Recordatorio a mí mismo
(ilustración de Belén Segarra)
No decir aquello que nada aporte
No decir aquello que pretenda responder lo no preguntado
No decir aquello que sea innecesario
No decir aquello que no se sienta
No decir aquello que sea una excusa ante acusaciones inexistentes
No decir aquello que pretenda generalizaciones
No decir aquello que solamente se asuma
No decir aquello que se desconozca
No decir que haya algo que resulte imposible (aunque lo haya)
No decir que solamente vale lo perfecto
No decir que algo es “bueno” en vez de “bueno para mí”
No decir que algo es “malo” en vez de “malo para mí”
No decir que se es el mejor en algo
No decir que se es el peor en algo
No olvidar que vemos lo que somos
No olvidar que no existe una verdad absoluta
No olvidar que nadie es una escalera
No olvidar que nadie es un trampolín
No olvidar que se tiene un origen
No olvidar que se tiene un presente
No olvidar que se tiene un mañana
No olvidar que lo único permanente es el cambio (algo que ya dijo Schönberg)
No olvidar que se pueden cometer errores
No olvidar que pueden corregirse
No olvidar que es posible caerse
No olvidar que es posible levantarse
No olvidar que todo, tanto lo bueno como lo malo, puede devolverse como un búmeran
No olvidar que no somos propietarios sino del instante
No olvidar que tarde o temprano ya no estaremos
No olvidar que cada uno dibuja los planos de su propio infierno
No olvidar que cada uno es arquitecto de su propio paraíso
No olvidar que somos múltiples siendo uno
No olvidar la existencia de los antónimos
No olvidar que ellos y los sinónimos van juntos en los diccionarios
No olvidar que quien se vanagloria de su sabiduría suele ser el más tonto
No olvidar que el que luce más tonto puede ser el más sabio
No olvidar que hasta lo más ínfimo vale
No olvidar que al principio éramos microscópicas vasijas de ADN
No olvidar, como decía Jobim, que a los desafinados también les late el corazón
No olvidar arriesgarse a desafinar.
No olvidar que es válido desafinar.
(Alejandro Rodríguez Morales)


