POAW - capítulo 16 - Parte 2
Capítulo 16 - Parte II
—Tal vez yo… ¿debería irme? —dijo la rubia, terminando la frase con una pregunta—. Esta es una discusión de pareja y no tengo por qué entrom…
—¡No! —gritó Adam—, quédate. Al parecer ahora somos una pareja de secretos. Tal vez sea hora que esos secretos salgan y se divulguen a los cuatro vientos.
—Pero es que yo no quise… que ocurriera esto —sus ojos buscaron los míos por primera vez desde que puse un pie en la habitación, lucía avergonzada y parecía que trataba de encogerse o esconderse.
—¿Podrías al menos decirme qué fue lo que pasó? —le susurré a Adam—. No entiendo qué es lo que sabes y te hace pensar que te odio como para no decírtelo.
Él apretó sus dientes y pude ver cómo tensó su mandíbula.
—Ahora no, Anna. Simplemente… descansa por los momentos.
Fruncí el ceño y me aparté justo cuando él intentaba tomar mi brazo para dirigirme a la cama.
—¿Por qué sigue usando tu camisa? —estallé de rabia—. ¿Qué te dijo para que te pusieras de esta manera?
—¿Qué me dijo? —repitió él, su voz sonando contenida y profunda—. Me dijo la verdad.
—¿La verdad de qué? ¿Qué hice?
—Eh… ¿chicos? —interrumpió Rosie—, ¿será que pueden hablar de esto más tarde? De verdad que no fue mi intensión. Ah, y lo de la camiseta de Adam es porque no me quedaba ninguno de tus vestidos, soy un poco más ancha de los brazos.
—Para eso es que existen los vestidos sin mangas —la fulminé con la mirada.
Intenté sostener la toalla, haciendo un gran esfuerzo para no perder el control y salir corriendo lo más lejos posible de este Adam que no se parecía en nada con el que me casé.
—Necesitas dormir primero —me regañó el susodicho—. Todavía tienes fiebre y, enojado o no, no soy tan animal como para discutir en estas condiciones.
—¿Qué condiciones si tu no me estás diciendo nada?
—Hablaremos más tarde, Anna. Ahora déjame escoltar a Rosie a su habitación. Cámbiate, ponte algo abrigado y luego paso para hablar a solas.
Suspiró audiblemente y se llevó una mano por toda la cara, como para sacarse la preocupación, y luego me miró fijamente.
—Espero que todo esto haya sido un simple malentendido —amenazó. Nunca lo había escuchado tan enfadado.
Sin dejar de mirarme se acercó a la puerta de la habitación y dejó que Rosie pasara primero. Cerró con fuerza, casi dando un portazo.
Temblando me senté en la orilla de la cama, con mi cabello aún húmedo y mi fiebre en aumento.
Vaya luna de miel la que pasábamos. No me quería imaginar lo que sucedería si nos seguíamos quedando junto a la rubia que aparentaba ser inocente pero en realidad era peor que un lobo que asechaba sigilosamente.
Mi estómago se agitó repentinamente, sintiendo el malestar que me tendría vomitando en aproximadamente unas horas si no tomaba reposo y lograba tranquilizar mis nervios.
Pasada una media hora Adam entró por la puerta; si era posible estaba más enojado que antes. Mis nervios aumentaron con terror.
—¿Podrás explicarme qué sucede ahora? Estoy confundida —dije con una voz neutral.
Él me observó de pies a cabeza, desde mi cabello mojado, pasando por mi vestido con estampado florar hasta las rodillas, y mis pies descalzos.
Mis ojos se pusieron húmedos con solo mirar su postura tan tensa, recordando la vez que me pidió que me fuera de su departamento porque ya no me quería cerca. Se sentía como si volviera a repetirse en cualquier momento.
—¿Entonces? —presioné un poco más.
—Lo siento Anna, pero estoy tan enojado contigo que justo ahora no deseo verte. Dormiré en otra habitación y mañana saldré con Rosie; al menos ella sí trata de actuar con sinceridad.
