POAW Capítulo 18-Parte II

PARTE II

Por alguna razón la enfermera lo puso en mis brazos y me dijo que me acercara a Rosie.

Lo siguiente que supe fue que ella estaba sacando una cámara fotográfica y la apuntaba en nuestra dirección.

—Espero que no les moleste. Siempre tomamos una foto de todos los niños recién nacidos en este hospital junto a sus padres, pegamos las fotografías en el mural que está al fondo —explicó la chica.

—Oh no —negó Rosie, su rostro se puso rojo de vergüenza—. Él no es el padre de mi bebé.

Bajó la cabeza para ocultar su rubor y luego sonrió amablemente a la chica todavía con la cámara.

—Pero sí aceptamos una foto como amigos —dijo en su lugar.

Yo aprobé con un asentimiento de cabeza, y la enfermera se apresuró a tomar la foto.

Nos dejó solos después de eso, prometiendo que hoy mismo se añadiría a la colección en el mural. Luego de darle unas indicaciones a Rosie, se marchó cerrando cuidadosamente la puerta.

—Espero que no te haya molestado —murmuró Rosie—. De verdad que aprecio que te quedaras a mi lado, pero bien sabes que no eres el responsable por este bebé.

Lo tomó en sus manos y lo acarició lentamente y con cuidado.

—Para mí no es ningún problema —dije encogiéndome de hombros—. ¿Y finalmente sabes qué nombre le vas a poner?

Ella hizo una mueca graciosa con la nariz y luego negó con la cabeza.

—No lo sé, solo se me ocurren nombres tontos y no quiero que mi hijo se llame Bruce Lee o Wilbur.

Casi me rio pero Rosie me amenazó con una mirada para que no lo hiciera.

—¿Sabes? —comenté después de unos segundos—. Anna y yo elegimos los nombres de todos nuestros hijos el otro día. Nuestra niña que viene en camino se llamará Belle, y los siguientes que le seguirán serán Bella y Noah; así nuestra familia de seis tendrán letras en común.

—¿Letras en común? No entiendo.

—Sí, ya sabes, Anna y Adam, A y A. Belle y Bella, B y B. Nicole (mi sobrina) y Noah, N y N. Estoy seguro que nos ganaremos nuestro propio reality show. Adiós a las Kardashians, hola a los Walkers.

Rosie se echó a reír alto y fuerte; detuvo su risa cuando notó que el bebé comenzó a protestar.

—Me gusta tu teoría... y también me encanta el nombre Noah.

Se mordió el labio mientras contemplaba a su hijo y le hacía mimos.

—Sé que esto sonará envidioso —dijo ella luego de unos momentos—, pero... ¿Le puedo poner Noah al bebé? Es que sólo míralo, tiene cara de Noah.

Traté de relajar el rostro para no expresar el pequeño disgusto que me provocó aquello. ¿Quería llamarlo Noah?

Sacudí mi cabeza y sonreí. Ella era libre de elegir el nombre; además, no era exclusivo solamente para Anna o para mí.

—Adelante, este amiguito sería un perfecto Noah. Solo recuerda comentárselo a Key. Ustedes tal vez quieran discutir sobre eso más adelante.

Ella asintió, entusiasmada.

—¡Entonces ese es, se llamará Noah! Me encanta ese nombre, estoy segura que a Key también le gustará. ¿Cómo se te ocurrió?

—Umm, es una larga historia... En ese tiempo quería ganarme el corazón de Anna.

Hice una mueca al recordar lo duro que luché por tenerla, solo para dejar que discusiones como esta nos separaran. Era un tonto.

Al parecer Rosie se percató de lo mismo porque suspiró mientras me miraba con interés.

—¿Has hablado con Anna? —esperó a que negara con la cabeza—. ¿Entonces qué haces aquí todavía? Ve a buscarla.

—¿Estás hablando en serio?

