POAW - Cap. 14 - Parte II

Capítulo 14 - Parte 2Bienvenido a la boda, Bambi



Su tatuaje de anillo llevaba mi nombre en letra cursiva y artísticamente diseñada.

“Anna”, se leía en grande y con claridad.

—¡Te tatuaste mi nombre!

—Y no solo eso —dijo él misteriosamente. Dio vuelta a su dedo para que leyera la frase que se enrollaba alrededor de éste, la que se había tatuado también en conjunto: “Propiedad de…” que se unía perfectamente con el “Anna” de la parte frontal de su dedo.

—Es hermoso —susurré—. ¿Qué pasó con Bambi?

—Lamentablemente no tengo dedos anormalmente enormes, por lo que la frase no cabía por completo.

Se encogió de hombros.

—Es lo de menos. Igual me encanta —le aseguré.

El hombre de la túnica azul volvió a carraspear su garganta como por enésima vez, y sonrió cuando finalmente le prestamos atención.

—Bien. Por el poder que me declara el patrimonio greco-ortodoxo, y con el cual he sido bendecido desde los mismísimos y sacrosantos cielos, los declaro marido y mujer. Ahora sí, por favor señor Walker, bese a su esposa.

No tuvo que decir más porque Adam ya se había apresurado a tomarme del cuello y a encontrar la distancia perfecta entre mi barriga para besarme a su gusto. Llevó una de sus manos a mi vientre y le dio un apretón a mi estómago. Estuve tan perdida en ese beso, que no noté cuando corrieron las cortinas de seda blanca y la gente comenzó a aplaudir con entusiasmo.

Nos separamos y sonreímos estúpidamente y nos tomamos de la mano, como esposos.

Un pequeño ataque de pánico hizo que mi corazón se acelerara el doble con solo pensar que yo era la esposa de este hombre. Yo era la esposa de alguien. Yo era la esposa de Adam.

Los nervios me atacaron y no pude evitar presionar más fuerte contra su mano. No podía parar de repetir mentalmente que yo era su esposa.

—¿Estás bien, nena?

—Creo que estoy a punto de desmayarme… o vomitar. O desmayarme y vomitar.

—Tranquila —dio un beso en mi frente—. Ahora viene la mejor parte.

—¿Entonces? —pregunté— ¿Ya estamos casados?

—Eso creo… a menos que el sacerdote, cura o pastor que contrató Evelyn no sea legal. De cualquier forma, tú y yo somos esposos ahora… le guste a quien le guste.

Besó mi mano y luego procedió a acariciar mi vientre con la yema de sus dedos. Seguidamente su mano se trasladó a mi espalda descubierta y la tocó a su antojo.

—Amor —susurró cerca de mi oído, haciéndome cosquillas cuando sus labios chocaban contra mi oreja—, este vestido enseña demasiado. No quiero que otro esté… morboseandote.

—¿Morboseandome? ¿Esa es una palabra real?

—Lo es para mí. Si alguien se entusiasma demasiado mientras te abraza, solo dime y me encargo de que no utilice esas manos por al menos dos años.

Me reí en voz alta.

—Nadie va a morbosearme mientras tenga esta barriga por delante. Tranquilízate.

—Oh, créeme. Ahora hay de pervertido en pervertido…

Me tomó posesivamente de la cadera y sonrió cuando comenzamos a movernos.

Las damas de honor y sus parejas ya estaban formando una fila para abandonar el jardín, dirigiéndose hacia el lugar contiguo a donde nos encontrábamos.

Por mi parte yo no quería abandonar este sitio, todo era hermoso y no era justo dejar ese precioso altar con flores en el techo. Quería quedarme pero no sabía a dónde nos iríamos después.

Adam me ayudó a bajar los pocos escalones frente a nosotros y me tomó del brazo para caminar conmigo, dejándose arrastrar por familiares que desde ya querían saludarnos.

Se miraba atractivo y poderoso en su traje negro y su chaleco a juego. No, la palabra correcta era comestible. Él se miraba comestible… besable, abrazable, adorable… y todas esas otras cosas pecaminosas que terminaban en able.

No había duda, todo hombre debería vestirse al menos una vez en la vida con buen traje hecho a la medida. No sabía si era solo yo, pero ellos se miraban más apetecibles vestidos de forma elegante que viéndose informales.

Mamá fue la primera en llegar corriendo desde el público, lanzándose a mis brazos para llorar como niña pequeña. Papá estaba detrás de ella, acariciando su espalda. Después de unos segundos él también se unió al abrazo y a los sollozos de mamá.