Las lágrimas en mis ojos se salieron de control y no las pude contener.
—No hagas esto —supliqué—. No fue mi intensión ocultarte las cosas…
—Por favor, ahora no, Annabelle. No empeores esto y sólo deja que entre algo de aire en mi cabeza mientras decido si casarnos de verdad valió la pena.
—¿Si de verdad valió la pena casarte conmigo? ¿Estás escuchándote?
Solté un sollozo horrible desde el fondo de mi garganta.
Él hizo una mueca, como si no pudiera creer lo que acababa de decir.
—Yo…
—Oh, no. Ahora ya no puedes retractarte de tus palabras —lo acusé. Mis ojos húmedos por las lágrimas y voz ronca.
—¡Bien! ¿Quieres saber qué me molesta? —explotó en un arranque de ira.
—Pues ya es hora de que alguno de los dos hable de una vez por todas. ¿Tan malo fue lo que hice como para que quisieras reconsiderar nuestra boda?
—No quise decirlo de esa forma.
—¿Y de qué forma se puede decir algo como eso? Deberías pensarlo mejor antes de soltar cosas que hieran a propósito.
Él lucía arrepentido mientras miraba las grandes gotas de lágrimas bajar por mis mejillas.
—¿Es verdad que tenías una cita la próxima semana para ver a mi hermano? —preguntó finalmente con voz ansiosa.
Me tensé de inmediato y tuve que sujetarme el estómago para no vomitar todo ahí mismo, del alivio. Pensé que él sabría sobre las gemelas y mi estúpida decisión de no decirle nada, decisión que me estaba comiendo viva.
—¿Eso te dijo ella? ¿Cómo supo eso?
—Responde, Anna. No quiebres mi paciencia. ¿Es verdad?
Asentí con la cabeza.
—Es cierto. No es ningún delito, además tuve que escuchar por boca de tu abuela la noticia de que él en realidad no estaba muerto.
—¡Por supuesto que ella está metida en esto! —reflexionó más para sí mismo—. Pero claro, te contó todo. Y tú ignoras el hecho de que no te lo dije por una justa razón. Sabía que me harías llevarte a conocerlo, por eso te mentí, porque me imaginé que sucedería exactamente esto.
—No tiene nada de malo. Él ni siquiera iba a acercarse a mí, tendría a la abuela Gertrude, a los asistentes de la clínica, a…
—No sigas diciendo más, por favor. Detente.
—Pero…
—Solo estás empeorando la situación.
—¿Qué te dijo Rosie? ¿Por qué te enojas tanto con algo de lo que tú mantenías en secreto en primer lugar?
—Porque eso no fue lo único que me contó.
—¿Hay más? ¿Podrías hablar conmigo, escucharme al menos por una vez? Sería agradable que quisieras saber mi opinión antes de juzgar por lo que te diga tu gran amiga del alma. ¿Cómo sabes siquiera que ella es de buen corazón? ¿Cómo estás tan seguro de que Key es el padre del bebé que carga en su vientre?
—Basta de acusaciones. ¡Ella es una gran persona! El hecho de que estés celosa no significa que me tengas que ocultar las cosas que me ocultaste.
—¡No son celos! —tal vez un poco—. ¿Le crees más a ella que a mí, tu esposa?
Él se quedó en silencio, con los brazos cruzados y sin revelar otro sentimiento más que el enojo. Se dio la vuelta y caminó hacia el armario empotrado en la pared, sacando una toalla de un estante alto.
Se acercó hacia mí y se quedó unos pasos alejado. Me tendió la toalla y empezó a secar mi cabello.
—¿Qué estás haciendo? —me aparté dándole un manotazo en el hombro.
—Te puedes resfriar.
Me aparté un vez más cuando hizo un segundo intento con la toalla.
—Sí, lo admito, quise conocer a tu hermano. Sentía curiosidad, pero es más que eso —hablé cuando finalmente se rindió con mi pelo mojado.
