Morí degollado con una lata de arvejas

Hoy, a las 12 del mediodía, morí. Fui degollado con la filosa tapa de una lata de arvejas. Un corte preciso y certero. Rápido. El asesino, el hombre del gas. "¿Qué te pensás, que te vas a hacer el vivo conmigo?", me dijo, mientras él y el encargado de mi edificio acomodaban mi cuerpo esangrentado sobre el piso de loza de la cocina. La sangre lo inundó todo a mi alrededor. Me concentraba en respirar, cuando los vi irse por la puerta. Pensé en ella, solo en ella, como una obsesión, hasta el último segundo. Mientras mi vista se fijaba sobre el techo y sobre un par de formas abstractas formadas por el extractor de la cocina. "¿Todo ésto para qué?", me pregunté, mientras los oía reírse, hijos de la oscuridad del cuerpo, en el ascensor. Y de repente todo fue negro, la luz se apagó. Por suerte todo eso sucedió solamente en mi imaginación. Aunque morí. Casi que podría jurarlo.