—Por supuesto. Yo te quiero mucho, Adam. Sé que lo que te pedí que hicieras antes de entrar al hospital fue un enorme sacrificio —ella se refería al beso—. Pero jamás había pasado por esto sola. No tengo a mis padres a mi lado, ni a Key, ni a mi hermana... Lo que trato de decir es que no te sientas presionado por eso. Yo no quiero seducirte ni nada; eres mi amigo y te respeto, aunque para serte sincera tal vez me sentí enojada en nombre de Emilia.

Mi ceja se alzó en una mueca para nada disimulada, y ella suspiró con cansancio.

—Sí, pensaba que estar con Anna era una manera de traicionarla...

—Rosie —tragué saliva—, teníamos trece años, ni se nos ocurría por la mente casarnos a esas alturas, ¿en qué sentido podría traicionarla? Además, ella está en un mejor lugar que nosotros después de tanto tiempo con su ausencia.

—Lo sé, lo sé. Solo trato de decir que lo siento. Me sentí molesta con Anna, aunque de verdad ella no tenía que ocultarte cierta información, como lo de tu hermano, supongo que eso me enojó...

—Ahora que lo pienso siento que fui muy duro con ella.

La escuché suspirar antes que el bebé empezara a llorar frenéticamente.

La enfermera que nos tomó la foto se pasó de nuevo por la habitación para verificar que todo estuviera bien, y finalmente dejé a Rosie sola para que alimentara al pequeño Noah, aunque no sin antes de decirme que arreglara las cosas con mi esposa.



/////



—¿Quieres que te acompañe a la consulta o eso resultaría demasiado incómodo? —me preguntó Diego mientras hacía maniobras para estacionar entre un Kia color rojo y una minivan golpeada. Todos los otros parqueos parecían llenos y ya llevábamos varios minutos en dar vueltas y vueltas.

—Puedo ir yo sola, no te preocupes. Ve a buscar a tu novia.

Él soltó un largo suspiro que hizo que el solitario cabello que caía por su frente se estremeciera.

—Ella todavía no ha llegado; está atrapada en el tráfico. Al menos eso me dijo antes que saliéramos de casa de mi abuela.

—Oh... Bien, creo que esta es nuestra última parada entonces. Después del chequeo me iré a casa, a esconderme de mis problemas.

Diego terminó de estacionarse y apagó inmediatamente el auto; me encontraba a punto de abrir mi puerta cuando él me detuvo con la mano.

—Espera —dijo con lentitud—, no puedo dejar que te vayas de esta forma. Si no te digo algo ahora me sentiré peor después.

—¿Qué es? ¿Qué quieres decirme?

Suspiró una vez más.

—Pienso que te estás dando por vencido demasiado rápido. En teoría, estás empujando a tu esposo a los brazos de su amiga.

No dije nada después de un momento, pero pronto comencé a abrir mi boca, mirando hacia sus ojos azules.

—Ella no es su amiga, es su "amiga", entre comillas. Y no lo estoy empujando a sus brazos...

—Lo haces —me interrumpió él—. Recuerda que ustedes son esposos, no puedes correr a la primera metida de pata que uno de los dos haga. Ambos tienen que estar comprometidos seriamente para que las cosas funcionen y dejen de portarse como niños.

—Lo intenté —murmuré viendo hacia otro lado; en realidad era feo ser regañada por un casi extraño—. Pero es difícil dejar de enojarse cuando tu esposo duda de su paternidad... O se refugia en los brazos de otra chica, y la verdad es que ya no tengo fuerzas para lidiar con nada de eso. Las perdí hace mucho tiempo.

Unas pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer en el parabrisas, sorprendiéndonos tanto a Diego como a mí. El cielo sobre nosotros se volvió nublado de forma repentina.

—Sigo muy furiosa con él —continué después de observar más gotas caer sobre el parabrisas—. Me dolió mucho lo que me dijo... Quizás es hora de madurar y reconocer cuando uno fracasa, y mi matrimonio con Adam ciertamente fracasó.