—¿Qué más puede ser? ¿Por qué querría una mujer embarazada conocer a un psicópata que no está bien del cerebro, que mató a su esposa e intentó también matar a su propia hija? Es porque dudas de mi palabra, todavía dudas de si lo que digo es verdad, ¿no es cierto?
Si lo ponía de esa forma sonaba escandaloso y feo.
Agaché la cabeza, sintiéndome tonta por un momento.
—No es eso… Yo lo siento —dije finalmente—. Pero me duele que la palabra de ella pese más que la mía.
—Y a mí me duele que mi palabra entre por un oído y salga por el otro, me duele que sea descartada.
Touché.
No podía verlo a la cara ahora que él sonaba más tranquilo y menos déspota como hace unos momentos atrás pero todavía no olvidaba sus palabras: “dormiré en otra habitación… decido si casarnos debió valer la pena… no deseo verte”.
Él se agachó para estar al mismo nivel de mis ojos y me tomó de la mano.
—Ahora entiendes parte de mi enojo. Lamento sonar de esta manera tan dura pero no entiendes lo difícil que es para mí saber que estuviste a punto de entrar en un lugar peligroso con una persona peligrosa.
—¿Y la otra parte?
Adam abrió la boca pero la cerró al instante.
—¿Cuál otra parte?
—Dijiste que ahora entiendo parte de tu enojo. ¿Cuál es la otra parte que no estoy entendiendo?
—La otra parte es la que más me enoja. Solo espero que me lo digas con sinceridad y que no te molestes por esto.
Mis nervios volvieron al ataque y las palmas de mis manos se pusieron sudorosas al instante.
—Anna… ¿Soy yo el padre de esa bebé que esperas?
Abrí y cerré la boca al menos unas veinte veces antes de atragantarme con mi propia saliva.
—¿Qué? —pregunté en estado atónito.
—Rosie no lo hizo con mala intención pero… yo le conté lo que pasó esa noche, con Mason y Marie…
—Detente —finalmente encontré mi voz para hablar en más de una palabra—. Es suficiente. Sé de qué hablas y no puedo creer que me estés preguntando esto.
—Sé que puede sonar una locura pero ella me dijo…
—No me interesa lo que te haya dicho. No puedo entender cómo es que se te pasó por la cabeza preguntarme algo como eso. ¿Ahora dudas que eres el padre?
—Yo no he dudado; es que Rosie me preguntó si no existía la pequeña posibilidad de que hayas entrado en shock y hubieras suprimido el evento traumático y…
—Por favor detente. No sigas —las lágrimas se reunieron una vez más por mis ojos, sollocé en silencio—. ¿Crees que Mason es el papá?
—Yo, a diferencia de lo que puedas pensar, no salto a conclusiones apresuradas. Nunca dije nada parecido.
—¿Me preguntaste si eras el papá? Además, ¿por qué tenías que contarle a ella sobre esa situación vergonzosa?
—Tú tienes a las chicas: Rita, Shio, Mindy… yo la tengo a ella como amiga.
—No es ni de cerca lo mismo. Mis amigas, a diferencia de la tuya, no quieren cogerme hasta que amanezca como se nota que Rosie quiere hacer contigo. ¡Estás ciego por ella! Y eso me hiere más que todo lo que me has dicho hasta ahora. ¿Qué pasaría si te dijera que este no es tu bebé? ¿Siempre te hubieras querido casar conmigo?
—¡No desvíes el tema! Sabes perfectamente que yo daría hasta mi piel para evitarte cualquier dolor.
—Pues no se nota —lloré—, porque el dolor aquí lo estás causando tú mismo. Respóndeme ahora, ¿siempre te hubieras casado conmigo? Porque sino, todavía estamos a tiempo de separarnos y hacer como si nunca nos hubiéramos visto.
—Me casé contigo porque te quería… porque te quiero, te amo. No digas esa clase de tonterías y no dudes nunca de lo que siento.