Pronto sentí unas manitos tocándome por la espalda, abrazando mis piernas. Al bajar la vista noté que era la pequeña Nicole.

Alguien más se unió al abrazo. Esta vez lo sentí desde el fondo, era Adam.

—No sabía que esto era un abrazo grupal —dijo él con entusiasmo.

De alguna manera, conté varias cabezas uniéndose paulatinamente al abrazo. Entre ellos estaban mis amigos y la abuela de Adam. No sabía cómo, pero el grupo fue en aumento.

Llegó un momento en el que comencé a sofocarme por falta de aire.

—Oigan —murmuré, la mitad de boca estaba aplastada contra el hombro de mamá—. No puedo respirar bien.

Inmediatamente Adam comenzó a separar gente, a quitar a papá y a mamá de mi hombro, y a ponerse frente a mí.

—Muy bien todos. Todo fue muy romántico y eso pero… no dejan respirar a Anna y al pequeño Noah. Apártense.

Me sonrojé horriblemente cuando mencionó al bebé Noah. Hoy era el día en el que finalmente le revelaría todo; ya me sentía cansada de ocultárselo en primer lugar.

El abrazo grupal se fue diluyendo y comenzaron los abrazos individuales.

Mis mejillas fueron más besadas que las mejillas del papa. Hubo varios que depositaron sobres blancos en mis manos; Adam también estaba lleno de ellos. Me imaginé que eran o felicitaciones, o dinero. No sabía qué hacer con ellos.

Evelyn había contratado a una joven fotógrafa que no desaprovechaba el momento para fotografiar todo el suceso. Alguien apartó a Adam de mi lado, y ella lo siguió como fiel mascota.

Tendría que hablar con ella más tarde. No podía ir detrás de mi marido cada vez que le diera la gana.

Oh, ahora lo llamaba “mi marido”.

Me sonrojé nuevamente.

—¡No puedo creerlo! Todo fue tan romántico —dijo alguien a lo lejos, apartándome de mis pensamientos distractores. Había tanta gente rodeándonos que al principio no pude distinguir muy bien la voz.

Poco a poco una mata de pelo anaranjado se hizo paso entre la gente que me felicitaba, contoneando sus caderas y sonriendo coquetamente a su alrededor, enseñando sus pechos en el grosero y vulgar vestido que usaba.

Se detuvo frente a mí y me tiró a su encuentro para un abrazo, abrazo que yo no le devolví con mucho entusiasmo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, sonando estupefacta.

—¿Acaso ya no puedo saludarte, prima?

—Creí escuchar que ya no vendrías, que no te interesaba asomarte a la boda.

Se separó y se encogió de hombros, apartándose un poco el flequillo de la cara. Sus rizos naranja caían libremente detrás de sus hombros. Lucía, para mi pesar, muy hermosa.

—Somos familia. No podía faltar, pero no creas, si no venía probablemente mis padres me hubieran asesinado. Creen que tú y yo hacemos las paces.

Me abrazó una vez más sonriendo en dirección a mis tíos que estaban bebiendo alcohol en una esquina, junto a un seto con flores.

—Bien. Ya terminaste, ahora sería bueno que te retiraras —murmuré armándome de valor.

—No puedo —dijo sonriendo hipócritamente—, hay barra libre para el alcohol y ya encontré a alguien con quien pasar el rato en una de las habitaciones. Por cierto, muy bonito todo, un poco cursi, pero muy bonito.

Antes que ella pudiera decir una palabra más, un brazo ya se estaba enrollando sobre mi cintura.

—Marie —habló Adam muy secamente. Asintió con la cabeza para lucir educado, pero en sus ojos se podía ver lo enojado que estaba—. Creo que invitamos únicamente a gente deseable y eso no te incluye.

—Adam —le guiñó un ojo—. Bonita… fiesta. Y si mal no recuerdo, yo solía ser deseable para ti hace mucho tiempo. Deseable en la cama, en los muebles de la cocina, el comedor...

Sus ojos azules bajaron hacia el anillo tatuado en el dedo de Adam.

Carraspeó su garganta y se enfocó en sonreírnos de manera sobreactuada.

—Incluso recuerdo… —continuó— recuerdo que eras impulsivo. Te gusta tatuarte lo que sea que identifique a tu nueva novia de turno. ¿Qué le pasó a mi tatuaje? ¿Lo cubriste? Lo cierto es que no importa cuánto intentes tapar una cosa, siempre queda el recuerdo de lo que originalmente fue.

