POAW - Capítulo 16 - Parte 1
El capítulo es cortito y la segunda parte se las dejaré en estos días. En Wattpad lo postearé hasta que lo tenga completo!
Gracias por leerme :D
Capítulo 16Rosie debe morir
Esta era la peor luna de miel de la historia.
Mi marido se encontraba consolando a una mujer que definitivamente no era yo, rodeando con su brazo la cintura de la chica y tratando de hablarle con voz suave en caso de que ella se fuera a desmayar sobre el pavimento.
Llámalo celos, pero me sentía furiosa de ver lo íntimos que lucían ambos. Y tal vez sonará mal pero deseaba que acabara de una vez con el drama y nos dejara continuar con nuestro camino hacia las tortugas. Me hice ilusiones de verlas.
Mientras caminábamos, de la nada, la rubia se retorció incómodamente y dobló el cuerpo.
—¡Ahh! —gritó ella, llevándose una mano a su vientre.
Adam se detuvo en seco y vi cómo entraba en pánico sin saber qué hacer.
—¿Rosie? —preguntó—, ¿qué sucede? ¿Quieres que te lleve al hospital o llame una ambulancia?
Ella negó rápidamente con la cabeza.
—Estoy bien. Todavía no es la fecha de parto. Solo son algunos dolores típicos, no te preocupes, no es nada que requiera atención médica. Llévame con mi hermana y todo estará bien.
Sonrió cansadamente.
Tal vez yo estaba siendo demasiado egoísta con ella porque sinceramente la chica parecía como si no hubiera dormido bien durante semanas. Debería ser más compresiva.
—¿No te ha dolido la espalda últimamente, Ambar? Porque yo estoy que no aguanto —murmuró.
Olvidé lo de ser amable e hice una mueca.
—Es Anna —aclaré de mala gana—. Y sí, tengo que dormir de lado porque sino el bebé patea mucho y mi espalda duele.
—Lo siento —se disculpó—, siempre cambio los nombres. A Adam lo llamé Andrés durante un par de meses hasta que un día se enojó y me dijo que nunca lo volviera a llamar de esa forma.
Ambos, Adam y ella, se echaron a reír.
Yo no lo encontré gracioso. No habían pasado ni cinco minutos cuando le dije mi nombre, y a menos que ella tuviera memoria a corto plazo, pensaría que lo hacía a propósito.
—Pues estos dolores no son precisamente caídos del cielo. Más adelante es —susurró con voz débil.
Resoplé disimuladamente, deseando no volver a encontrarnos con Rosie en lo que quedaba del día… o del viaje.
—¿Qué les parecería almorzar más tarde? —preguntó entonces la rubia.
Me abstuve de rodar los ojos y cerrar la boca para evitar mandarla al carajo, pero para mi sorpresa, Adam negó con la cabeza:
—Lo siento Rosie pero hoy vamos a pasar el día juntos.
—Oh, claro. Cierto, cierto… por un momento olvidé que estaban de luna de miel. ¡Torpe de mí!
Mi mueca se transformó en sonrisa y sentí como si hubiera ganado una pequeña batalla.
Anna: 1, Rosie: 0
—Además —continuó Adam, estirando su brazo libre para tomarme la mano—, le prometí a alguien que veríamos las tortugas y eso es precisamente lo que voy a hacer; aunque la chica en cuestión mintió sobre el tamaño de las mismas.
¡Veríamos las tortugas!
No podía creerlo. Casi me echaba a llorar.
Anna: 2, Rosie: 0
La rubia lucía impresionada. Sus manos aferrándose a la tela de la camisa de Adam, como si no quisiera dejarlo ir nunca.
Apreté con más fuerza la mano de mi marido.
—¿Qué tal una cena? —insistió ella—. Tengo deseos de saber cómo fue su boda. ¿Les gustaría cenar conmigo?
Adam me miró por aprobación… aprobación que definitivamente me rehusaba a dar. Pero de igual forma no fue necesaria porque él ya se encontraba asintiendo en esta ocasión.
—Claro, nos vemos en la cena entonces —respondió por ambos—. Tenemos fotografías, las llevaré.
—¡Excelente! —chilló—. Yo también tengo unas cuantas, de cuando éramos apenas unos críos y jugábamos sobre las ramas de los árboles.
Adam y ella rieron con fuerza, recordando viejos tiempos al parecer.
—¡No me digas que tienes aquellas imágenes de cuando te caíste del árbol!
Rosie asintió entusiasmada.