—Pero tú si puedes dudar de lo que yo siento, ¿verdad? Tú sí dudas de mí por lo que te dijo la zorra de sonrisa carismática. Dios me perdone si llego al día de mañana sin haberle dejado marcada mi huella en su estúpido rostro a esa “tu amiga”.
—Estás sobre actuando, no es así.
—¿Sobre actuando? —resoplé, poniéndome de pie y sosteniendo mi agitado estómago—. Bien, has de cuenta que Mason me embarazó… o mejor, has de cuenta que fue Mason quien me vio sangrar en nuestra primera relación sexual.
—¡Ya, basta! —gritó, llevándose ambas manos a los oídos, bajándolas rápidamente—. Es suficiente, Anna. No lo dije porque dude de tu palabra o desconfíe de lo que me dijiste pero sé que puede ser traumático y pudo haberse borrado de tu memoria, como esos recuerdos de memoria selectiva. Quería que recordaras muy bien todo, que pensaras en los hechos ocurridos ese día, no es que ame menos a esa bebé… es que quiero matar al hijo de puta si el rumor es cierto.
—¿Rumor? —sequé las lágrimas de mis ojos, con mi corazón latiendo apresurado y mi garganta cerrada en un nudo—. ¿Ahora hay rumores de eso? Seguro Rosie y tú hacen apuestas sobre quién es el verdadero padre, ¿no?
—Claro que no.
—¿Sabes qué? Ya no quiero seguir escuchando nada más. Dijiste que dormirías en otra habitación así que… creo que deberías de hacerlo. Estoy cansada y quiero dormir.
—Lo siento Anna pero, sí, pienso que embarré las cosas con lo que dije aunque…
—Adam, por favor vete. Sal con Rosie o haz lo que quieras, ya no me importa. Tal vez sí fue un error habernos apresurado con la boda y… todo esto —señalé a la habitación entera.
—No digas eso, nena.
—Ahora resulta que soy “nena”. No era tu nena cuando me gritabas enojado y hacías reclamos inútiles.
—No eran inútiles, al menos no el que concierne a mi hermano. Él es peligroso y tú no lo entiendes.
Negué con la cabeza, secando el nuevo lote de lágrimas que no paraban de caer.
—Ahora lo hago. Es un gen que viene de familia; ambos son peligrosos solo que tú lo eres de distinta manera.
—Te dije que era peligroso y estuviste bien con eso.
—Sí, y me advertiste que eras peor que el ébola y no pensé adecuadamente en ese entonces… me doy cuenta ahora que es una enfermedad de las peores.
—Y eso que todavía no has escuchado el resto.
—¿El resto de qué? ¿El resto de mierda que Rosie te dijo en mi contra? Ni siquiera quiero oírlo. En lo que a mi concierne, Rosie debe morir.
—Me dijo cosas interesantes.
—Pues deberías dejar de escucharla. Seguro quiere un padre para su hijo y está tan desesperada que hasta al pobre de Key lo desea entrometer.
—Me enseñó…
—No quiero saberlo —lo detuve—. Por favor, vete ahora.
Ambos nos quedamos en silencio por un momento antes de escuchar un suspiro ruidoso y el arrastrar de unos zapatos por el suelo. La puerta se cerró después de eso y yo me eché a llorar aún más fuerte de lo que ya lo hacía.
Tal vez era mejor de esa forma, él y yo nunca debimos habernos casado con tantas cosas que poníamos primero antes que la relación.
Al día siguiente, sin pensarlo demasiado, tomé mi maleta y escapé del hotel por mi cuenta.
Tomé un taxi, evitando que alguien pudiera reconocerme, y probé a jugar de la manera que Adam había jugado conmigo en el pasado: huyendo cuando las cosas empezaban a ser demasiado pesadas como para soportarlas.