—Ni siquiera lo han discutido. Perdóname por meterme pero creo en el matrimonio de una vez en la vida... O tal vez sea en el amor de una vida; no digo que sigas en una relación tóxica que te produzca daños, pero sí que deberían hablar cara a cara.

—Es probable que tengas razón, aunque con Adam no funciona hacer las cosas de esa forma. Hablaremos, yo sé que sí, solo que no en este momento. Gracias por el consejo pero por favor déjame revolcarme en mi enojo.

Sonrió, abandonando el tema con un último suspiro de su parte.

—Bien, revuélcate en tu enojo. Ahora de seguro sería bueno salir del auto porque el olor me está mareando —dijo, cambiando de tema y mirando en dirección a la canasta de pastelillos que su abuela tenía preparados y que lo obligó a llevar—. Mi estómago me sigue susurrando para que me coma uno.

El mío también me susurraba lo mismo, pero no le iba a decir eso.

Por desgracia mi estómago tenía otros planes ya que gruñó ahí mismo, fuerte y claro.

Diego elevó sus cejas de manera cómica y entonces se echó a reír.

—Veo que no soy el único que quedó con hambre —murmuró, luego llevó su mano hacia el asiento trasero, junto a mí, y tomó la canasta de pastelillos. Desenvolvió el arreglado paquete rosa en el que lo había envuelto la señora Ross, y al finalizar me tendió uno con trocitos de frutas.

—¡Son para la hermana de tu novia! —lo regañé.

—No importa —se encogió de hombros—. Se supone que ella está en una dieta especial... La cuestión de los cuarenta días y eso.

Sacó otro para él y luego le dio una enorme mordida.

—Menta con chocolate —dijo dando otra probada a su pastelillo—, es delicioso.

Mirándolo comer sin remordimientos, tomé el mío y también lo devoré con hambre, todo mientras la lluvia comenzaba a caer de manera frenética y nosotros nos encontrábamos refugiados dentro del coche.

—¿De qué es el tuyo? —me preguntó.

—De arándanos. Es muy bueno... Tu abuela es magnífica cocinera.

Él sonrió, viendo de forma distraída a la ventana y luego girando su cuerpo para verme en el asiento trasero.

—No sé si mi abuela te dijo pero ella tenía una pequeña cafetería a unas horas de aquí. Él y mi abuelo le pusieron "Noah y Lila". ¿Cursi, no crees?

Se echó a reír y yo me atraganté un poco con el bocado de pastelillo.

¡Recordaba esa cafetería! Claro, de ahí se me hacía familiar su abuela, la conocí cuando el hijastro de Laura (mi antigua jefa de la librería) me pidió encontrarme con él y llevarlo de paseo.

—Es increíble —murmuré—. Rara vez en mi vida había escuchado el nombre Noah, ahora parece seguirme a donde sea que vaya.

—¿De verdad? Curioso, ¿a quién más conoces que se llame así?

—Oh, Noah... solo era una broma entre Adam y yo, hace mucho tiempo.

Diego terminó su pastelillo en cuestión de dos bocados y no dudó en tomar otro de la canasta.

—¿Qué clase de broma? Cuéntame, claro, si no es mucho problema.

—Cuando empezamos a salir, tenía un ex novio que no dejaba de molestarme. Adam le dijo que yo estaba embarazada para que él desistiera y me dejara en paz... y hasta recuerdo con claridad que le mintió diciéndole que ya teníamos escogido el nombre de nuestro futuro bebé: Noah.

Diego comenzó a reír tan fuerte que todo el auto comenzó a moverse. La lluvia seguía azotando afuera, absorbiendo el sonido de nuestra risa.

—Y no solo le dijo a él sino que también se lo contó a todos nuestros amigos y conocidos —continué diciendo—. Lo gracioso es que, después de decirle a casi todo el mundo que yo estaba embarazada, aunque no fuera verdad, terminé estándolo.

Señalé mi estómago.