—Las tengo todas. Hasta la que tomó mamá cuando me diste mi primer beso como disculpa por haberme roto el brazo.
Ella rió y Adam se ruborizó profundamente.
Fruncí el ceño e hice una mueca. ¿Primer beso? ¿Tenía una foto de su primer beso con Adam?
Ahora quería golpearla.
—Oh, espero que eso no te haga sentir incómoda —ella me examinó con sus ojos azules.
Le di mi mejor sonrisa hipócrita y me quedé en silencio el resto del viaje mientras ellos conversaban sobre lo bonito de su niñez y cómo Adam comenzó a darle besos (en los labios) cada vez que ella se astillaba sus dedos gordos o cuando simplemente obtenía un pequeño raspón o le dolía la uña del pie.
Aggg. Me sacaba de quicio.
Justo antes de entrar al hotel y dejarla en el restaurante, ella nos aseguró que ya se encontraba en condiciones para caminar sola el resto del camino e insistió que la dejáramos en la entrada.
Al parecer lucía arrepentida por haber hecho que nos desviáramos de nuestro destino.
Se despidió de Adam con un jugoso beso en la mejilla que le dejó todo el cachete marcado con su lápiz labial rosado, y a mí me hizo un saludo insignificante con la mano.
—Nos vemos esta noche. Por cualquier cosa, tienes mi número —le guiñó un ojo.
La vimos entrar al restaurante y sonreír al camarero, caminó hasta que ya no pudimos distinguirla a lo lejos entre los comensales.
—Así que… —comencé— ¿besos cada vez que se hería? Debiste ser su héroe todos esos años.
—Nena…
Alcé mi mano, callando lo que fuera que saldría de su boca.
—Ni te molestes. Estoy enojada. Iré a ver las tortugas yo sola.
—No deberías sentirte celosa por cosas que ocurrieron hace más de doce años atrás.
—¿Celosa? —resoplé—. Já, yo no estoy celosa. ¿Furiosa? sí.
Miré de forma recelosa hacia su mejilla estampada con lápiz labial y, sin pensarlo demasiado, llevé mi dedo pulgar a mi boca para humedecerlo y luego repasarlo sobre la estúpida marca en un intento por borrarla.
Escuché la risita de Adam justo cuando me tomó de la cintura para evitar que tropezara con las puntas de mis pies.
—Anna, entiende que ella solo me tiene en esos momentos del pasado. Esos recuerdos de cuando éramos niños es todo lo que siempre será entre ella y yo; en cambio tú me tienes para toda la vida. No deberías estar celosa o enojada.
Me rehusé a verlo a los ojos y admitir que me convirtió en papilla con esas palabras. Yo era demasiado fácil de impresionar.
—Pasado o presente, no importa, te dejó marcado con lápiz labial caro. Costará que se borre a menos que ponga más saliva o raspe con fuerza —murmuré con enojo.
—Nena —apartó mi insistente dedo pulgar y luego lo besó y lamió—. Tus labios están marcados permanentemente, no se comparan con esos —levantó su muñeca, mostrando el tatuaje de mis labios—. ¿Lo ves?
Quería decir algo inteligente, pero lo que salió de mi boca fue un: baggsh.
Carraspeé hasta apartarme un poco de él, alisando las arrugas imaginarias de mi vestido.
—Bien. Vamos pronto o perderemos la oportunidad de ir al acuario —dije con voz ronca.
Antes de que pudiera avanzar, Adam me tomó de los hombros y se inclinó para presionar sus labios contra los míos, besándome tiernamente.
—Por algo me tatué lo que me tatué en el dedo —susurró besándome una vez más—. No te quedan bien los celos.
—¿Pero a ti sí?
—A mí me queda bien todo, incluso los celos.
Me guiñó un ojo y me ofreció esa sonrisa seductora que me hacía ver de forma bizca automáticamente.
—Si sigues haciendo eso te vas a arruinar la vista y luego ocuparás lentes —susurró, divertido.
—Tal vez primero deberíamos subir a la habitación —cambié rápidamente de tema.
Las cejas de Adam se elevaron hasta el nacimiento de su cabello.
—¿Ahora? ¿No querías ver a las tortugas? Pensé que había saciado todas tus necesidades esta mañana, pero no me quejo…
Lo golpeé en el hombro.
—¡No es eso! —mis ojos recorrieron en busca de oyentes indiscretos—. Es que tengo toallitas desmaquillantes para quitarte ese feo color de lápiz labial que no te queda bien.