—Tal vez yo… ¿debería irme? —dijo la rubia, terminando la frase con una pregunta—. Esta es una discusión de pareja y no tengo por qué entrom…
—¡No! —gritó Adam—, quédate. Al parecer ahora somos una pareja de secretos. Tal vez sea hora que esos secretos salgan y se divulguen a los cuatro vientos.
—Pero es que yo no quise… que ocurriera esto —sus ojos buscaron los míos por primera vez desde que puse un pie en la habitación, lucía avergonzada y parecía que trataba de encogerse o esconderse.
—¿Podrías al menos decirme qué fue lo que pasó? —le susurré a Adam—. No entiendo qué es lo que sabes y te hace pensar que te odio como para no decírtelo.
Él apretó sus dientes y pude ver cómo tensó su mandíbula.
—Ahora no, Anna. Simplemente… descansa por los momentos.
Fruncí el ceño y me aparté justo cuando él intentaba tomar mi brazo para dirigirme a la cama.
—¿Por qué sigue usando tu camisa? —estallé de rabia—. ¿Qué te dijo para que te pusieras de esta manera?
—¿Qué me dijo? —repitió él, su voz sonando contenida y profunda—. Me dijo la verdad.
—¿La verdad de qué? ¿Qué hice?
—Eh… ¿chicos? —interrumpió Rosie—, ¿será que pueden hablar de esto más tarde? De verdad que no fue mi intensión. Ah, y lo de la camiseta de Adam es porque no me quedaba ninguno de tus vestidos, soy un poco más ancha de los brazos.
—Para eso es que existen los vestidos sin mangas —la fulminé con la mirada.
Intenté sostener la toalla, haciendo un gran esfuerzo para no perder el control y salir corriendo lo más lejos posible de este Adam que no se parecía en nada con el que me casé.
—Necesitas dormir primero —me regañó el susodicho—. Todavía tienes fiebre y, enojado o no, no soy tan animal como para discutir en estas condiciones.
—¿Qué condiciones si tu no me estás diciendo nada?
—Hablaremos más tarde, Anna. Ahora déjame escoltar a Rosie a su habitación. Cámbiate, ponte algo abrigado y luego paso para hablar a solas.
Suspiró audiblemente y se llevó una mano por toda la cara, como para sacarse la preocupación, y luego me miró fijamente.
—Espero que todo esto haya sido un simple malentendido —amenazó. Nunca lo había escuchado tan enfadado.
Sin dejar de mirarme se acercó a la puerta de la habitación y dejó que Rosie pasara primero. Cerró con fuerza, casi dando un portazo.
Temblando me senté en la orilla de la cama, con mi cabello aún húmedo y mi fiebre en aumento.
Vaya luna de miel la que pasábamos. No me quería imaginar lo que sucedería si nos seguíamos quedando junto a la rubia que aparentaba ser inocente pero en realidad era peor que un lobo que asechaba sigilosamente.
Mi estómago se agitó repentinamente, sintiendo el malestar que me tendría vomitando en aproximadamente unas horas si no tomaba reposo y lograba tranquilizar mis nervios.
Pasada una media hora Adam entró por la puerta; si era posible estaba más enojado que antes. Mis nervios aumentaron con terror.
—¿Podrás explicarme qué sucede ahora? Estoy confundida —dije con una voz neutral.
Él me observó de pies a cabeza, desde mi cabello mojado, pasando por mi vestido con estampado florar hasta las rodillas, y mis pies descalzos.
Mis ojos se pusieron húmedos con solo mirar su postura tan tensa, recordando la vez que me pidió que me fuera de su departamento porque ya no me quería cerca. Se sentía como si volviera a repetirse en cualquier momento.
—¿Entonces? —presioné un poco más.
—Lo siento Anna, pero estoy tan enojado contigo que justo ahora no deseo verte. Dormiré en otra habitación y mañana saldré con Rosie; al menos ella sí trata de actuar con sinceridad.
Las lágrimas en mis ojos se salieron de control y no las pude contener.