—Si pudiera, me habría quemado la piel para eliminarlo —respondió él con los dientes apretados—. Ahora, si terminaste con tu cizaña, tengo que llevarme a mi esposa a otro lado.

Marie hizo un gesto despreocupado.

—Llévatela, no importa, tengo a alguien con quien pasar el rato mientras tú y Anna juegan a la casita. Oh, antes de que lo olvide, Anna, Mason pasó el otro día por mi casa. Te deja saludos y te desea recordar que él siempre estará vigilándote muy de cerca.

Me guiñó un ojo y luego se echó a reír.

Noté a Adam listo para golpear algunas quijadas, pero se mantuvo estoico y se abstuvo de soltar la ira que lo envolvía como neblina.

—Lo siento —dijo Marie después de un rato—, fue divertidísimo ver tu reacción. No he visto a ese perdedor desde hace unos meses. Me contaron que te hizo una visita y que no te lo tomaste muy bien.

—Marie —dijo Adam—, vete a comer mierda… Ah, y no vuelvas a hablar con Anna, ni siquiera parpadees en su dirección.

Adam me tomó de la mano y me llevó casi a rastras fuera del radar de mi prima, dejándola con la palabra en la boca.

Cuando volteé hacia atrás para ver a Marie una vez más, ella se estaba riendo.

Adam me llevó siempre por el camino de grava en el jardín, conduciéndome hacia un gran patio donde había carpas por todos lados. Se colocaron mesas decoradas de manera elegante, y sillas que combinaban con el moño de mi vestido y con el traje de las damas de honor. Había una improvisada pista de baile con vista a un lago artificial, y la banda de chicos que cantó más temprano para nosotros en la ceremonia ahora nos deleitaban con música más conocida.

—Adam, más despacio —me quejé cuando noté que él no reducía la velocidad.

Se detuvo abruptamente y bajó la vista hacia su mano, en donde sus dedos se aferraban a mi muñeca, apretándola con fuerza y haciéndome un leve daño.

Me soltó inmediatamente y comenzó a suspirar demasiado fuerte.

—Lo siento, nena. Lo lamento demasiado —se disculpó—; es que Marie me saca de quicio. La noté entre el público y…

—¿Y mandaste a envolver todo el altar para que ella no interrumpiera?

Él me miró, sorprendido de haber acertado con facilidad.

Ahora la que suspiraba era yo. Pasé una mano sobre mi estómago y me rasqué la ligera comezón que sentía cerca de mi ombligo.

—Adam… —comencé, pero él me interrumpió.

—Yo no la invité. Jamás hubiera deseado que estuviera aquí, pretendiendo ser alguien que no es y amargando un día tan especial como este.

Llevé una mano a sus labios, deteniendo el flujo de palabras que sabía estaban por venir.

—No pienses más en ella. Estamos aquí, solo disfruta y no sientas remordimientos. Te amo, no dejes que nos amargue la noche.

Pegó su frente con la mía.

—Y yo te amo a ti. Solo me sentí molesto con ella; no merecías pasar un mal rato. Pero se acabó, no la mencionaré jamás.

Su nariz jugó con la mía por un momento antes de robar un pequeño beso de mis labios.

—Además, te tengo una sorpresa —le dije, recordando la pequeña tarjeta que escondí con mamá y que contenía todas las ecografías que tomé de las gemelas. Probablemente Adam se desmayaría pero no importaba porque al fin saldría de ese secreto. Hoy le diría que esperábamos niñas y que ahora él cuidaría celosamente de ellas así como cuidaba de mí.

—Estoy ansioso por ver mi sorpresa. Y sería mejor si dicha sorpresa estuviera envuelta en encaje y en algo realmente pequeño para cuando vayamos a nuestra luna de miel.

Me separé un poco para ver directo a su cara.

­—¿Entonces sí vamos a tener una luna de miel?

Su sonrisa se ensanchó y se volvió arrogante.

—Por supuesto. Ni loco desaprovecho ocho días enteros solo los dos.

¿Ocho días? Podrían pasar cien y no sería suficiente, hasta lo secuestraría por más tiempo.

La gente de servicio, que vestía de blanco y negro, se encontraba moviéndose entre las mesas, cargando bandejas y llenando vasos con agua o vino. La mayoría de invitados había tomado asiento, algunos comentando lo bello de la decoración y del inmenso lugar que se morían de ganas por conocer.