—De acuerdo, de acuerdo. Lo que mi nena quiera.
Asentí y comencé a caminar en dirección a los elevadores en el lobby.
Me tomó de la mano y nos pusimos en marcha juntos.
Mientras esperábamos el ascensor, no aguanté la curiosidad para salir de dudas en cuanto a un tema en particular que moría por conocer:
—Hay algo que quiero saber —murmuré— ¿Quién es el papá del bebé que espera Rosie?
—Mmm…
Adam se quedó callado repentinamente.
—Tú debes saber. ¿Quién es? —insistí.
Y aunque probablemente yo no lo conociera o nunca hubiera oído hablar de él, quería que mi curiosidad fuera saciada.
—Es… —dio un suspiro largo y me soltó la mano para ponerla sobre mi barriga—, es algo entre ella y el padre.
—¿No piensas decirme? ¿Qué acaso conozco al chico?
—De hecho, sí, lo conoces.
—¿Lo conozco? —mis ojos se ampliaron—. Con más razón, dime quién es.
—Es Key.
Me quedé paralizada por un momento. Mi mente no procesaba lo que acababa de escuchar, mucho menos me imaginé que Adam fuera a decírmelo así de fácil.
—¿Key? ¿Tu amigo Key es el padre?
Asintió con la cabeza.
—Fue sin querer. Al parecer ambos habían bebido y las cosas se fueron de control… Rosie terminó embarazada y Key se hizo responsable de todo, aunque no se quiso casar con ella.
Mi boca seguía abierta desde que me dijo el nombre.
—Pero… pero ¿Rita y él?
El ascensor indicó que ya estaba en el primer piso y luego se abrieron sus puertas. Subí en modo automático.
—Exacto —murmuró—. Presiento que Rita es la razón por la que él no se está casando ahora con Rosie.
Otras dos parejas jóvenes se subieron al mismo elevador y presionaron los números de sus pisos mientras yo aún lucía congelada.
Rita no me había dicho ni una sola palabra al respecto. Ella no me había contado nada.
¿Qué clase de terrible amiga debía ser yo como para que ella no sintiera la confianza de decirme? Claro, por eso la notaba muy distante con Key últimamente.
Me sentía herida y sorprendida a partes iguales. Y yo que pensaba que tenía en alta estima a ese desgraciado con camisas de vaquero.
—Promete que no dirás nada —dijo Adam después de un momento—, Key no quiere que nadie sepa lo que ocurrió con Rosie. Ni siquiera la misma hermana de Rosie lo sabe.
—¿Por qué no quiere que se sepa nada?
—¿No has tenido secretos que quisieras conservar antes de divulgarlos aunque sea a la persona más cercana?
Sus ojos verdes me miraron con expresión determinada.
¿Acaso él…? ¿Él? ¿Él sabía lo de las gemelas y por eso me decía esa frase mística sobre secretos?
Abrí y cerré la boca repetidamente hasta que Adam me tomó de la barbilla y me besó en los labios.
La pregunta sobre la confianza rebotó de nuevo en mi contra: ¿qué clase de persona exigía confianza pero no le demostraba al chico que amaba que, de hecho, confiaba en él?
Me sentía hipócrita.
Llegamos rápidamente a nuestro piso y bajamos en un silencio incómodo. Mi estomago decidió revolverse en ese instante.
Llevé una mano a mi boca para detener las ganas de vomitar, pero no sirvió de nada.
—Anna, ¿qué…?
Me apresuré hasta detenerme frente a una gran planta de base rectangular y vomité todo el contenido de mi estómago, haciendo ruidos fuertes de arcadas.
Unas grandes manos acariciaron mi espalda y apartaron mi cabello mientras yo buscaba apoyo en la pared y limpiaba mi frente sudada.
—Estoy bien —murmuré apenada—. Ya se me pasó.
—Olvídate de las tortugas por hoy, por favor —suplicó Adam—. Vamos a la habitación, llamaré a un médico.
Intenté negar con la cabeza pero las ganas de vomitar no me abandonaron del todo. Vomité una segunda vez, esta vez sobre la fina alfombra.
****
Gripe estomacal. Eso dijo el doctor que tenía. ¿Lo peor de todo? No podía tomar ningún medicamento para aliviar mi malestar debido al embarazo.
No afectaba a las bebés pero sí podía llegar a deshidratarme con facilidad ya que mi sistema inmunológico se encontraba desprotegido.