—No hagas esto —supliqué—. No fue mi intensión ocultarte las cosas…
—Por favor, ahora no, Annabelle. No empeores esto y sólo deja que entre algo de aire en mi cabeza mientras decido si casarnos de verdad valió la pena.
—¿Si de verdad valió la pena casarte conmigo? ¿Estás escuchándote?
Solté un sollozo horrible desde el fondo de mi garganta.
Él hizo una mueca, como si no pudiera creer lo que acababa de decir.
—Yo…
—Oh, no. Ahora ya no puedes retractarte de tus palabras —lo acusé. Mis ojos húmedos por las lágrimas y voz ronca.
—¡Bien! ¿Quieres saber qué me molesta? —explotó en un arranque de ira.
—Pues ya es hora de que alguno de los dos hable de una vez por todas. ¿Tan malo fue lo que hice como para que quisieras reconsiderar nuestra boda?
—No quise decirlo de esa forma.
—¿Y de qué forma se puede decir algo como eso? Deberías pensarlo mejor antes de soltar cosas que hieran a propósito.
Él lucía arrepentido mientras miraba las grandes gotas de lágrimas bajar por mis mejillas.
—¿Es verdad que tenías una cita la próxima semana para ver a mi hermano? —preguntó finalmente con voz ansiosa.
Me tensé de inmediato y tuve que sujetarme el estómago para no vomitar todo ahí mismo, del alivio. Pensé que él sabría sobre las gemelas y mi estúpida decisión de no decirle nada, decisión que me estaba comiendo viva.
—¿Eso te dijo ella? ¿Cómo supo eso?
—Responde, Anna. No quiebres mi paciencia. ¿Es verdad?
Asentí con la cabeza.
—Es cierto. No es ningún delito, además tuve que escuchar por boca de tu abuela la noticia de que él en realidad no estaba muerto.
—¡Por supuesto que ella está metida en esto! —reflexionó más para sí mismo—. Pero claro, te contó todo. Y tú ignoras el hecho de que no te lo dije por una justa razón. Sabía que me harías llevarte a conocerlo, por eso te mentí, porque me imaginé que sucedería exactamente esto.
—No tiene nada de malo. Él ni siquiera iba a acercarse a mí, tendría a la abuela Gertrude, a los asistentes de la clínica, a…
—No sigas diciendo más, por favor. Detente.
—Pero…
—Solo estás empeorando la situación.
—¿Qué te dijo Rosie? ¿Por qué te enojas tanto con algo de lo que tú mantenías en secreto en primer lugar?
—Porque eso no fue lo único que me contó.
—¿Hay más? ¿Podrías hablar conmigo, escucharme al menos por una vez? Sería agradable que quisieras saber mi opinión antes de juzgar por lo que te diga tu gran amiga del alma. ¿Cómo sabes siquiera que ella es de buen corazón? ¿Cómo estás tan seguro de que Key es el padre del bebé que carga en su vientre?
—Basta de acusaciones. ¡Ella es una gran persona! El hecho de que estés celosa no significa que me tengas que ocultar las cosas que me ocultaste.
—¡No son celos! —tal vez un poco—. ¿Le crees más a ella que a mí, tu esposa?
Él se quedó en silencio, con los brazos cruzados y sin revelar otro sentimiento más que el enojo. Se dio la vuelta y caminó hacia el armario empotrado en la pared, sacando una toalla de un estante alto.
Se acercó hacia mí y se quedó unos pasos alejado. Me tendió la toalla y empezó a secar mi cabello.
—¿Qué estás haciendo? —me aparté dándole un manotazo en el hombro.
—Te puedes resfriar.
Me aparté un vez más cuando hizo un segundo intento con la toalla.
—Sí, lo admito, quise conocer a tu hermano. Sentía curiosidad, pero es más que eso —hablé cuando finalmente se rindió con mi pelo mojado.
—¿Qué más puede ser? ¿Por qué querría una mujer embarazada conocer a un psicópata que no está bien del cerebro, que mató a su esposa e intentó también matar a su propia hija? Es porque dudas de mi palabra, todavía dudas de si lo que digo es verdad, ¿no es cierto?
