06/ 03: EL DR. PICCAFECES

Obviamente a las historietas de Piccafeces se les notan bastante los casi 35 años transcurridos. No sólo porque tienen referencias a temas sociales, políticos y económicos típicos de los últimos años de la dictadura militar, sino porque además la tecnología de hoy abriría las puertas para muchísimas manganetas que en 1981 Piccafeces no podría ni soñar, y al mismo tiempo haría inviables muchas de las triquiñuelas que este maestro de la estafa pone en práctica con éxito en estas páginas.
La primera historieta no requirió demasiado del ingenio de Grondona White: simplemente es una versión mínimamente exagerada de un episodio que sucedió en la realidad en 1980 y puso en jaque (por un ratito) a la editorial de la revista Hum®. La segunda historia nos muestra la única derrota de Piccafeces, su único plan que termina con un estridente fracaso. Y a partir de la tercera entrega, Grondona White traza el rumbo definitivo de la serie: el boliche de copas como oficina, las chicas licenciosas de escasa vestimenta como decorado y los planes brillantes de este capo de la corrupción que terminan invariablemente con Piccafeces tomando sol en alguna playa paradisíaca mientras los que confiaron en él se quieren matar.
Para el sexto episodio, Molita y Aladelta se convierten en las únicas y definitivas adláteres de Piccafeces. ¿Para qué están ahí, si rara vez aportan algo a la trama? Para que el protagonista tenga con quien hablar y exponga (hacia el lector) lo que está tramando. Ya en las últimas entregas de este recopilatorio, Piccafeces urde estafas al nivel de Los Simuladores, con gente que asume identidades falsas, oficinas y sellos usurpados, noticias falsas en diarios y radios y movidas cada vez más ambiciosas. Desde el principio hasta el final, Grondona White nos arranca una sonrisa cómplice y logra que los lectores hinchemos por este hijo de mil putas, por esta alimaña abyecta sin el más mínimo reparo a la hora de cagar a nadie. Y es muy loco, porque en esa misma época, en la revista Hum® había otro personaje venal, avechuchesco, garca irredento al que sólo le importaba ganar guita a costa de los demás: el Dr. Cureta. Y yo me acuerdo que me gustaba verlo PERDER a Cureta, no ganar. Claro, en esa historieta había buenos. En esta hay malos y víctimas, nomás. Lo cierto es que demasiadas veces me sorprendí a mí mismo gozando con las transfugueadas del sorete de Piccafeces y eso es un gran mérito por parte de su autor.
La faz gráfica de Piccafeces es minimalista. Prácticamente no existen los fondos, no hay la menor intención de sugerir climas ni efectos de iluminación, siempre se repiten los mismos tres o cuatro planos y está casi todo definido por una línea finita y recontra-expresiva, que nunca cambia de grosor. Por adentro de esa línea, Grondona White mete poquísimas masas negras y algunos grises logrados con tramas mecánicas. Y eso es todo. La narrativa es clarísima, el lenguaje facial y corporal de los personajes es brillante, como siempre hay una pasmosa atención por los detalles, sobre todo en peinados y vestimenta de los muchos personajes incidentales que pasan por la serie… y con eso alcanza y sobra para que todo lo que vemos en la página resulte atractivo y creíble.
Hoy estamos todos más curtidos, más avivados, y debe ser más difícil que alguien nos venda humo como lo vendía el Dr. Piccafeces en los ´80. Pero garcas va a haber siempre y el hecho de que uno nos caiga bien es digno de ser celebrado. Mientras tanto, seguimos laburando honestamente, aunque sean mínimas las chances de encontrar “el filón” que tanto desvelaba a esta gloriosa creación de Alfredo Grondona White.
Published on March 06, 2015 18:53
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