—Vaya... ¿funcionará si yo le digo a todos mis conocidos que soy millonario? De tanto repetirlo podría terminar siéndolo, quién sabe.

—Tal vez, hay que probar.

Comencé a reírme una vez más, pero me detuve cuando la mitad de mi pastelillo de arándanos cayó en la impecable alfombra del auto.

—Ay, lo siento —comencé a disculparme—. Mi culpa.

Intenté agacharme pero, en serio, era imposible a menos que me acostara a lo largo del asiento.

—Ya, déjalo así, yo lo recojo —dijo Diego. Se apresuró a agacharse, pero cuando lo hizo, su pastelillo también se cayó.

—Bueno, esto es grandioso —se quejó por el desastre.

—Déjame ayudar, yo soy la que provocó todo esto...

—Nop, espera un poco. Me voy a pasar al asiento trasero, de esa forma tengo un mejor ángulo para limpiar.

No esperó mucho más cuando él ya estaba desabrochando su cinturón de seguridad y saliendo del auto solo para pasarse a mi lado.

Entró en la parte trasera, su cabello ya se mostraba bastante mojado al igual que su camiseta. Me sonrió de forma simpática antes de empezar a recoger el desastre de los pastelillos.

—Deberías probar el de chocolate con menta, es delicioso.

—No puedo probarlo, eran para tu cuñada —además no me sentía con la libertad de hacerlo. Ya estaba abusando bastante de su tiempo como para también devorarme su comida.

Vi a Diego abrir la boca pero de manera rápida la volvió a cerrar. Su ceño comenzó a fruncirse en concentración, viendo hacia la parte delantera de su vehículo, olvidando por un instante la mancha en la alfombra y nuestra discusión sobre pastelillos.

—Mmm. No quiero alarmarte pero... —tragó saliva y comenzó a hacer señas para que dirigiera mis ojos hacia adelante—. Creo que alguien ha estado observándonos desde hace unos minutos.

Miré hacia donde indicaba, pero el agua que caía era tan fuerte que difuminaba todo a nuestro alrededor; aunque podía distinguir bien una camiseta azul a lo lejos. Una persona.

—¿Quién piensas que es? Debe ser sólo alguien que pasaba por aquí —murmuré, agachándome para apoyarme en el respaldar del asiento de adelante y tener una mejor vista.

—No lo creo, nos vigilaba desde que estacioné el auto. Es extraño.

—De seguro está pasando la lluvia, igual que nosotros.

—De acuerdo... Oh, espera —gritó de manera sigilosa—. Se está acercando.

Era cierto, la persona de camisa azul se abrió paso bajo la lluvia para dirigirse hacia nosotros.

—Debe ser un extraño que se perdió.

—Está más cerca...

Diego levantó ambas cejas cuando la persona de camisa azul se detuvo frente al vehículo. No fue hasta que tocara la ventana del asiento del copiloto, que pudimos verle la cara. La camiseta azul resultó ser de una chica.

—¡Es mi novia! Vaya, por un momento pensé que era algún psicópata con un bate en mano.

Yo también pensé lo mismo pero no se lo dije.

Él se apresuró a moverse hacia la parte delantera y apretar el dispositivo para abrir las puertas. Una vez abiertas, la chica se metió, frotándose los brazos y con la ropa empapada.

—Mia, ¿qué sucedió? ¿Por qué no solo me llamaste para saber que estabas ya en el hospital?

Mia era muy bonita, de cabello rubio y tez blanca de una textura parecida a la porcelana. Ella me miró de reojo antes de llevar ambos brazos en dirección a su novio y tomarlo de las solapas de su camisa para plantarle un beso posesivo en los labios.

—Es que me asusté por un momento. ¿Quién es ella?

Esta vez me examinó de mala gana.

Yo también actuaría igual si mi novio estuviera en la parte trasera con una chica... embarazada.

—Perdón por no presentarlas —se disculpó el chef/stripper—. Ella es Anna, Anna, esta es Mia mi novia.

