Fernandito, el comediante

Dedicado al que sabemos. 

Se llama Fernando y no se pierde ni una sola función de los Comediantes del Derroche. Cada vez que el programa empieza temporada, Fernandito siente que tiene una razón para vivir.  Dos semanas antes de grabaciones, sale corriendo a pagar la boleta en primera fila y acto seguido, se desmadra a los almacenes de ropa para comprar unas chaquetas llamativas y pantalones finos, con el único objetivo de estar presentable ante los ojos de los caballeros de la risa y de esa furtiva toma que lo enfoca en cada programa de televisión, cortesía de la generosidad (o lástima) del director del show.
Pero Fernandito no asiste al programa de los comediantes porque sí.  Lo hace porque sueña con ser como ellos. 
Le falta mucho para eso: ya con decir que trabaja en un banco, queda clara una burda brecha de oficios. Es un cajero, no muy simpático; más bien albino. Pero nada de eso le importa, porque desde antes de ver de cerca a sus ídolos, ha tenido atrapado en su pecho el deseo de hacer reír al compañero de cubículo, a la gente de su barrio, a toda su empresa y luego al mundo entero. Fernandito quiere convertirse en el centro de atracción de las horas de descanso laboral, en el rey de las pausas activas y luego en el rey de los comediantes.  Nuestro protagonista sueña con ser como Iván y llenar teatros enteros con sus genialidades; quiere ser como Fredy y con un dicho tipo “cuclí cuclí” hacer que la gente se vuelva chalada en Twitter. O sacar dos o tres gallos de su garganta como Quevedo y provocar que grandes y chicos se orinen sin parar como orates atragantados de placer. Pero las cosas no se le han dado. Fernandito piensa una y otra vez en vencer su timidez, en los momentos del café mañanero, para lanzarse a echar una especie de cuento (una rutina de comedia encubierta) que lleva preparando desde hace siglos.
Fernandito sabe que su rutina es bastante divertida, como la de Alejandro; la tiene engallada para poder contagiar de buena onda como lo hace el desparpajado de Matheus. Es una rutina poderosa que mantiene la candidez estúpida de Quevedo. Lo intenta. Logra llamar la atención, arma un corrillo, pero cuando todos lo miran, él no la logra escupir. No le salen las palabras.
Tiene pensamientos fatalistas. Se imagina que nadie va a entender su sentido del humor, que lo van a tratar de estúpido, que le van a decir que no es chistoso y que está así de tarado por andar idolatrando a unos farsantes imbéciles. Y ni qué decir de lo mucho que le aterra lo que le ocurrió a Valderrama ¿qué tal que ni le vuelvan a dirigir la palabra y lo abucheen?* Y por eso, calla y únicamente se limita a sonreír ante los cuentos sosos de Gacharná, el vendedor de seguros del banco, quien sin proponérselo, sí tiene a todas las mujeres de la oficina, en especial a Miryam (la que tanto le gusta), enloquecidas de la dicha por sus ocurrencias.  Gacharná no va a los Comediantes. Los considera unos miserables patéticos. Gacharná tampoco sabe de comedia, pero extrañamente le funciona. Dios le da pan al que no tiene muelas, dicen.
Lo más triste es que a Fernandito se le está yendo el tiempo para cumplir su sueño (tal y como se le va la vida a muchos intentando cumplir lo que no procuran). Pero no desfallece. En las noches, metido en su pieza de Quirigua, se desnuda por completo y mira fijamente las fotografías de tamaño natural de Diego, Iván, Antonio, Julio, Quevedo y Fredy; fotografías que él les ha tomado con su celular y luego mandado a imprimir para empapelar su cuarto. Analiza sus gestos, sus miradas al vacío. Los estudia. Se pone a pensar cómo los titanes de la risotada manejan la voz, los tiempos, las pausas, con el único fin de encontrar ese “touch” de gloria que lo lleve a la altura de ellos. Ahí, en la soledad de su cuarto, de madrugada, Fernandito sí se siente el más grande. Entonces se desabrocha y les cuenta a sus ídolos de papel esa historia divertida que viene puliendo y sabe que, aunque siendo fotos, a ellos les causa mucha risa.  De vez en cuando, vía control remoto, acciona su CD player para que unas risotadas grabadas del público imaginado, le refuercen su convencido talento. Y al final, hace la venia y a veces, se masturba hasta sacarse dos gotas de sangre del glande.
Iván, Diego y Fredy se hacen cada vez más famosos y populares.  Julio no da abasto para coquetearle a todas las chicas de primer y segundo semestre de universidad que se lubrican con él. Y Fernandito quiere hacer lo mismo. Formar parte de ellos.  Ser parte de ellos. Pero, como ya lo dije, al hombre no se le da. No puede encontrar ese suspiro para lanzarse al agua de la mandíbula batiente. Y lo piensa. Piensa en su momento.
Ya al programa se le acabaron sus temporadas y él se sigue imaginando sentado todavía en primera fila sonriendo y preguntándose cómo hacer para subirse a la tarima y arrancar carcajadas que lo saquen de pobre, de impopular y que le permitan acceder a las carnes de Miryam quien descrestada, no tenga otra que abrirle las piernas.  
Ahora, ante la ausencia del show,  se dedica a ir a todos los bares donde se presente alguno de sus héroes. Espera paciente a que terminen sus rutinas. 
La última vez fue al teatro a contemplar a Iván: al que más quiere.  Lo vio finalizar su espectáculo y se abrió paso entre la gente para llegar al camerino. Tocó insistente. Lady, la esposa de Iván, le abrió la puerta y Fernandito le suplicó que le dejara ver a su marido.  Ella, algo resignada, lo dejó seguir y Fernandito vio a Iván frente al espejo secándose el sudor. Se le acercó sonriendo, sabiendo que el buen Iván no lo rechazaría y al abrazarlo le dijo al oído  como le ha dicho siempre: “¿Sabe una cosa? Ustedes los comediantes son muy chistosos”. Y se fue.
Al deslindar la madrugada, Fernandito llegó a su casa. Entró a su pieza. Se desnudó. Se acostó mirando al techo y no hizo más nada hasta que llegó la hora de volver a su trabajo en el banco. Como todos los días.

* Lo que no sabe Fernandito y otros por ahí, es que Gonzalo Valderrama (que va a ser papá, por cierto, y creará con su hijo venidero una nueva y bendita rutina de la vida) salió de los Comediantes básicamente porque es un genio y como todo genio, es absolutamente incomprendido.
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Published on August 27, 2014 05:33
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