2×914 – Baluarte

914


 


Barrio de Bayit, ciudad de Nefesh


26 de noviembre de 2008


 


CARLOS ��� No s�� si va a ser muy buena idea���


CHRISTIAN ��� ��Que s��! En alg��n sitio tenemos que echar la tierra que sobre, ��no? Y si lo hacemos as��, tendremos un puesto desde el que disparar a los que se acerquen. Sin necesidad de subirnos a nada.


���������������������� Carlos se rasc�� la cabeza. La propuesta del chico no era del todo mala, pero les har��a perder algo de tiempo y material. El instalador de aires acondicionados cruz�� su mirada con la de B��rbara. No hizo falta que le preguntase.


B��RBARA ��� A mi no me parece mal. ��Vosotros qu�� pens��is?


CARLA ��� Puede estar bien���


DAR��O ��� S�����


���������������������� Paris vocifer�� desde lo alto de la retroexcavadora. La tarde se les ven��a encima, y apenas hab��an avanzado con la excavaci��n. Rezumaba mal humor, pero por fortuna estaba dirigiendo todo su esfuerzo y su concentraci��n al trabajo.


PARIS ��� ����Bueno, qu��?! ��Sigo recto o no? ��No tengo todo el d��a!


���������������������� Hicieron unas votaciones improvisadas en las que s��lo faltaron los votos de Juanjo y de Josete. El banquero hab��a preferido quedarse al cargo de los beb��s en compa����a del ni��o, mientras los dem��s trabajaban en los cimientos del nuevo muro. A Carla y Dar��o no les sorprendi�� demasiado, pero con tal de perderle de vista, estuvieron encantados con su altruista decisi��n de cubrirles mientras durase la excavaci��n. Tambi��n votaron Zoe, ��o, Marion y Maya, que hac��an de francotiradoras desde las azoteas de las dos manzanas que englobar��an esa nueva etapa de la muralla. El resultado fue un��nime. Incluso Carlos acab�� alzando su mano, al ver que todos los dem��s lo hac��an.


���������������������� La propuesta era sencilla a la par que pr��ctica. En vez de limitarse a levantar el muro continuo de un extremo al otro, lo construir��an s��lo hasta la mitad, y ah�� generar��an un peque��o ap��ndice cuadrado, que crecer��a hacia fuera, para luego seguir adelante hasta el otro extremo, siguiendo el plan previsto. La idea era que una vez el muro estuviese acabado, con aquella protuberancia incluida, verter��an ah�� toda la tierra que hab��an sacado de la excavaci��n para generar un camino en pendiente que llevase a una especie de baluarte desde el que podr��an otear por encima del muro sin necesidad de trepar ninguna escalera. No era del todo necesario, pues ya pensaban contar con aquellas peque��as ventanas que hab��an estado haciendo desde el principio y que se hab��an demostrado tan ��tiles para ahorrar material y para abatir infectados curiosos, pero todos estuvieron de acuerdo, e ilusionados por la idea. Lo que les acab�� de convencer fue el ��ltimo argumento de Christian, que afirmaba que podr��a servir como contrafuerte para dotar de mayor estabilidad al muro, dada su excesiva longitud.


���������������������� Haciendo uso del mismo spray con el que hab��an marcado el terreno anteriormente, por donde Paris hab��a estado cavando aquella zanja de cerca de medio metro de profundidad, e intentando respetar al m��ximo las l��neas ortogonales para no tener problemas a la hora de encajar las cuatro nuevas esquinas que har��a el muro, dibujaron en el suelo la planta del primer baluarte. Paris, que hab��a aprendido a utilizar la pala de la retroexcavadora en tiempo r��cord, y al que se le estaba dando muy bien esa tarea, se encarg�� de vaciar la pertinente zanja.


���������������������� Llevaban trabajando cerca de una hora, y desde entonces no hab��an tenido que lamentar ninguna visita inesperada, lo cual se traduc��a en buenas noticias. B��rbara, tras ponerlo en com��n con Carlos, hab��a ofrecido armas a Dar��o y a Carla, consciente que no ser��a justo hacerles trabajar sin nada con qu�� defenderse. Sin embargo ellos las hab��an declinado educadamente. Jam��s antes hab��an utilizado un arma de fuego, y sabi��ndose tan arropados por los dem��s y por las cuatro francotiradoras que no les perd��an ojo, consideraron que teni��ndolas, lejos de sentirse m��s seguros, acabar��an convirti��ndose en un peligro tanto para ellos mismos como para los dem��s.


���������������������� La mayor parte del trabajo la hizo Paris, que no estaba dispuesto a ceder su puesto a ninguno de los presentes. Marcada la silueta de los muros en el suelo, poco m��s quedaba por hacer que excavar. Carlos hab��a acercado a la zona de trabajo aqu��l enorme cami��n en el que a��n quedaban varias toneladas de bloques de hormig��n, de la ��ltima vez que trajeron material de la f��brica. Mientras Paris segu��a excavando y generando peque��os mont��culos de tierra en la zona que estaba destinada al futuro huerto, los dem��s se entretuvieron en ir repartiendo pal��s repletos de bloques a un par de metros de la excavaci��n, para poder tenerlos a mano de cara a la pr��xima construcci��n.


���������������������� El sol ya hab��a empezado su declive hacia el ocaso cuando Paris dio por finalizadas ambas zanjas. Por ahora a��n costaba trabajo imaginarse ah�� aquella alta muralla que har��a de primera barrera defensiva al barrio. De momento tan solo servir��a para hacer tropezar a los infectados que con toda seguridad vendr��an por la noche. Esa tarde no hab��a acudido ni uno solo, pese a todo el ruido que hicieron. Ninguno de ellos daba cr��dito.


���������������������� Satisfechos por el trabajo bien hecho, aunque algo cansados, decidieron que hab��a llegado el momento de parar y se dirigieron al centro de d��a, donde cenar��an todos juntos. Al llegar sorprendieron a Juanjo echando una siesta tumbado sobre uno de los sof��s, mientras Josete daba el biber��n al en��simo beb��, siguiendo la pauta que hab��an colgado en la pared de la sala de descanso, donde se especificaba la hora en la que deb��an alimentarse, asearse y dormir. Carla despert�� a Juanjo de muy malas maneras, y tuvieron una acalorada discusi��n, que provoc�� que varios de los beb��s empezasen a llorar. La bronca se traslad�� al patio, para fastidio de Pancho. B��rbara y Marion subieron a hacer la cena, y poco despu��s, cuando ya se hubieron calmado un poco los ��nimos, cenaron todos juntos en el patio del centro de d��a, igual que la noche anterior.


Pancho se puso las botas esa noche, aliment��ndose de todo lo que a Josete no le gustaba, que el ni��o iba pas��ndole de hurtadillas por debajo de la mesa. Carla se dio cuenta enseguida, pero prefiri�� hacerse la despistada. La sonrisa maliciosa que se dibujaba en el rostro del ni��o cada vez que hac��a una nueva travesura no ten��a precio. Al fin y al cabo, siempre tendr��a tiempo de darle algo m��s de comer antes de acostarle.


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Published on November 28, 2014 15:01
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