¿Volverías con tu ex?: Una comedia bizarra
“A ti te importan más lo medios”, le dice Camila Recabarren a Alberto Púrpura en el segundo episodio de ¿Volverías con tu ex?, el nuevo reality de Mega. No importa lo que diga él de vuelta. En la afirmación de la chica está la clave, porque hay cierta verdad profunda ahí, por más que -como prueba de amor- Púrpura se haya lanzado minutos antes en paracaídas y ambos tengan que pasar la noche a la intemperie.
Por supuesto, ya sabemos que Recabarren tiene 24 años y Púrpura, al que le dicen “Tatón”, 60. Él la conoció cuando ella tenía 17. Lo que pasó después fue extraño y patético: se hicieron famosos y vino una larga lista de peleas, separaciones, intentos de suicidio y un juicio de paternidad más bien triste. Entre medio, Recabarren estuvo en dos o tres programas y fue coronada Miss Chile. Entre medio, la fama actuó como actúa en estos casos; reptando de la rabia de la pasión a la caricatura de quienes lucran con exhibir su vida.
El odio y los 36 años de distancia que separan a Recabarren y Púrpura representan el sentido del show y la condición inverosímil de la fárándula que lo alimenta; aquel extraño mérito de haber convocado a una serie de ex parejas dispuestas a lavar sus trapos sucios en pantalla. Sí, acá el casting lo es todo. Armado con una colección de figuras dispuestas a explotar a como dé lugar, todas ellas aspiran a jugar sus últimas cartas en este reciclaje final antes que el olvido del público se los lleve bien lejos. Así, caben en el programa figuras como Francisco Huaiquipán, los histéricos Tony Espina y Oriana Marzoli, chicos reality ancianos como Oscar Garcés y Angélica Sepúlveda (expulsada por agresión física en el tercer episodio), una muchacha que dice “no hacer nada” y su novio tarotista, entre otros. Sí, no es una lista muy sofisticada, pero funciona en el show, que explota superficialmente la tensión de la ruptura y la promesa del reencuentro de estas parejas como materiales dramáticos, aunque en realidad le interese otra cosa: la agresión verbal y el aura softcore que puedan llegar a proyectar en pantalla.
La estructura es la clásica del formato, predecible y funcional. Muchos tiempos muertos en una casa estudio idéntica a todas las casas estudios del mundo, largas tomas de conversaciones sin sentido al lado de una piscina, juegos sexies que son en realidad ridículos y una gymkana de eliminación aburridísima. Que las peleas y reconciliaciones sean reales o no importa poco. Lo que vale son los gritos, las recriminaciones, los juegos histéricos de celos. ¿Volverías con tu ex? funciona entonces a partir de un morbo diseñado desde esos conflictos íntimos que no son tales. Nada nuevo. Acá es iluso buscar alguna clase de espontaneidad; todos tienen conciencia de que están en pantalla; todos (con Oriana y Tony a la cabeza) están tratando de sacarle a la tele lo que puedan mientras duren al aire. Para ellos, estar al aire es la promesa de una extraña trascendencia pero también la confirmación de la presencia de un oficio retorcido ahí, acaso la promesa de un carrera hecha de escándalos revenidos y violencia emocional, por más trucha que éstas sean.
Mega, de este modo, explota en su nuevo reality una sordidez que deviene en vacío. ¿Volverías con tu ex? es la resaca de nuestra cultura de la farándula. Acá están sus restos, sus escombros y sus últimos sobrevivientes: personas determinadas por su condición de personajes, degradados en sus afectos, contaminados por la ilusión de que la televisión cura cualquier enfermedad imaginaria del corazón y que la fama sí supone alguna clase de gracia. Pero nada de eso está oculto; se luce a plena vista. El saldo es justamente la inversión del sentido de lo que se mira. No hay ninguna empatía o espesor real acá salvo la inversión del sentido de lo que vemos: el drama en carne viva es en realidad una comedia bizarra.
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