Todo lucía hermoso. Decorado a la perfección.

—¿Te gustó lo que hizo nuestra psicópata organizadora de bodas? —preguntó Adam en un tono meloso, dejando el asunto de Marie en el olvido.

Asentí con la cabeza, aun divagando sobre lo que miraba a mi alrededor.

—Aun no has visto lo más loco.

Señaló una esquina que no había notado cuando entramos.

Había gente rodeando lo que sea que estuviera allí.

—¿Qué es? —pregunté. Pero Adam se limitó a tomarme de la mano y llevarme directamente al lugar.

Mis ojos no podían creer lo que estaba viendo mientras nos abrimos paso entre los invitados que no dejaban de tomar fotos con su celular.

¿Adam estaba bromeando?

—¿Estás bromeando? —articulé.

—No, mira de cerca.

Abrí y cerré la boca. De verdad, ¿bromeaba?

—Me pareció increíble incluirlos —dijo besando mi cabeza.

Había cerca de siete venados bebés en un pequeño corral; todos eran de color caramelo con manchas café, y se veían pequeños y frágiles, como si acabaran de nacer. La mayoría de ellos estaban recostados en sus patas delanteras, apoyando la cabeza sobre el suave pasto verde.

—¿Trajiste venados a la boda? —pregunté, incrédula.

—Corrección: traje Bambis a la boda.

—¿Aun sabiendo que a Evelyn probablemente le daría un ataque nervioso?

—Lo hice por ti, no por ella.

—¿Lo hiciste por mí?

—Claro.

Comencé a reír repentinamente. La gente seguro pensaría que estábamos locos. Tal vez sí lo estábamos.

—Nena, ¡míralos! Tú tienes la mirada de aquel —señaló uno en especial que no dejaba de dar vueltas y de retroceder tímidamente de las personas que se le acercaban. Era adorable.

—¡Yo no miro de esa forma! —me defendí— ¿Desde cuándo nos volvimos locos por Bambi?

Reí un poco más, sin poder creer que él hubiera hecho algo como eso sin darle una buena batalla a Evelyn.

—No tengo idea. Tú me contagiaste seguramente.

—Yo no te contagié con nada, mentiroso.

Él rió conmigo.

—¿Observaste al que te dije? —asentí y él me tomó de la mano—, pues ese mismo venado se llama igual que tú: Annabelle. Lo acabamos de adoptar.

—¿Qué? —mi risa se congeló—, ¿cómo?

—Lo que oíste, Nicole ya se encariñó con él.

—¿Él? ¿Es un “él” y le vas a poner nombre de niña?

—Bien, piensa en otro nombre.

—No tengo que pensar en otro nombre; simplemente no lo vamos a adoptar. ¿Sabes cuántos animales hay en nuestra casa?

—Aggg —gruñó cerca de mi oído—, me encanta cuando dices “nuestra casa”. Repítelo.

Rodé los ojos.

—No cambies de tema, no lo vamos a llevar. ¿No se supone que los venados bebés deben estar cerca de su madre?

—Son huérfanos. Su madre falleció a manos de un tigre.

Hice una mueca.

Adam se encogió dentro del corral que protegía a los animales y se acercó lentamente hacia el más asustado de todos. Lo tomó en sus brazos y, aunque el pequeño se quejó al principio, supo acomodarse a los brazos de Adam.

Y… wow, él se miraba amoroso con el ciervo.

—Es un animal salvaje…

—¿Esto se ve salvaje? —preguntó haciéndole cariñitos al animal—. Es tierno.

—No estoy jugando. Es peligroso tenerlos cerca… además necesitan cuidados especiales y me parece muy triste mantenerlos encerrados en lugar de darles su libertad.

Adam devolvió el venado a su lugar y se sacudió las manos.

—Solo bromeaba. Estos pequeños pertenecen a un refugio. Cuando son mayores y pueden valerse por sí mismos, son llevados al bosque para que puedan seguir haciendo las cosas de venado que suelen hacer.

—Bien. Te creo. De igual forma siempre quiero darle nombre.

—Creo adivinar cuál será… ¿Bambi?

—¿Soy tan predecible?

—Es normal. Ahora vamos, nuestros invitados están deseosos porque nos presenten una vez más como marido, mujer y bebé.

Tomó mi mano con delicadeza y me llevó a la fiesta.



****


Había más gente de la que podía recordar.