Si lo ponía de esa forma sonaba escandaloso y feo.
Agaché la cabeza, sintiéndome tonta por un momento.
—No es eso… Yo lo siento —dije finalmente—. Pero me duele que la palabra de ella pese más que la mía.
—Y a mí me duele que mi palabra entre por un oído y salga por el otro, me duele que sea descartada.
Touché.
No podía verlo a la cara ahora que él sonaba más tranquilo y menos déspota como hace unos momentos atrás pero todavía no olvidaba sus palabras: “dormiré en otra habitación… decido si casarnos debió valer la pena… no deseo verte”.
Él se agachó para estar al mismo nivel de mis ojos y me tomó de la mano.
—Ahora entiendes parte de mi enojo. Lamento sonar de esta manera tan dura pero no entiendes lo difícil que es para mí saber que estuviste a punto de entrar en un lugar peligroso con una persona peligrosa.
—¿Y la otra parte?
Adam abrió la boca pero la cerró al instante.
—¿Cuál otra parte?
—Dijiste que ahora entiendo parte de tu enojo. ¿Cuál es la otra parte que no estoy entendiendo?
—La otra parte es la que más me enoja. Solo espero que me lo digas con sinceridad y que no te molestes por esto.
Mis nervios volvieron al ataque y las palmas de mis manos se pusieron sudorosas al instante.
—Anna… ¿Soy yo el padre de esa bebé que esperas?
Abrí y cerré la boca al menos unas veinte veces antes de atragantarme con mi propia saliva.
—¿Qué? —pregunté en estado atónito.
—Rosie no lo hizo con mala intención pero… yo le conté lo que pasó esa noche, con Mason y Marie…
—Detente —finalmente encontré mi voz para hablar en más de una palabra—. Es suficiente. Sé de qué hablas y no puedo creer que me estés preguntando esto.
—Sé que puede sonar una locura pero ella me dijo…
—No me interesa lo que te haya dicho. No puedo entender cómo es que se te pasó por la cabeza preguntarme algo como eso. ¿Ahora dudas que eres el padre?
—Yo no he dudado; es que Rosie me preguntó si no existía la pequeña posibilidad de que hayas entrado en shock y hubieras suprimido el evento traumático y…
—Por favor detente. No sigas —las lágrimas se reunieron una vez más por mis ojos, sollocé en silencio—. ¿Crees que Mason es el papá?
—Yo, a diferencia de lo que puedas pensar, no salto a conclusiones apresuradas. Nunca dije nada parecido.
—¿Me preguntaste si eras el papá? Además, ¿por qué tenías que contarle a ella sobre esa situación vergonzosa?
—Tú tienes a las chicas: Rita, Shio, Mindy… yo la tengo a ella como amiga.
—No es ni de cerca lo mismo. Mis amigas, a diferencia de la tuya, no quieren cogerme hasta que amanezca como se nota que Rosie quiere hacer contigo. ¡Estás ciego por ella! Y eso me hiere más que todo lo que me has dicho hasta ahora. ¿Qué pasaría si te dijera que este no es tu bebé? ¿Siempre te hubieras querido casar conmigo?
—¡No desvíes el tema! Sabes perfectamente que yo daría hasta mi piel para evitarte cualquier dolor.
—Pues no se nota —lloré—, porque el dolor aquí lo estás causando tú mismo. Respóndeme ahora, ¿siempre te hubieras casado conmigo? Porque sino, todavía estamos a tiempo de separarnos y hacer como si nunca nos hubiéramos visto.
—Me casé contigo porque te quería… porque te quiero, te amo. No digas esa clase de tonterías y no dudes nunca de lo que siento.
—Pero tú si puedes dudar de lo que yo siento, ¿verdad? Tú sí dudas de mí por lo que te dijo la zorra de sonrisa carismática. Dios me perdone si llego al día de mañana sin haberle dejado marcada mi huella en su estúpido rostro a esa “tu amiga”.