Adam procuraba que estuviera confortable mientras me recostaba en la cama e intentaba masajear mis pies.
—Sabía que teníamos que haber esperado —murmuró como por décima vez—. Soy un tonto, perdóname. En cuanto te sientas mejor nos vamos a casa.
Negué con la cabeza, con mis manos elevadas sobre la almohada.
—No te lo permitiré. Voy a mejorar y… —bostecé con fuerza, me sentía cansada—, y quiero ver las tortugas.
—Tú y tus tontas tortugas. Prometo que vendremos después del embarazo. O mejor, te compraré una docena de ellas cuando lleguemos a casa.
Quería negar enfáticamente pero cada vez se me hacía más difícil mantener mis párpados abiertos.
—Ya tenemos mucho animales —dije casi de manera incoherente—. No quiero ser otra Mindy. Además Ricky es muy celoso con Nicole y… Nicole quiere ver a su banda de chicos favorita. El otro día yo le hice un comentario sobre eso… con bananas y todo.
Me costaba concentrarme y buscar las palabras adecuadas. Cada vez mis ojos querían cerrarse un poquito más.
—Cancelaré la cena con Rosie.
Sentí que se inclinó para besar mi sudorosa frente y luego acomodó mi almohada.
—No —intenté abrir los ojos pero fue inútil—. No la canceles, voy a mejorar. Quiero restregarle en la cara que tu eres mío y no de ella.
Escuché su risa y quise reír con él.
—Ya se lo restregarás después, ahora descansa.
En un intento desesperado lo tomé de la camiseta.
—Lo siento —murmuré—, no era mi intención. Te amo, de verdad lo hago pero… soy una terrible mentirosa. Tus hijas… mereces saberlo todo.
Podía sentir a Adam a mi lado, absorbiendo cada palabra que salía de mis labios. Quería disculparme por mentirle sobre las gemelas pero mi boca se puso pastosa y mi cabeza se sintió nublada.
—Duerme tranquila. Mañana me cuentas —susurró él.
Eso fue lo último que escuché antes de perder la conciencia en un sueño muy profundo.
****
Cuando abrí de nuevo los ojos alguien había colocado un recipiente plástico al lado de mi cama, inmediatamente vomité y luego volví a caer dormida en un santiamén.
***
Pasaron lo que se sintieron días, y yo me intercalaba entre lo consciente y lo inconsciente, vomitando una vez y a la siguiente sintiendo algo fresco en mis labios. Agua.
La segunda vez que pasé consciente por más tiempo noté que me encontraba desnuda en la gran bañera de nuestro baño en el hotel. Sentí una mano sosteniéndome de la cintura mientras mojaba mi cuello y mis pechos, y parpadeé hasta ver la firme expresión en el rostro de Adam.
—Ey —saludé con voz débil y quebradiza—. ¿Por qué esa cara?
Su rostro se suavizó al verme despierta y sus manos inmediatamente fueron a parar a mi cara.
—Qué bueno que despertaras. Temí lo peor.
Sonreí quedamente, sintiendo mis huesos como fideos temblorosos.
—Ya estoy mejor.
—Todavía tienes fiebre —murmuró.
—Claro que no. Admite que solo querías tenerme desnuda en la bañera.
—Ojala fuera solo eso, nena. ¿No tienes ganas de vomitar?
Esperé un segundo para saber si mi estómago se revolvía, pero nada pasó.
—No. Nada de ganas.
—Bien. Ya tuve que pagar para que remodelaran una de las alfombras.
Mi cara se calentó de vergüenza al recordar que había vomitado en una de ellas.
—No puede ser cierto. ¡Qué pena!
—Solo bromeaba —me besó en la cabeza mientras se ponía de pie y alcanzaba el gel de baño—. La mancha sigue allí, pero solo tú y yo sabremos lo que significa.
Untó un poco del gel con esencia a caramelo en sus manos y luego las pasó por mis hombros.
—¿Cuánto tiempo estuve así? —pregunté cerrando los ojos, dejando que me diera un delicioso masaje.
—Sólo ayer y hoy. Si te sientes hambrienta preparé sopa de pollo.
—¿Preparaste?
—Bueno, pedí servicio a la habitación… pero igual cuenta como un gran gesto.
Sus manos se posaron enseguida en mi cuerpo y sus dedos limpiaron y masajearon hasta el punto de volver a quedarme dormida.
Todo iba de maravilla hasta una voz chillona empezó a maldecir en la otra habitación.
