El licor de los dioses
Envoltorio de papaya El licor de los diosesSoy mortal: poco duroâAhora sà ya va a acabarâ me felicitó el jardinero mientras yo guardaba las pinzas y el desarmador en la caja de herramientas. Le dije que sÃ, que ya nada más faltaba comprobar que todo prendiera, aunque en realidad estaba pensando otra cosa. Como el hombre se quedó esperando, no tuve más remedio que, no sin miedo, conectar las luces al enchufe que habÃa instalado, nada hizo explosión ni corto, la serie navideña con que envolvà el ciprés, las que adornan la orilla de la barda y el balcón, las que penden encima de la puerta de entrada⦠todas comenzaron a titilar.âValió la pena su mañana patrónâ me felicitó de nuevo el hombre que temprano me vio salir escalera en mano a cumplir el encargo de mi esposa. También le dije que sÃ, aunque en realidad pensaba otra cosa. Cuando conecté la clavija al enchufe que recién habÃa instalado, lo que pensaba era en unas lÃneas de Octavio Paz: âSoy mortal: poco duro / y es enorme la nocheâ, chiste privado que hago cuando creo que la tarea que estoy a punto de acometer pone en riesgo mi vida. Al comenzar a parpadear la serie de foquitos pensé que MarÃa de los Ãngeles Buenrostro, mi maestra de taller de electricidad en la secundaria, se sentirÃa orgullosa de mÃ, pues recordé qué tipo de amarres se emplean para cada instalación, también pensé en que tras escuchar su reconocimiento, aprovecharÃa la ocasión para justificarme: aunque me la pasaba viéndole las piernas, sà ponÃa atención.Mientras el jardinero desaparecÃa calle arriba, pensé en cómo le habÃa mentido, no creà que ya hubiera acabado, más que el fin de la tarea encomendada (los adornos colgados y funcionando) por la enjundia con que habÃa instalado todo, si bien me iba, terminarÃa de quitar las luces por ahà de junio o julio, y eso, después de las muchas reconvenciones futuras de mi esposa.Prendà un cigarro que me costó sacar de la cajetilla por los múltiples pinchazos del alambre en las yemas. Inhalé, no habÃa muerto electrocutado, sÃ, soy mortal: poco duro, pero no esta ocasión. Exhale satisfecho.
Soy hombre: duro pocoSoy aburridamente cÃclico, mis impulsos me hacen acudir a las cosas ya conocidas y eso consigue que repita mis referencias, como cuando me entero, por ejemplo, que las crÃticas de una poeta local a otra no son por la calidad de su trabajo, sino porque envidia que la otra es talla 7 y ella no ha conseguido más que subir de peso, invariablemente me viene a la mente âSmalltownâ de Lou Reed: Where did Picasso come from, thereâs no Michelangelo coming from Pittsburgh, if art is the tip of the iceberg, Iâm the part sinking below⦠y pasar todo el dÃa escuchándola. No tengo remedio.Por esa razón es que acudo siempre a los versos de âHermandadâ, a mà me hace gracia; terminé mi cigarrillo, insatisfecho, con la sensación de que algo no estaba bien⦠Revisé la instalación por enésima vez, todo⦠nada; horas después caà en la cuenta, habÃa pensado âSoy mortal: poco duro/ y es enorme la nocheâ cuando el poema de Paz no comienza asÃ, en realidad dice: âSoy hombre: duro poco / y es enorme la nocheâ.
Un apunte sobre âHermandadâLa confusión no es menor, para los fines que empleo los versos no debiera tener importancia, pero esta forma de ser que vuelve una y otra vez a los mismos temas no es más que el reflejo de una compulsión; asà que me dejé llevar por el impulso y regresé a mi ajado volumen de Ãrbol adentro.Entre las páginas del libro me encontré unas notas. Recordé que habÃa escrito algo al respecto, una entrada en mi blog personal fechada en 2009, sobre la correspondencia de Octavio Paz, en un post scriptum (Memorias y palabras. Cartas a Pere Gimferrer 1966-1997. Seix Barral, 1999) Paz agrega las siguientes lÃneas a Gimferrer:Hace unos dÃas, leyendo The Greek Anthologyâun libro de Peter Jay: al fin traducciones que hacen justicia a la extraordinaria modernidad de muchos de los poetas griegosâ escribà este pequeño homenaje a Claudio Ptolomeo (la primera lÃnea viene de un poema suyo, libro IX, 577):Soy mortal: poco duroy la noche es enorme.Pero miro hacia arriba:las estrellas escriben.No leo su escritura, sin entender comprendo.También soy escrituraY me trazó la misma mano.