Mia me dio un asentimiento de cabeza mientras hacía todo lo posible por no mostrar su desagrado.

—¿Puedo preguntar dónde la conociste, o cómo? —dijo ella de forma seca.

—La conocí esta mañana, en el restaurante. Se puso un poco mal y la llevé donde la abuela. Ya sabes cómo es ella y me pidió que la trajera aquí para una segunda opinión.

Mia suspiró, ya más calmada.

—Bueno, llegué hace diez minutos y reconocí tu auto. No quiero enfrentarme a esto sola.

Ambos se tomaron de la mano y de repente yo salía sobrando en la escena.

—Umm... Si alguno tiene un paraguas, yo podría marcharme justo ahora —indiqué.

Diego me dedicó una sonrisa mientras Mia simplemente negaba con la cabeza.

—La lluvia todavía está muy fuerte, espera un poco más —sugirió Diego.

No quería decirle que su novia ya me estaba viendo muy mal, como si yo fuera su competencia y tuviera que eliminarme.

—Como sea —respondió ella—. Estoy así de cerca de descubrir si ese bebé es o no de mi hermana… Bueno, de él.

—¿Sigues con ese asunto? —le preguntó Diego.

Ahora sí, me sentía tan inadecuada entre ellos dos.

—Es que no es justo. Rosie siempre quiso lo que yo tenía… ¡ahora esto!

Por un momento mi cerebro se congeló y no supe qué decir; hasta que al final pude balbucear las palabras.

—¿Rosie? ¿Cómo? ¿La conoces? —Ahora recordaba a Adam mencionando a una Mia, hermana de Rosie. ¿De verdad el mundo podía ser así de pequeño?

Mia me dio una mala mirada por interrumpirla y luego asintió.

—¿Conoces a mi hermana menor?

—Espera —dijo Diego—. ¿Conoces a su familia?

—No, yo solo…

—Mi hermana menor —interrumpió Mia—, la embarazada que acaba de dar a luz.

—Sí, a ella la conozco. Es la “amiga” de mi esposo, la que te conté —dije mirando a Diego. Traté de no dejar que Mia viera el desprecio que invertí en la palabra amiga.

—Rosie no es amiga de nadie —ella no disimuló el desprecio—. Deberías advertirle a tu esposo que ella solo anda buscando un padre para su bebé. Sigo negándome a creer que ese niño que lleva en el vientre es de… de él.

—¿De Key? —pregunté.

—Al parecer también lo conoces. Solo espero que no digas que también estás embarazada de él. Tengo miedo de entrar ahí y confirmar si es o no hijo de Key.

Diego no se vio muy entusiasmado por las palabras de Mia y se limitó a apretar la mandíbula.

—Déjame llevar a Anna adentro, primero, y luego regreso al auto —le dijo él a Mia. Ella asintió con la cabeza y se despidió de mí con dos dedos.

—Un gusto en conocerte, Ada.

Vaya, otra que se olvidaba cómo mencionar bien mi nombre. Al parecer era herencia de familia.

—Y escucha bien mis palabras —dijo cuando su novio se bajó para abrir mi puerta—: Rosie te va a devorar viva si la dejas cerca de cualquier hombre.

No dije nada y esperé a que Diego me ayudara a salir del auto.

—Lamento no tener paraguas, pero la lluvia ya se calmó —me dijo él justo cuando bajé del vehículo—. Y perdona la actitud de Mia, ella es bastante celosa y preocupada. No sabía que de la persona que hablábamos era su hermana, la misma “amiga” de tu novio. Lo siento.

—No te preocupes, soy yo quien lo siente ahora. Deberías decirle a Mia que yo ya estoy en un matrimonio complicado y que, por si no lo notó, estoy embarazada de un idiota que no eres precisamente tú o su ex.

Diego me llevó lo más lento posible, tomándome de la mano en todo ese tiempo para que no fuera a caerme con el suelo mojado, hasta que llegamos a la seguridad del hospital.