Evelyn se hizo cargo de los sobres que seguían llegando como si fuera una locura de moda, y las bebidas y la música sólo se detuvieron cuando dejaron el micrófono abierto para quien quisiera hablar y expresar algunas palabras para Adam y para mí.

Mamá y papá fueron los primeros en dar inicio al evento tan vergonzoso:

—Anna estaba muy deprimida cuando se enteró que estaba embarazada —comenzó mi madre—, en ese momento él la había abandonado y ella se sentía usada. Recuerdo que no sabíamos qué le estaba causando los malestares y al principio surgieron unas teorías muy raras…

O cuando mi yerno estaba celoso y se inventó que Anna estaba embarazada y, en ese entonces mi ex esposo, lo persiguió con un rifle…

Y no se me olvida la vez que ella lo llevó a mi casa y le di a probar mi poción especial para el amor… dicha poción que estará a la venta en el estacionamiento de afuera. Pregunten por Renata, ella es mi distribuidora…

Papá tampoco se quedó atrás:

—… Y yo le aconsejé a mi princesa que lo pensara bien. Es aún joven y bonita y sé que puede casarse de nuevo… Tengo contactos, Walker, mis ojos están puestos en ti, vagabundo…

Shio también parecía nostálgica:

—Anna sabes que te quiero; y Adam, tienes mi número, por cualquier cosa que quieras, ya sea para presentarme a tu gemelo o a tu doble o a cualquiera con un perfil de facebook decente y nada de esa bazofia de chicos que me pasan enviando invitaciones de juegos como si yo fuera esa clase de chica que pasa pegada a las redes sociales…

Rita fue un poco más normal:

—Los conocí por separado —dijo con una sonrisa amplia—, y desde un principio, cuando Adam comenzó a mostrar los síntomas de amor por Anna, me preocupé. Me preocupé como una amiga se preocupa por otra; creo que hasta lo amenacé con un cuchillo y lo llamé tiburón en más de una ocasión. En ese momento creí que no podían existir personas más diferentes la una de la otra, me pareció imposible verlos juntos… pero supongo que estaba equivocada, porque ahora, al verlos, pienso que nunca podrán haber dos personas que se correspondan tanto como ustedes lo hacen. Y aunque las circunstancias no fueron normales desde un comienzo, les deseo un poco de normalidad en sus vidas. Y como dije al principio: los conocí por separado, ahora me parece inconcebible no verlos juntos. Felicidades a la pareja Walker.

La gente aplaudió y yo estaba al borde de las lágrimas. Nicole también subió al escenario, luciendo tímida y asustada como aquel pequeño venado bebé. Ella sonrió y saludo a todos los presentes, y luego procedió a cantar una canción de su banda de chicos favorita.

Después de eso más personas siguieron pasando, y hasta pude ver a una pequeña cantidad de la familia de Adam ser presentada y deseando lo mejor para nosotros.

Me pregunté si ellos sintieron al menos algo de remordimiento al no darle apoyo a su sobrino. Algunos se mostraron sorprendidos al reconocer a Nicole y al ver su cara con la señal del fuego que una vez la atormentó. Una de sus tías incluso lloró y prometió estar en contacto.

En general su familia era muy seria y enigmática. Los pocos que llegaron se mostraron simpáticos y amables, pero parecían ajenos con el humor del lugar. Tal vez el ver a Adam les traía desagradables recuerdos; recuerdos que querían dejar en el pasado.

Me encontraba tan metida en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta cuando Adam desapareció de mi lado y se detuvieron las palabras con buenos deseos y extrañas canciones que mamá cantó en el escenario.

Empecé a buscarlo entre la multitud de personas, pero me detuve cuando escuché que me llamaban desde el escenario.

Era Key.

—Le pido a la hermosa novia que se ponga de pie para lo siguiente. ¿Alguien podría colocar una silla justo ahí —dijo señalando la mitad de la improvisada pista de baile—. Muy bien, traigan a la novia. Sra. Walker, acérquese por favor, su esposo le tiene una sorpresa.

Sentí unas manos ayudándome a ponerme en pie, y Shio me permitió apoyarme en ella cuando mis pies parecían no reaccionar ante la ansiedad de estar en el centro de atención.

Finalmente tomé asiento en la silla que reservaron frente al escenario y los invitados se levantaron también para ver.

—Damas y caballeros, porque lo pidieron, el novio tiene un baile preparado para su esposa.

Inmediatamente comenzó a sonar por los altavoces una canción ya familiar y conocida.