—Estás sobre actuando, no es así.
—¿Sobre actuando? —resoplé, poniéndome de pie y sosteniendo mi agitado estómago—. Bien, has de cuenta que Mason me embarazó… o mejor, has de cuenta que fue Mason quien me vio sangrar en nuestra primera relación sexual.
—¡Ya, basta! —gritó, llevándose ambas manos a los oídos, bajándolas rápidamente—. Es suficiente, Anna. No lo dije porque dude de tu palabra o desconfíe de lo que me dijiste pero sé que puede ser traumático y pudo haberse borrado de tu memoria, como esos recuerdos de memoria selectiva. Quería que recordaras muy bien todo, que pensaras en los hechos ocurridos ese día, no es que ame menos a esa bebé… es que quiero matar al hijo de puta si el rumor es cierto.
—¿Rumor? —sequé las lágrimas de mis ojos, con mi corazón latiendo apresurado y mi garganta cerrada en un nudo—. ¿Ahora hay rumores de eso? Seguro Rosie y tú hacen apuestas sobre quién es el verdadero padre, ¿no?
—Claro que no.
—¿Sabes qué? Ya no quiero seguir escuchando nada más. Dijiste que dormirías en otra habitación así que… creo que deberías de hacerlo. Estoy cansada y quiero dormir.
—Lo siento Anna pero, sí, pienso que embarré las cosas con lo que dije aunque…
—Adam, por favor vete. Sal con Rosie o haz lo que quieras, ya no me importa. Tal vez sí fue un error habernos apresurado con la boda y… todo esto —señalé a la habitación entera.
—No digas eso, nena.
—Ahora resulta que soy “nena”. No era tu nena cuando me gritabas enojado y hacías reclamos inútiles.
—No eran inútiles, al menos no el que concierne a mi hermano. Él es peligroso y tú no lo entiendes.
Negué con la cabeza, secando el nuevo lote de lágrimas que no paraban de caer.
—Ahora lo hago. Es un gen que viene de familia; ambos son peligrosos solo que tú lo eres de distinta manera.
—Te dije que era peligroso y estuviste bien con eso.
—Sí, y me advertiste que eras peor que el ébola y no pensé adecuadamente en ese entonces… me doy cuenta ahora que es una enfermedad de las peores.
—Y eso que todavía no has escuchado el resto.
—¿El resto de qué? ¿El resto de mierda que Rosie te dijo en mi contra? Ni siquiera quiero oírlo. En lo que a mi concierne, Rosie debe morir.
—Me dijo cosas interesantes.
—Pues deberías dejar de escucharla. Seguro quiere un padre para su hijo y está tan desesperada que hasta al pobre de Key lo desea entrometer.
—Me enseñó…
—No quiero saberlo —lo detuve—. Por favor, vete ahora.
Ambos nos quedamos en silencio por un momento antes de escuchar un suspiro ruidoso y el arrastrar de unos zapatos por el suelo. La puerta se cerró después de eso y yo me eché a llorar aún más fuerte de lo que ya lo hacía.
Tal vez era mejor de esa forma, él y yo nunca debimos habernos casado con tantas cosas que poníamos primero antes que la relación.
Al día siguiente, sin pensarlo demasiado, tomé mi maleta y escapé del hotel por mi cuenta.
Tomé un taxi, evitando que alguien pudiera reconocerme, y probé a jugar de la manera que Adam había jugado conmigo en el pasado: huyendo cuando las cosas empezaban a ser demasiado pesadas como para soportarlas.
Published on October 13, 2014 21:31
date
newest »
newest »
message 1:
by
Alondra
(new)
Oct 15, 2014 01:35PM
Lia, me matas.
reply
|
flag
Lia Belikov's Blog
- Lia Belikov's profile
- 401 followers
Lia Belikov isn't a Goodreads Author
(yet),
but they
do have a blog,
so here are some recent posts imported from
their feed.

