Darwin y Ai Weiwei convergen en el DF
Rodeada de un incomprensible silencio llegó a México la primera exposición del controvertido artista chino Ai Weiwei (1957).
En el patio del Museo Nacional de Antropología se montaron 12 esculturas de bronce bajo el título “Círculo de animales. Cabezas del zodiaco”. Dragón, mono, gallo, perro, serpiente o conejo son parte de esta manada de gigantes que Ai Weiwei realizó a partir del calendario chino.
Ha llamado la atención que el debut de uno de los artistas contemporáneos más reconocidos del mundo haya sido en el Museo de Antropología, que dice que esta expo es parte de sus festejos por el 50 aniversario y de una intención de exponer más arte contemporáneo, aun cuando hay museos con esa vocación específica.
Pero quizá lo más asombroso es que se haya apelado a una campaña de redes sociales cuando se trata de un artista de esta magnitud. De hecho, no había habido eco de que la obra de Ai Weiwei estaba en México hasta que comenzó a circular en la prensa.
Por lo pronto, se trata de una cita obligada no sólo por la figura del artista, claro opositor al régimen, lo que le ha valido censura y cárcel. Además, el inmenso patio de Antropología, con fuentes y plantas, es un espacio en el que las esculturas se pueden explorar cabalmente por todos los ángulos.
Y ya que se refirió a la exploración, en el DF también está montada una muestra atractiva aunque no necesariamente tan divertida como uno se pudo imaginar. Se trata de “Darwin. Apto para todas las especies” en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
La exhibición, vendida como “la más grande” montada sobre el naturalista británico Charles Darwin (1809-1882), cumple su vocación educativa al reunir manuscritos, fósiles, fotografías antiguas, barcos a escala, mapas e incluso especies vivas. Sin embargo, el recorrido más que una odisea parece la visita a la casa de un anticuario de curiosidades donde, por supuesto, no puedes tocar absolutamente nada.
En este sentido “Darwin” refleja muy bien el espíritu hipster de su poster de promoción, que muestra al científico y explorador en una imagen en blanco y negro con una colorida barba llena de distintas especies animales y vegetales: llama la atención pero no es la más amigable. Aun así vale la pena la vuelta y de paso recordar las clases de ciencias naturales (o biología).
Pero durante la visita, sobre todo, vale imaginar los viajes trasatlánticos de Darwin, ponerse en la mirada de un europeo que descubría rincones del mundo, ver cómo percibía su entorno con una curiosidad inaudita y desentrañar cómo desarrollaba conocimientos que revolucionarían el mundo desde entonces: la Teoría de la Evolución.
(Texto para El Día, julio de 2014)


Omar G. Villegas's Blog