—No puedo creerlo —murmuré para mí.

Key bajó de su puesto como anfitrión y se acomodó junto a los demás padrinos del novio que hacían una entrada espectacular en medio de la pista de baile.

Todos ellos usaban lentes oscuros y únicamente se encontraban en sus chalecos, dejando de lado la chaqueta de su traje formal.

—¿Van a bailar Moves Like Jagger? —preguntó Rita en mi oído.

Ella me dedicó una sonrisa conocedora. Claro, ella estaba ahí cuando Adam la bailó para mí hace meses atrás, cuando se subió a la mesa del restaurante de Cliff y se comenzó a quitar la ropa para mí.

Mis mejillas se volvieron de tono rosa.

La canción continuó, y los chicos hicieron una formación en V, dejando a Adam al frente. Todos comenzaron a mover las caderas al mismo tiempo, de un lado a otro, perfectamente coreografiados.

—Ay Dios —susurré.

Algunas celulares fueron sacados de sus bolsos para grabar el acto completo y se podía palpar la expectación entre la gente.

Cuando el cantante de Maroon5 empezó a cantar, los chicos comenzaron a desabotonarse el primer botón del chaleco, siempre moviendo sus caderas y luego sus pies; arrancaron varios gritos femeninos y algunos masculinos con ese simple gesto.



Solo llegaron a desabotonarse hasta mitad porque se pusieron a hacer pasos de baile más complicados y coreografiados.

Se agacharon hacia atrás, imitando el efecto Matrix, y luego dieron una sacudida a sus caderas.

No pude evitar reír y aplaudir con los demás que estaban aplaudiendo.

Movían sus caderas y sus codos al mismo tiempo, esta vez hacia adelante y atrás. Luego, sin esperarlo por completo, se quitaron abruptamente los lentes y los mandaron a volar.

Adam me miró seriamente, igual de serio como cuando bailó para mí en aquella mesa.

No pude evitar sonrojarme como siempre hacía.

Entonces vocalizó una parte de la canción, mirando directamente a mis ojos:



Look into my eyes and I own you



Luego hicieron un paso doble y todos simultáneamente movieron sus hombros al ritmo del bajo.

Cuando la canción mencionaba una lengua, ellos sacaban la suya e imitaban lamer un helado. Justo en el coro, sacaron unos sombreros de sus chalecos y se los llevaron a sus cabezas. Todos se miraban realmente apuestos haciendo el baile.

Se movían primero a la izquierda y luego a la derecha cuando la canción mencionaba a Jagger.

Adam se acercó hasta mi silla y en ese momento terminaron de desabotonarse los chalecos; lanzándolos al aire, dando vueltas y haciendo pasos de jazz. Tomaron sus sombreros e hicieron un poco de malabares con ellos, descartándolos en el acto.

No sabía de dónde, pero cada uno cargaba repentinamente una flor en sus manos, moviéndose en fila para entregármela. Adam fue el último en dármela y aprovechar también a tomarme de las manos, haciendo el intento para que yo me pusiera de pie y bailara con él.

Al principio me negué, pero ya lo conocía, iba a ser imposible discutir al respecto.

Me levanté gracias a su ayuda y para mi sorpresa bailé con ellos.

Key se fue por Rita y ella también bailó, mi mamá aprovechó y se movió hacia uno de los amigos de Adam y lo obligó a que la tomara de la cintura. Los otros buscaron a sus respectivas parejas y las incluyeron en la coreografía.

En algún punto la música se detuvo pero rápidamente pasó a otra canción, y luego otra y otra. Todos se encontraban bailando y riendo con ganas, como si la noche no fuera a terminar y el día de mi boda se sintiera eterno.

Todavía no podía creer que Adam encontrara el tiempo y el esfuerzo para dedicarme todo un baile, lo aprecié aun más de lo que ya lo hacía. Se requería de valor para mostrar esa confianza mientras intentas mover solemnemente las caderas al ritmo de la música.

Bailé con él mientras mis piernas me lo permitieron, y justo cuando la canción finalizaba, me di cuenta que este era nuestro primer baile como pareja. Nuestro primer baile como los Walker.

Si alguien viniera del futuro y me dijera que las cosas se iban a poner feas más adelante, lo hubiera seriamente dudado. Pero es bueno siempre dudar y cuestionarse ante tanta felicidad. Y tal vez ese fue mi problema: no quise dudar a tiempo.

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Published on July 27, 2014 17:52
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Lia Belikov
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