Lo que Paz leyó de Claudio Ptolomeo y desató esos versos fue: âSé que soy mortal pero cuando observo la moción circular de la muchedumbre de estrellas, no toco la tierra con los pies: me siento cerca del mismo Zeus y bebo hasta saciarme del licor de los dioses âla ambrosÃaâ.Quedó justificada mi confusión, en la primera versión de âHermandadâ Paz habÃa usado mortal en vez de hombre; prendà otro cigarrillo, todavÃa con las yemas maltratadas, pero con la satisfacción que alivia a quienes suelen perderse en tareas inútiles. Transcribo la versión final de ese poema de Paz, en Obra poética II (1969-1998). Tomo 12 de las Obras completas publicadas por el Fondo de Cultura Económica:
HermandadHomenaje a Claudio Ptolomeo
Soy hombre: duro pocoy es enorme la noche.Pero miro hacia arriba:las estrellas escriben.Sin entender comprendo:también soy escrituray en este mismo instantealguien me deletrea.
CodaUn amabilÃsimo lector me comentó que era mucho más grato leer los textos que escribÃa bajo el tÃtulo de Perdón por intolerarlos, pues desde que âencontréâ un formato para los Envoltorio de papaya, le basta leer la Coda para saber de qué hablo, asà que se salta todos los párrafos para llegar al final y asà saber qué tema abordé; eso pensaba también cuando el jardinero me dijo âAhora sà ya va a acabarâ, además de todo lo anteriormente escrito, mientras exhalaba aquel cigarro, pensé en la trascendencia y la inmortalidad.En unos meses, el frente de mi casa no estará adornado con esas luces, no importa, la sorpresa feliz de mi hijo y el reconocimiento amoroso de mi esposa valen todos los momentos en que creà que podÃa caer fulminado por conectar incorrectamente un alambre. En unos años, ni mi hijo ni mi esposa recordarán la primera vez que adornamos con luces el ciprés; esos gestos de felicidad y amor se confundirán con otros que espero que vengan; y sin embargo, pensaba cuando subà el interruptor, uno es capaz de arriesgar la vida en esas pequeñas tareas para conseguir esos instantes que, irremediablemente, âse perderán en el tiempo; como lágrimas en la lluviaâ (otra de mis citas cÃclicas), esos momentos que nunca estarán asignados a un esfuerzo individual, nadie dirá: âmira lo que hizo el señor con su casaâ, uno se dedica a esa tareas para diluirse en un feliz plural: âmira cómo les quedó su casaâ.Al revisar los apuntes sobre âHermandadâ y lo que escribió Claudio Ptolomeo (âno toco la tierra con los pies: me siento cerca del mismo Zeus y bebo hasta saciarme del licor de los dioses âla ambrosÃaâ), volvà al momento en que subà el interruptor y pensé que la trascendencia sólo se alcanza a través de obras mÃnimas que suman, y que no requieren del reconocimiento a una persona.Al lector que busca la Coda para enterarse de qué escribo, esta lÃnea final: no tocan la tierra nuestros gobernantes, pierden piso embebidos en el elogio de sus achichincles, en el afán de trascendencia, de querer ser el mejor polÃtico/alcalde/gobernador/presidente/lo que sea⦠a todo le ponen su nombre. La inmortalidad no se alcanza en lo individual, es necesario estar dispuesto a fundirse en el nosotros. Lo sé.@aldan
Publicado en La Jornada Aguascalientes
Published on December 07, 2013 13:06
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