de noticias. ¿Otro síntoma de la cercanía del fin de una época?
Y así, pudimos ser espectadores este martes de momentos inéditos. Por ejemplo, Elías Jaua invocando la aplicación del artículo 350 de la constitución, ese que durante tantos años buena parte del país opositor ha exigido en contra del régimen. O Ramos Allup cortándole el micrófono a Pedro Carreño, así, sin anestesia, luego de transcurrido su tiempo límite de exposición y, ante su reclamo, ver el gesto de displicencia con el que su mano derecha lo invitó a desalojar su campo visual. O ver a Diosdado Cabello ir perdiendo su proverbial arrogancia mientras se desfogaba en gritos que decían “¡¡El que más grita es el que más cobró!!”. Como bien lo decía Henkel García en TW: “Hoy le tocó a Diosdado ser telonero”. Ya ese sólo hecho era inédito, pero más aún verlo competir en bramidos contra las gradas que –otro hecho notable- esta vez eran opositoras. Pero, sin duda, el cierre de oro lo aportó Henry Ramos Allup quien, con mucha habilidad y creando la debida expectativa, a cada tanto anunciaba que el gran final sería de su autoría. A los pocos minutos de su discurso y ante los embates guturales de Ramón Lobo, diputado del PSUV, le soltó una recta de 100 millas, muy cerca de los codos: “¡De inteligencia no te vas a morir!”. La carcajada fue, cómo dudarlo, nacional. Y luego dejó caer una bomba de amplio espectro al poner una lápida sobre el estatus político del ¿ex? todopoderoso Cabello (“Diosdado, tú estás muerto”) y hacer pública una infidencia descomunal: “Ustedes saben la procesión que tienen por dentro. Tres grupos militares conspirando adentro y cuatros grupos en el PSUV cayéndose a cuchillos y forzando la renuncia de Nicolás Maduro!…”. Y allí, el ciudadano de este país que no sabía de la alta turbulencia en proceso se enteró con todas sus vocales.
Pero, más allá de tales proyectiles, lo sustancial de los 13 minutos de su discurso encarnó buena parte del sentimiento nacional al desarmar los argumentos del oficialismo para rebatir la Ley de Amnistía y poner el dedo sobre la herida: “¡Este gobierno en su agonía, sólo sostenido por el Alto Mando Militar y por el mal llamado Tribunal Supremo de Justicia no podrá seguirse sosteniendo de espaldas a la realidad nacional! (…) ¡Ustedes han causado una enorme desgracia en Venezuela y van a salir del poder!”. Todo dicho con la vehemencia del caso. Las gradas deliraron mucho más allá del centro de Caracas.
Lamentamos como televidentes que el director de la transmisión televisiva fuera tan conservador y dejara que la acción transcurriera bajo un mismo plano general, y sólo se atreviera a hacer ciertos acercamientos o esporádicos paneos hacia las bancadas parlamentarias. Hubiera sido glorioso ver las reacciones de los aludidos, contraplanos, planos detalles, zoom in al desconcierto de unos y las sonrisas de otros. La imagen siempre agrega sus propias opiniones.
Un saldo de la jornada -preocupante, aunque previsible- es que el camino hacia la reconciliación nacional va a ser largo, complejo y tortuoso. La posición del oficialismo está atornillada en una postura irreductible que dibuja un nítido arco de cinismo, pues obvia olímpicamente a todas las víctimas del aparato represivo del estado, todos los muertos, los estudiantes heridos, los torturados, los exiliados políticos, los prisioneros sin delito, los perseguidos. Una extenuación humana.
Pero según el chavismo, todo muerto en este país tiene un solo culpable: la oposición. Una calle ciega inadmisible.
Resulta poco menos que grotesco oír al gobierno decir que amnistía es igual a impunidad. Es grotesco cuando justamente uno de los mayores agravios que hemos vivido durante este régimen es la sostenida impunidad de la que gozan el crimen y la violencia en este país. Una sociedad dominada por pranes es una sociedad conquistada por la impunidad. ¿O acaso hay muertos que merecen más castigo que otros?
Quizás la solución a este complejo estado de las cosas venga dada por lo que se habla en el propio chavismo, puertas adentro: Ya el proceso se perdió.
Terminará una mala película. Comenzará otra. Esperemos que mucho mejor escrita y dirigida. Mientras tanto, atención a los ecos del debate.
Leonardo Padrón
Por CaraotaDigital – feb 18, 2016
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