POAW - Capítulo 19-Parte II
Y para aquellas que dudaron en si continuaría con la historia: sí, la voy a terminar. Y no, este no es el último capítulo. Cuando vayamos por los últimos yo voy a avisar!Gracias por sus lecturas, los quiero mucho a todos :)
PARTE II
Lo sabía. Sabía que esa tipa iba a sacar sus garras en cualquier momento, ¿pero que fuera tan descarada? Jamás se me ocurrió.
¿De verdad pensaba que Adam podía amarla?
Ojala el imbécil haya escuchado toda la conversación, sino yo me encargaría de hacérselo pasar muy mal.
Y él que estaba seguro que Rosie sólo lo miraba como si fuera un "amigo" o un “hermano”. Pfftt, ¡pura mentira! Esa sabandija no tenía corazón.
Tuve que levantarme y caminar una y otra vez sobre la alfombra de la habitación para evitar que mis pensamientos se volvieran más tóxicos y dañinos, reproduciendo en mi mente las palabras de la víbora esa.
Me encontraba hecha una furia. A estas alturas era capaz de lanzar rayos laser con mis ojos y derretir el metal con tan solo pestañear.
Me estresé tanto que mis pantorrillas comenzaron a doler y mi vientre palpitaba ferozmente.
Me obligué a tranquilizarme y a relajarme; ni siquiera pude examinarme en la clínica porque fui directo a dar de narices en la cara de Rosie, o mas bien con su fotografía tamaño mural, así que tenía que confiar en el diagnóstico de la Sra. Ross; y según ella yo debía evitar el estrés.
Respiré hondo y me senté a orillas de la cama, deseando arrancarle el cabello a la rubia odiosa.
Decir que estaba enojada era quedarse corto.
Adam era un idiota que se dejaba manipular por una bruja sin escrúpulos. Un idiota que no dejaba de serlo aunque prometió cambiar por mí. Al final eso sólo quedó en promesas vacías.
Intenté llamarlo al móvil pero la llamada se cortaba.
Lo siguiente que hice fue escribirle un mensaje:
Tu amiga es una idiota. ¡Te dije que esa psicópata sentía algo por ti!
La respuesta llegó casi de inmediato, aunque sabía que sólo podía tratarse de Rosie, la perra en celo tenía todavía su teléfono.
Ya que decidiste renunciar a él, deberías irte por completo y no seguir hostigándolo. Él es un buen chico… pero no es para ti. Deja de escribir.
Respiré hondo antes de marcar el número de Adam que me sabía ya de memoria.
Obviamente contestó la psicópata.
—Eres demasiado insistente. No sé qué vio Adam en ti —esa fue su contestación—. ¿Estás segura que no le estás empatando al pobre ese bebé que llevas en el vientre?
—¿Y tú? ¿Estás segura que tu hijo es de Key?
—Tú no lo entiendes… —la escuché suspirar—, las cosas con mi bebé son complicadas. Y tú, despreciando a alguien tan valioso. Yo quiero a Adam, lo voy a cuidar como tú nunca podrías. Por favor, te lo vuelvo a repetir, si vas a alejarte, hazlo de una vez.
Colgó y me dejó más enojada que antes.
Esto era el colmo. ¡El colmo! ¿Cómo podía?
—¡Tonta! ¡Hija de… Ah!
Mi estómago se revolvió tanto que comenzaron a darme arcadas.
Me sujeté el estómago con las dos manos y empecé a hacer uso de las clases de respiración para tranquilizarme. Podía llegar a ser malo que mi presión aumentara. La Dra. Bagda siempre me lo decía.
En la habitación se encontraba un pequeño baño en el que tuve que encerrarme y echarme agua en la cara.
¡Esa zorra! Tan hipócrita.
Me quedé por al menos una media hora en el baño, rociando mi cara con agua y evitando las arcadas que no me dejaban en paz.
Mis pequeñas patearon mi estómago un centenar de veces y me hizo llorar mi desgraciada situación.
Me encontré con el valor suficiente para marcar una vez más el número de Adam pero me envió directo al buzón de voz.
Grité de cólera y poco a poco me trasladé de nuevo a la cama de la habitación, sobando mi estómago con náuseas y aferrándome a la sábana para evitar marearme y vomitar en las alfombras.
Odiaba a Rosie. Era una persona detestable a la que nunca debió concedérsele el honor de tener un hijo. Aggg…
Alguien tocó a mi puerta, dispersando los pensamientos de odio hacia Rosie. Era la Sra. Ross.
—Anna, ya está servida la cena. Puedes bajar en cuanto quieras.
Me sonrió amablemente y, en más de una ocasión me pregunté si había hecho lo correcto en aceptar pasar la noche en su casa. La mujer podía ser una asesina y yo podría ser su víctima.
Diego llegaría más tarde, aunque él no vivía en casa de sus abuelos, pero quería transmitirme algo de confianza y confort al no dejarme con completos desconocidos. Además me llevaría a la terminal de autobuses para mañana.
