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Hace muchos años, en alguna casa de la Jardín Balbuena de la que apenas puedo acordarme, adquirimos nuestra primer Commodore 64 y, para un niño de 4 ó 5 años, fue una enorme impresión que pudiéramos apropiarnos de la imagen de la televisión para hacer lo que deseáramos, por ejemplo: jugar, escribir, dibujar. La televisión dejó de ser un instante de entretenimiento dictado por algún dios oculto y ajeno para convertirse en un receptor de mis deseos. Me di cuenta de una verdad inalterable: con a...

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Published on November 12, 2015 16:23
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