Terminé parcialmente empapada pero no me importó.

—Bueno... Gracias por ser una excelente persona y ayudarme. Creo que me puedes dejar hasta aquí, voy a llamar a Adam para que me recoja. Supongo que hasta ahí llegó mi plan de escape.

—Supongo —él me sonrió—. Ustedes dos son muy especiales. Nunca olvido un rostro y, en definitiva cuando te vi, te identifiqué con rapidez. Espero que las cosas vayan bien... Y fue un placer conocerte. Espero que más adelante nos encontremos otra vez; aunque el mundo es tan pequeño que estoy seguro que lo haremos.

Sonreí de lado y le di la mano.

—Un placer también. Gracias por los postres y la preocupación.

Nos despedimos y yo fui a la recepción a pedir información sobre donde podía examinarme.

Todavía estaba en shock por enterarme que todo este tiempo estuve con el cuñado de Rosie. Espera, se suponía que Diego venía a ver a su cuñada que acaba de dar a luz. ¿Entonces Rosie ya tuvo a su bebé? Ahora era yo la que se contagió del miedo de Mia. Solo que yo tenía miedo de encontrar a Adam al lado de Rosie. De seguro él tenía que haberla traído o como mínimo estar a su lado.

Pero no, esta vez no me iba a dejar. Diego tenía razón; no se lo iba a dejar a Rosie pero tampoco se lo pondría fácil. Eso no significaba que entre Adam y yo las cosas ya estuvieran bien.

Me pidieron hacerme unas muestras de sangre y me mandaron a maternidad. Aproveché a verificar si Rosie se encontraba en el mismo hospital.

Después que la amable señora de recepción me dijera que debía ir al tercer piso, subí el elevador directo a maternidad.

Para mi sorpresa, lo primero que encontré cuando las puertas se abrieron fue la cosa que más me dejó en shock.

Justo en una pared, de tamaño mural, se encontraban cientos y cientos de fotografías, y en medio, como centro de atención estaba... ¿Adam con Rosie y un bebé?

—¿Qué? —balbuceé. La foto tenía un tamaño mayor que las otras, por eso fue fácil identificarla.

Me acerqué para ver la fecha, y precisamente esa fecha era hoy.

—Tiene que ser una broma —dije para mis adentros. Ya sabía que él estaría donde Rosie estuviera pero no pensé que fuera de esta forma.

Sin pensarlo demasiado, me acerqué hasta el cubículo de enfermeras y pedí información.

No fue tan difícil encontrar la habitación de la vividora. La puerta se encontraba semi abierta y había tres globos azules amarrados al pomo.

Ahora era yo la furiosa. Me acerqué con sigilo y entré en la habitación dándome cuenta que Adam no estaba en ninguna parte de ella, pero sí la rubia con un bebé en sus brazos.

Me detuve por un momento, sin saber muy bien cómo manejar la manera en la que me sentía en esos momentos.

No pude retroceder por más que lo deseara porque Rosie me notó en ese exacto momento.

—¿Anna?

Ni siquiera dejé que terminara de hablar cuando, por impulso, me acerqué lo más que pude a su cama y levanté mi mano para golpearla directo en la cara.

Se quedó quieta y con la boca abierta, todavía con su bebé en brazos.

—Entiende que si no me lancé y te arranqué el cuero cabelludo fue debido a que estás cargando un bebé y tienes los brazos ocupados.

Ella abrió y cerró la boca, todavía en shock y sin hablar.

—Pero estoy cansada que sigas confundiendo mi nombre y que le digas cosas a mi esposo que lo único que hacen es lastimarme a mí —continué—. Si tienes algo que decir, dilo en mi cara y no a mis espaldas.

Pensé que ella estaría furiosa pero en cambio bajó la vista y se movió con lentitud sobre la cama, directo hacia la cuna que tenía a la par para depositar a su, debía admitirlo, hermoso bebé.

