Una casa común
Habría que preguntarse si la actual crisis de TVN es una especie de versión bonsai de lo que le pasa al gobierno. Hay un lazo ahí, una sincronía, un destino común. Así, mientras los escándalos políticos de Caval, Penta y SQM minan la credibilidad moral de Bachelet; el fracaso comercial deja a Carmen Gloria López sola, a cargo de un buque que avanza hacia un paisaje de hielo oscuro. Por supuesto, es un asunto de rating, pero también de algo más profundo. ¿Qué significa TVN ahora mismo para nosotros? Es una pregunta compleja porque TVN ya no es lo que era. TVN es algo que parece funcionar por inercia, que no pega puntada con hilo, como bien demostró Matriarcas hace un par de semanas pues era inverosímil que el culebrón con el que el canal volvía a las vespertinas estuviese tan mal ejecutado. Porque lo que estaba en juego no era sólo el rating sino un asunto más bien simbólico: el recuperar lo que TVN implicaba en la memoria del espectador, haciéndose cargo de su propia tradición.
Esa tradición es lo que definió alguna vez a la estación, sobre todo en la segunda mitad de los noventa, que es cuando se consolidó como un canal masivo. Así, mientras era dirigido por René Cortázar y Jaime de Aguirre, el canal aprendió a parecer una empresa respetable, un emprendimiento que había logrado superar el estigma impensado de ser el canal del gobierno. Descansaba ahí la falacia que quizás definió su moral y que es la paradoja que fija su lugar dentro de nuestra industrial cultural: TVN es el canal del gobierno pero, a toda costa, no debe parecer tal cosa.
Por supuesto, perpetuar aquel modelo, aquella ilusión de independencia, tuvo su costo. La maquinaria del autofinanciamiento obligó al canal a sacrificar cualquier misión en aras del rating. Eso los llevó a fabricar productos de explotación como Calle 7, Las Argandoña o a escarbar en el pozo séptico de la nostalgia como Rojo VIP. Cuando Camiroaga falleció, TVN perdió la poca identidad y empatía que le quedaba, quedándose vacío en términos simbólicos.
Por lo mismo, la crisis actual es una especie de oportunidad. O un presente griego. TVN debe decidir qué quiere ser: si el canal donde Viñuela fracasa en todos sus proyectos o un soporte para productos de calidad con series como Zamudio o Réquiem de Chile. Tomar esa decisión no sólo tiene un costo feroz en términos humanos sino también en cuanto a la definición de la relación que puede tener con el Estado y los televidentes. Significa replantear la relación de nuestro canal público con el rating y comenzar a evaluar con algo de sentido común o estético sus programas, pensando en las imágenes e historias que quiere contar. Es ahí donde se juega el sentido de lo que significa TVN dentro de nuestro imaginario: la televisión como una casa donde se encuentran o inventan comunidades, un lugar donde los televidentes tratan de entenderse a sí mismos y lo que los rodea.
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