—Gracias —me acordé de responder ya muy tarde. Mi enojo lograba transmitirse hasta en el aire y ella también pudo notarlo. Solo alguien del tamaño de una hormiga no se daría cuenta de lo recargado que se puso el ambiente luego de esa llamada.
—¿Te pasa algo? —me preguntó enseguida—. ¿Te sientes bien o quieres que te llevemos al hospital? Mi esposo y yo estamos a la disposición.
—Gracias —repetí—. Pero creo que tengo algo que nadie puede resolver por mí.
—¿Qué es?
La Sra. Ross se acercó y se sentó a mi lado, esperando mi respuesta.
—Tengo un caso grave de decepción mezclado con un corazón roto.
—Esa siempre ha sido una mala combinación.
—La peor de todas.
—¡Pero eres tan joven! ¿A esta edad ya te han roto el corazón?
—Me lo han roto más de una vez, me temo.
—Es una lástima. Pero al menos estos errores nos sirven para aprender. ¿Te sentirás bien como para bajar a cenar o prefieres que te traiga algo ligero para comer aquí?
—Preferiría comer aquí, si no es mucha molestia. No creo que esté de ánimos como para ser buena compañía en estos momentos.
—Lo entiendo. Te traeré algo y te dejaré en paz para que descanses y estés tranquila.
—Muchísimas gracias.
Ella asintió con la cabeza y se despidió dándome un apretón en el hombro. Dejó la habitación no sin antes indicarme que podía encender la televisión en cualquier momento.
Tomé el control remoto y traté de acomodarme en la cama, mi espalda se encontraba muy adolorida y mis pies se habían hinchado mucho. No quería seguir pensando en el ridículo de mi marido o en mi patética huída, así que empecé a ver lo primero que encontré en la televisión.
Casi al instante mi celular comenzó a timbrar con las primeras notas de la canción Dangerous and Sweet.
No contesté.
Volvió a sonar luego de unos segundos.
Volví a no contestar.
Sonó unas tres veces más hasta me cansé y lo puse en vibrador.
Lenka no estaba ayudando en estos momentos.
Al final, mi teléfono vibró para indicar que mi buzón de voz se encontraba lleno, muy probablemente con mensajes de Rosie y no me encontraba de ánimos para escucharlos.
Intenté concentrarme en el programa de cocina que estaban dando, pero fue inútil porque mi móvil no dejaba de vibrar en ningún momento.
Lo tomé y, por curiosidad, escuché los mensajes de voz.
Para mi sorpresa eran todos de Adam.
>>Nena, ¿dónde carajos estás? Fui al hotel por unas horas y me dijeron que te habías ido desde la mañana. Responde el teléfono de inmediato.
>>Anna, no bromeo. ¿Dónde mierda está tu ropa? Me estoy volviendo loco, responde.
Y había un tercer mensaje que apenas acababa de enviar.
>>¡Mierda! Annabelle, no me hagas esto. Escucha, lamento lo que ocurrió con Rosie... Incluso hablé con ella y le pedí que respe...
No quise seguir escuchando y lancé el teléfono a la mesita de noche.
Apostaba que ahora él estaba sufriendo y dudando sobre el porqué me fui, pero no le iba a hablar y dejaría que la duda y el dolor lo carcomieran así como me sentí yo cuando me abandonó y me hizo todas esas preguntas estúpidas sobre su paternidad… ¡Aggg! Ojala se diera cuenta la clase de zorra que tenía como amiga.
Ignoré el resto de mensajes que fueron enviados al teléfono y traté de prestar atención al programa de televisión.
Dejaría que Adam sufriera y pagara por todo lo que hizo.
Cerca de cuarenta minutos después, el plato que la Sra. Ross había subido a mi habitación, todavía seguía intacto. La comida se encontraba fría a estas alturas pero mi estómago se encontraba cerrado en un nudo y no podía comer o sentía que iba a vomitarlo todo.
Pensé que mi teléfono se descargaría debido a que nunca paró de vibrar en ningún momento.
Por curiosidad volví a tomarlo y noté las… ¿era una broma? ¿110 llamadas perdidas? La mayoría eran de Adam pero también había llamadas de mi mamá, de Rita y hasta un número desconocido.
53 mensajes de texto, 1300 notificaciones en WhatsApp y otros cinco mensajes de voz.
¿Era normal recibir 1300 notificaciones de la misma persona?
Mierda.
Leí primero los mensajes de texto, los de Adam:
>>No me hagas esto. Rosie me dijo que llamaste para despedirte. ¿DÓNDE ESTÁS?¿DESPEDIRTE DE QUÉ?
>>Anna, deja las bromas. Estás embarazada, deberías tener más cuidado con estas cosas. Llamé a tu madre y me dijo que no sabe nada de ti. No estás con ella, ¿dónde estás? Rita está conmigo, llegó con Key… estamos preocupados.
Ignoré el resto y me fui a los mensajes del número desconocido.
>>Soy Rosie. Tienes a Adam demasiado preocupado, ten el valor de responderle y darle la cara. Está agonizando, aunque es claro que no lo mereces. Haznos un favor y desaparece de verdad.
Parpadeé repetidamente.