—En verdad, Anna. Lo siento muchísimo, supongo que Adam te contó lo del beso. Ni yo misma puedo justificar lo que hicimos pero lo necesitaba en ese momento. Sabía que entre él y yo no podía…

—¿Beso? ¿De qué beso me estás hablando?

Por primera vez desde que la conocí e invadió nuestra luna de miel, Rosie se miraba arrepentida.

—¿No te lo dijo? Nos besamos, Anna. Nos besamos varias veces pero fue por…

Me acerqué de nuevo y esta vez planté mi mano de forma más fuerte que la anterior. Su rostro se comprimió y su mejilla quedó roja.

—Deberías tener algo de vergüenza —murmuré echa una furia—. ¿Acostumbras besar hombres casados?

—Lo siento… él y yo siempre fuimos solo amigos y claro que lo veo como uno.

—¿Y eso que tiene ver con que le des ideas equivocadas o el beso que supuestamente tuvieron, o qué tiene que ver con que le cuentes sobre mi visita a la clínica de su hermano? No es asunto tuyo lo que sea que pasemos Adam o yo.

—La clínica me informó de la visita. No pudieron contactar con Adam y yo le comenté casualmente, pensando que él ya lo sabía. Yo soy la segunda persona en su contacto de emergencia; después de lo que le hizo a mi hermana yo quise vigilarlo más seguido…

—¿De lo que le hizo a tu hermana?

—Sí, a Emilia. Después de lo que le hizo, yo…

—¡Ahora entiendo! Es seguro que estás utilizando a tu hermana muerta para querer generarle simpatía a Adam, pero te lo advierto de una vez —la señalé con mi dedo índice—. No te metas más con nosotros, mucho menos pongas en duda su paternidad. ¿Qué querías lograr con eso? ¿Afectarnos? ¡Pues felicidades porque lo lograste!

—¡Yo intentaba hacerle un bien! ¿De verdad te afectó tanto que le comentara mi idea de si tu bebé era o no suyo? Es normal que quiera preguntarlo. Perdona por entrometerme.

—Ya que te parece tan normal este tipo de cosas, entonces déjame que te lo pregunte yo a ti. ¿De verdad Key es el padre de ese bebé?

—¡Por supuesto que lo es! Y no puedo creer que Adam te mencionara eso, es algo privado.

—Y no puedo creer que él también te mencionara lo que ocurrió hace meses atrás. ¿Verdad que no es bonito que alguien te confronte de esa manera?

—Anna, mira, ya me disculpé y te juro que lo siento. No sé qué piensas de mí pero yo no soy una mala persona… No trato de manipular a Adam de ninguna manera, y definitivamente no sé qué clase de complot crees que estoy armando; créeme que lo siento. Ahora tengo en mi vida a mi bebé Noah y nunca me ha importado nadie más. Lo único malo que hice fue besarlo… y sé que está mal, ya lo sé.

¿Noah? ¿Había escuchado bien? Esto era el colmo.

—No te creo nada; pedazo de basura que estás hecha —me limité a decir—. Ni una sola palabra de lo que dices es sincera. Nunca le voy a creer a alguien como tú, y por una vez te lo advierto: aléjate de nosotros. Deja de arruinar lo poco que queda de nuestro matrimonio. Y en definitiva, no creo ni de cerca que Key sea el padre, espero que tu hijo no crezca con la clase de madre que serás tú.

Para mi sorpresa, Rosie se echó a llorar de manera ruidosa y fuerte.

Grandes gotas de lágrimas salían de sus ojos, incluso llevó sus manos a su rostro para taparlo pero siguió llorando y sollozando con fuerza.

Una mano se cerró en mi codo y comenzó a llevarme en dirección a la puerta.

Esa misma mano me apretó hasta que logró sacarme.

—¡¿Qué se supone que estás haciendo?! —me gritó Adam—. ¿Qué mierda, Anna?

Su rostro se encontraba contraído y rojo. Jamás lo había visto tan enojado.

