Texto de los jueves
Los tríos
Primera parte

I
Los tríos ...

Texto de los jueves
Los tríos

Primera parte


I


Los tríos están en todas partes. En aquellas tres estrellas que conformaban la estela de los Reyes Magos, y que en enero los papás les señalaban a los hijos acuciosos. En los puntos suspensivos —signo puntual de la gramática— que dejan una idea en el aire, como volando en la bóveda celeste. En la punta de la flecha con sus dos extremos a los lados, y que de sólo verla uno se la imagina surcando el viento rumbo al corazón de un hombre. En la regla de tres, que permite ahondar en los secretos de la caverna de lo insondable. En esos tres aviones que en forma de punta cortan el cielo, durante los desfiles militares, y cuyo solo estruendo provoca estupor.


Pero también en los tríos amorosos, que incontables veces permiten salvar la vida a matrimonios extraviados. En el tercer hijo que dota de feliz equilibrio —como quería Mendelssohn— a los maridajes que consienten más de la cuenta a los dos primeros. En la jauría de tres perros que viene en sentido opuesto, y que el sensato prefiere esquivar. En los tres bolígrafos —negro, azul y rojo— que el mesero trae en el bolsillo superior de su camisa. En los tres colores patrios, que incontables banderas combinan: verde, blanco y rojo; azul, blanco y rojo; amarillo, café y rojo.


Signo que Carl Jung adoptó como tema de estudio, los tríos de tres —¿habrá tríos de dos, o de cuatro? seguramente que sí para otra matemática—, estos tríos convencionales y previsibles se filtraron en la música.


¿Qué sería del feliz arte, si no existiera esta mixtura? Dotación amable por antonomasia —menos áspera que el cuarteto de cuerdas, más dulce que la sonata para violín y piano, más rica en su timbre que la sonata para violín solo, o para piano también solo—, si no es exagerada la hipérbole —no hay hipérboles que no sean la mar de exageradas, de lo contrario no serían hipérboles—, poco habría aportado la música a la parcela espiritual del hombre de no existir el trío. Sobre todo del llamado trío de piano —porque bien que existe el trío de corno, piano y violín, o el de clarinete, piano y violín, o el de violín, viola y violonchelo. En fin. Los tríos socorridos para piano, violín y violonchelo. Un tema en el que vale la pena abundar. O un tema que vale la pena abultar —como el lector lo decida.


II


Y como suele acontecer, los viejos alguna vez jóvenes dan los primeros pasos. El nombre de Haydn ilustra esta idea peregrina. Cuando los países imperialistas se disputaban a espadazos las naciones que habrían de hacer suyas, Franz Joseph Haydn creaba tríos tan soberbios como el de Mi mayor, o el de Fa sostenido menor, o el inequívoco de Mi bemol mayor. Tríos que abrirían horizontes a compositores que venían compitiendo en el maratón de la música, como Beethoven y Schubert.


Y mientras los soldados obedecían órdenes de muerte y destrucción, Mozart tallaba —exactamente como un alfarero sus humildes piezas— los tríos en Si bemol mayor K 502, o el inolvidable en Sol mayor K 564. Cosa que hacía a la vista de todos. O en la intimidad más inexpugnable. Le daba lo mismo. Mozart hizo del acto de componer, un banquete que compartir.


De ahí —y como siempre sucede hablando de música— la historia da un brinco hasta Beethoven. De pronto la música se desparramó por el mundo. El mundo se inundó de música. Y la gente aficionada al asombro y la estupefacción tuvo oídos para el trío en Do menor, o para el trío en Re bautizado como “Fantasma”. Que el autor fuera sordo le imprimía una dosis de fascinación morbosa al acontecimiento.


De la fuerza inexorable de Beethoven, tomó aire Franz Peter Schubert. Y ahí están sus dos tríos para confirmarlo: el número 1 en Si bemol, y el número 2 en Mi bemol. Pero no son tríos que se destaquen por su avasallamiento, sino por una extraña combinación de vectores opuestos: dulzura vs coraje, ternura vs brío. Tríos que ponen a prueba —como todas las grandes obras— el nerviosismo de los intérpretes. Que no es decir cualquier cosa.


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Published on March 06, 2015 08:00
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Eusebio Ruvalcaba
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