¿Quién se creía ella para hablarme de esa forma?
Respondí su mensaje con uno menos ofensivo:
>>No vuelvas a escribirme… en tu vida. Tu falta de personalidad puede ser contagiosa.
Envié el mensaje y casi de inmediato entró una llamada de Adam.
No le contesté e ignoré las cinco más que le siguieron a esa.
Después de unos segundos recibí otro mensaje del número desconocido, de Rosie.
>>Sabía que huirías como cobarde. No eres lo suficientemente buena para alguien como Adam. No te lo mereces, cobarde.
Será mejor que te detengas o le reenviaré estos mensajes a MI MARIDO. Deberías aprender a respetar a los hombres casados. Víbora.
<<¿Insultos de secundaria? Claro.
Perra desgraciada.
Pero no se detuvo ahí y envió otro mensaje.
>>¿Sabes lo que va a ocurrir dentro de unos años?
Después de leer ese mensaje ignoré el resto. Me concentré en ver la insípida televisión una vez más. Como no pude resistir mucho tiempo mientras escuchaba mi celular vibrando en la mesa, fui lo bastante estúpida como para tomarlo y revisar los mensajes que Rosie no había parado de enviarme:
>>Ocurrirá que Adam me estará haciendo el amor de manera lenta y sensual, mientras logra conseguir la custodia del hijo que esperas. Lo siguiente que pasará es que ese niño me estará diciendo mamá en cuanto aprenda a hablar.
¡Perra!
Releí su mensaje sin podérmelo creer todavía.
¡Esa perra!
Enojada, lancé el teléfono de nuevo a la mesita de noche, sin importarme dónde cayera. Tras pensarlo mejor, reenvié cada mensaje que ella mandó y se los dejé a Adam.
¡Mira lo que tú “amiga” me escribe! Y luego te preguntas por qué me fui cuando deberías estarte preguntando por qué no me fui antes.
Su llamada no se hizo esperar. Esta vez respondí.
—¿Anna qué sucede?
—Sucede que estoy cansada —tragué saliva, las náuseas estaban volviendo—. No puedo creer que la hayas elegido a ella por sobre mí.
—¿Elegí a quién? ¿A Rosie? ¡Yo no la elegí! Entiéndelo, por favor.
—La elegiste desde el momento en que decidiste no seguirme por el elevador.
—Nena…
—La elegiste cuando decidiste estar ahí para ella y no para mí. ¿Por qué lo hiciste? ¿Querías verme llorar? ¿Tan mala persona soy? ¿Acaso te he causado tanto daño?
No pude evitar los sollozos que se escaparon de mi boca.
Las náuseas eran terribles para ese entonces.
—Me tienes al borde de la locura, nena. Dime dónde estás y voy por ti para que hablemos. No es lo que parece.
—¿Ah, no? Porque todo indica que te casaste por compromiso y no porque de verdad lo sintieras.
Me llevé una mano a la boca y sentí la bilis subiendo por mi garganta.
—No vuelvas a pensar de esa forma. Rosie me necesitaba y yo me siento en deuda con ella. No tienes ni idea de las cosas que ha vivido…
—No me hables de esa víbora de agua fría. La vuelves a elegir a ella, esto es cansado.
—NO LA HE ELEGIDO EN NINGÚN ASPECTO. Por favor hazme caso y entiende.
Iba a vomitar.
Me levanté de la cama con cierta dificultad y corrí lo más veloz que pude hacia el baño.
—¿Anna? Te amo, y sí, me enojé mucho contigo ayer por la tarde pero… lo comprendo, no me hagas esto. Dime dónde estás, no me hagas sufrir más porque siento que me estoy muriendo.
—Pues eso lo hubieras pensado antes de abrir tu boca y caer en la manipulación de esa tipa engendro del mal. De mi parte ella dormiría donde los peces duermen: en el fondo del océano, con los ojos abiertos.
—No digas eso, tú no eres de esa forma.
—¡Pero ella sí! Lee los mensajes que te reenvié, esa no es tu amiga y mucho menos tu hermana… es una oportunista de primera… ¡mierda!
Vomité sobre el lavamanos, apenas pudiendo alejar mi cabello para que no quedara cubierto de vómito.
Intenté sujetarme el estómago pero me sentía muy mal.
Vomité una segunda vez.
Al poco tiempo después noté que Adam seguía en la línea telefónica; sus gritos se escuchaban desde donde tenía el celular en mi mano.
—… ¿Qué carajos pasa? ¿No te sientes bien? Me vas a matar de un paro si continúas alejándote de mí. ¡Anna! ¿Anna?
—Me tengo que… sólo voy a colgar.
Apagué mi teléfono y me deslicé cuidadosamente por el suelo del baño. No valía la pena sentirme de esta forma por alguien que tenía demasiados remordimientos y secretos.
No valía la pena sufrir por Adam. Esta vez no habría nada que él pudiera hacer para tenerme de vuelta como antes; esa Anna se cansó de sufrir por terceras personas dentro de la relación. Esa Anna se cansó de un chico llamado Adam.
Published on March 01, 2015 15:17
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