—¡¿Y qué mierda se supone que haces tú?! ¿Por qué siquiera estás aquí, con ella? ¡Ya hasta te consideran el padre de ese niño que apareces incluso en los murales! ¿Es una jodida broma?

—Soy su amigo…

—Vaya, qué buen amigo te has hecho. Esa misma frase la usan los infieles para excusarse con sus esposas. No llevamos ni un año de casados y ya estás mintiéndome como siempre. Estoy cansada de esto.

—¿Por qué la hiciste llorar de esa forma? —me reclamó. Me llevó cerca de los elevadores, otra vez pude contemplar el mural de fotos.

—¿Y por qué me lo preguntas a mí? Deberías estar preguntándoselo a ella. No puedo creer que lloré toda la noche por un imbécil que anda besando a sus “amigas”. Creo que no tienes idea de lo mucho que te odio justo ahora. Te odio.

Hice espacio para comenzar a caminar lejos de él, pero me detuvo con la mano.

—No me odias, esa es una palabra muy fuerte.

Lo odiaba del tal manera que él nunca iba a enterarse de mi parte que estaba esperando gemelas. De hecho, ese no era castigo suficiente… Me alejaría todo lo que pudiera de él. Me alejaría hasta que le doliera como a mí me dolían sus palabras.

—Siento que ya no te quiero lo suficiente como para aguantar nada de esto.

—Es que no entiendes las razones que tengo para acercarme tanto a Rosie… Su hermana, ella…

—Ya lo sé. Su hermana era Emilia, ¿no? Aquella chica que conociste a los ¿trece años? Déjame adivinar: ahora te sientes culpable por dejarla sola y te estás desquitando con nuestro matrimonio.

—No es tan sencillo…

—No te preocupes en explicarme —interrumpí—. Pienso apartarme de tu lado para que puedas pasar tiempo con tu Rosie. De todas formas recuerda que yo ya no te quiero y espero nunca quererte otra vez.

Adam frunció el ceño, viéndose ligeramente enojado.

—Sé que me quieres —dijo él en un tono firme—. Sé que lo haces todavía, no puedes simplemente despertar un día y decir que ya no me amas porque sé que mientes.

—No deberías darlo por hecho. Puede que te quiera pero estoy cansada de jugar juegos en los que tú siempre te apartas y yo quedo como la triste y desolada Anna.

Miré hacia otro lado y abracé mi estómago con fuerza.

—¿Entonces piensas apartarte primero para darme una lección?

—Yo no haría algo tan cobarde como huir —mentí. Esa misma mañana me escapé de él... así como haría de nuevo en el momento en que se diera la vuelta y no notara mi ausencia. Me iría porque sí, lo admitía, yo también era una cobarde.

Observé el suelo desgastado por un largo momento hasta que Adam finalmente habló, y no fue precisamente para decir lo que esperaba escuchar:

—Entonces haz lo que tengas que hacer Anna. Yo necesito estar aquí con...

Lo interrumpí poniendo un dedo sobre sus labios.

—No lo digas, ya lo sé. Necesitas estar aquí para Rosie pero no puedes estarlo para mí. Bien —mis ojos se estaban nublando a una rápida velocidad así que comencé a seguir mi camino—. Solo... estaré en el hotel.

Y sabía, por la mirada de arrepentimiento en sus ojos, que él notó el dolor que me había causado en ese momento. Esperé que me siguiera o que dijera que lamentaba ser un idiota, pero no hizo ninguna de esas cosas porque regresó junto a ella, junto a "su" Rosie, y consideré esta batalla perdida. Me alejé lo más pronto que pude para que nadie me viera llorar.

Era cierto, entonces, lo nuestro ya estaba acabado en varios niveles. No iba a pasar de nuevo por el papel de tonta, estaba cansada de todo. Ahora el que quedaría como tonto sería él, y me encargaría de hacérselo saber de todas las maneras posibles.

Adam Walker era un idiota de ligas mayores.
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Published on January 28, 2015 17:05
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Lia Belikov
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