Los músculos de mi cuerpo se tensaron y mis ojos buscaron los de Adam casi instantáneamente.
—¿Esa… es Rosie?
Él asintió muy a mi pesar.
—Ella ha estado ayudándome contigo.
Rechiné los dientes y quise meterme bajo el agua de nuevo. ¿Por qué ella de todas las personas en el mundo?
Estaba a punto de hacer la pregunta en voz alta, cuando, un golpecito en la puerta del baño me sacó de mis pensamientos.
—¿Adam, tienes un minuto?
Era ella. Y ni siquiera esperó a que él respondiera sino que abrió la puerta de un tirón.
—Lamento tener que decirte esto pero… —ella cerró la boca en cuanto vio que me encontraba despierta… y desnuda… con los manos de Adam presionadas en mi barriga, un poco más debajo de mis senos.
—Oh por… ¡Lo siento tanto! Pensé que la meterías a la bañera con todo y ropa. Puedo entrar después.
Se dio la vuelta y corrió lejos del baño.
Miré con cierto recelo hacia el chico de ojos verdes y lo fulminé con la mirada.
—¿Ella estaba usando una de tus camisas?
—No malinterpretes. La vomitaste encima y su hermana tiene una fiesta en su habitación, no podía cambiarse ahí.
—¿Y tenías que darle una de tus camisas? ¿Ni siquiera una de las mías, de las de maternidad?
Él se encogió de hombros.
—Ella la agarró. Mira, veré qué es lo que quiere y luego te meteré directo en la cama. Todavía tienes que reponer fuerzas porque mañana nos iremos a casa.
—No quiero irme, es nuestra luna de miel.
—Anna, por una vez en tu vida escucha lo que tengo que decir.
—Y tú escucha cuando te digo que tu amiga no me cae bien.
—Entendido. Ahora deja que vaya con ella y luego te saco de esta bañera. No te muevas o hagas mucho esfuerzo.
Se limpió el resto de gel de ducha en el lavamanos y a continuación se marchó dejándome sola.
Me sentía realmente frustrada tratando de decirle mis sentimientos sobre la chica. Apostaba lo que fuera a que ella armó un complot para engañar a Key y tratar de separar a Rita.
Las chicas silenciosas podían llegar a ser letales.
Lo único que podía decirse que valió la pena fue saber que había tenido el gusto de vomitarla encima.
Anna: 3, Rosie: 0
Pasados unos diez minutos, y cuando el agua se puso demasiado fría como para mantenerme dentro, me puse de pie e intenté tomar una toalla limpia de uno de los muebles de baño. La puerta se abrió inmediatamente y un Adam muy furioso entró azotando todo a su paso.
Cuando me vio de pie, desnuda e intentando estirar mi brazo para alcanzar la toalla, su enojo simplemente creció.
—Mierda —maldijo—. Anna, simplemente continuas haciéndolo, ¿no?
Furioso como estaba alcanzó la toalla y me cubrió con ella. Fue brusco al sacarme de la bañera y yo me quejé con gemido débil. Mi estómago continuaba delicado como para hacer movimientos bruscos.
—¿Adam, qué sucede?
Su mandíbula se tensó y la vena de su frente y la de su cuello se pusieron de acuerdo en aumentar de tamaño en ese instante.
—Ahora no, Anna.
—Pero por qué…
—Lo sé todo, de acuerdo. Lo sé. Lo que no entiendo es ¿cuándo pensabas decírmelo? ¿Hasta cuándo querías seguir mintiendo al respecto? Pensé que de ahora en adelante no habría secretos entre nosotros y apareces con esto.
—¿Qué?
Ay Dios, lo sabía. ¡Él lo sabía!
Casi resbalé en el suelo pero sus manos inmediatamente sujetaron mis muñecas.
—No puedo creerlo —murmuró mientras intentaba secar mi cabello con otra toalla—. No sabía que me odiaras tanto como para hacerme esto.
Abrí la boca para decirle lo mucho que lo sentía, pero ningún sonido salió de mis labios.
Mis ojos se nublaron y quise contener las lágrimas para que no las notara.
—Vamos —me dijo, siempre sonando brusco—. Te puedes resfriar y no es bueno.
Hizo una mueca antes de tomarme del brazo y llevarme al dormitorio donde Rosie seguía de pie, usando su camiseta. Ella lucía avergonzada y evitaba encontrarse con mis ojos.
¿Qué le habría dicho?
Published on September 22, 2014 11:46
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