Los 10 mandamientos para no aburrir en Instagram
Chorizacos Lo-Fi. / INSTAGRAM
¿Maravillosa red social en la que compartir fotos? ¿O irritante vertedero de vanidades, pretensiones y mal gusto? Instagram, la aplicación para móvil en la que muchos colgamos nuestras fotos de comida, puede ser las dos cosas. Todo depende de cómo la usemos, con sentido común o de forma descerebrada. Si quieres pertenecer al primer grupo, no tienes más que seguir estos 10 mandamientos instagrameros, que se resumen en dos: piénsalo dos veces antes de colgar algo y no castigues al prójimo con bodrios.
1. Seleccionarás lo que publicas
Una imagen chula de un plato que te ha salido muy bien (o una divertida de uno que te ha salido muy mal) puede tener interés para tus seguidores. Otra de un restaurante o un producto que vale la pena descubrir, también. Incluso el pastel que te ha hecho la abuelita por tu cumpleaños. Pero la foto mierder de tu sangüis de jamón y queso o de la paella pastosa que te comes todos los jueves en el bar de abajo no le interesa ni al Tato. ¿Te llamas Jamie Oliver? ¿O Jordi Roca? Pues sé consciente de que si das la caca con tu día a día gastronómico, aburrirás hasta a tu abuela. No sobrecompartas información inútil, y publica ocasionalmente fotos de comida que, bien por contenido o bien por estética, sean relevantes.
La apasionante entrada al salida del horno de unos macarrones. / INSTAGRAM
Una emotiva lasaña. / INSTAGRAM
2. Respetarás el hashtag sobre todas las cosas
¿#comida #recetas #platos #postres #dulces #food #picoftheday #querico #chupchup #ñamñam #pollasenvinagre? No, gracias. No sé vosotros, pero yo si veo más de cuatro o cinco hashtags (etiquetas temáticas) en una foto me aturullo, se me bloquea el ojo y dejo de leer inmediatamente. El hashtag puede servir para categorizar mínimamente lo que sale en la foto, dónde se ha tomado la imagen, algún ingrediente o un grupo al que pertenezcas. Y ya. Si después sientes la necesidad de explayarte poniendo 72.635 etiquetas más con la peregrina aspiración a ganar seguidores, felicidades, pero debes entender que algunos como yo te mandarán a #freírchurros.

¿¿¿¿Foodgasm???? / INSTAGRAM
3. Controlarás con los filtros
Sabemos que los filtros molan. Que son capaces de hacer que cualquier truño de foto cuele. Y sabemos también que es difícil resistirse a usar todas las opciones que te ofrece Instagram. Pero debes lograrlo. Si pones un filtro agresivo a una imagen, luego la saturas, luego juegas con el foco, luego la giras y luego le pones un marco, lo más probable es que tu maravilloso plato se convierta en una temible comida alienígena, muy bonita para ilustrar la próxima edición de La guerra de los mundos pero inútil si lo que pretendes es mostrarte al mundo como un gourmet. Grábate en el cerebro con una plancha caliente un concepto clave: naturalidad.
Mandarinas desde Marte. / INSTAGRAM
4. Cuidarás la luz y los encuadres
No se trata de que te conviertas en una Annie Leibovitz o en un Helmut Newton, sino de poner cierto cuidado. Pocas cosas incitan tanto al bloqueo como las fotos cutrongas (a no ser que te especialices en comida repugnante, como la imprescindible Cookingforbae). Aplicar tres sencillas normas mejorará exponencialmente la calidad de tu obra: deja que tu móvil enfoque bien el objeto que quieres mostrar, no lo pongas justo en el centro de la imagen, y usa luz natural siempre que puedas poniéndote de espaldas a donde venga para sacar la foto.
¿Fotos de platos en penumbra en restaurantes oscuros? NO. ¿Fotos de tartas con la encimera de granito, la baldosa ochentera y el microondas de fondo, iluminadas por los fluorescentes de tu cocina? MENOS. ¿Fotos con flashazos? CADENA PERPETUA.
¿Qué animal es éste? / INSTAGRAM
5. No abusarás del colorante artificial
Vale, las fotos quedan mucho mejor cuando tienen color, pero eso no significa que tengas que alimentarte solo de cupcakes y cosas recubiertas de fondant teñido (por el bien de tu salud, básicamente). La fruta, la verdura, las vajillas o las servilletas de colorinchis pueden servir para aportarle un punto divertido a las fotos sin que vengan los servicios sociales a quitarte la custodia de tus hijos por no alimentarles con nada que no sea de color Rosa Flamenco Muerto, Lila Puturrú o Verde Coral del Adriático Norte.
De lo cuqui a la caca. / INSTAGRAM
6. No publicarás tropecientas mil fotos al día
La gente que instagramea sin parar da más o menos la misma rabia que la que se facebookea o se tuitea encima. Su incontinencia en las redes sociales, o la profunda creencia de que a sus contactos les interesa desde su ortodoncia hasta doscientos planos diferentes de cada plato que comen pasando por los tomates de sus calcetines, solo provocan una reacción: bloquear/ocultar. Esto afecta a las famosas retransmisiones de comidas y cenas por las redes sociales: si publicas 18 imágenes seguidas de los aperitivos, entrantes, segundos, postres, petit fours, cafés, copas y puros que has tomado, no causarás admiración, sino cabreo. Menos es más, amiguitos.
Unos perritos calientes. Superinteresante. / INSTAGRAM
7. No darás la caca con las tendencias
Cuando una de las personas a las que sigo ha dado la tabarra publicando sin parar fotos con filtritos durante meses –me refiero a gente con obsesión hasta el punto de gastarse dinero DE VERDAD comprando filtros– y de repente todas sus fotos van con #nofilter se me llevan los demonios. Con que #nofilter, ¿eh? Pues esos huevos benedict de la foto tirando a verdosa y con grano que subiste antes de ayer te los debiste comer en los ochenta.

#yesfilter. / INSTAGRAM
8. No usarás el botón de 'Me gusta' en vano
No puede gustarte todo lo que ves en Instagram. Es imposible. Así que no repartas likes como churros a no ser que de verdad te guste una foto, porque te van a confundir: a) con un psicópata, o b) con alguien que simplemente quiere conseguir me gustas en sus propias fotos. Para tener un cierto criterio, imagina tu foto de Instagram favorita arriba y abajo la más fea que has visto. Traza una línea horizontal –también imaginaria– justo en medio. Las fotos que queden por encima de la línea son susceptibles de recibir un me gusta, las de abajo no (a no ser que haya intenciones de chuscamiento con el/la dueño/a de la cuenta, en cuyo caso sí vale).
A esta preciosidad yo sí le daría un 'me gusta'. / INSTAGRAM
9. No postearás fotos editadas ni mentirás
La gracia de Instagram es capturar fotos imaginativas y espontáneas y compartirlas tal cual con el mundo. Si quieres darles algo diferente, hazlo con su composición o usando un filtro (si es que los filtros se pueden considerar “algo diferente”), pero nunca pasándola por el Photoshop para saturar colores o corregir defectillos. Dentro de esta línea, también está bien recordar que esto va de compartir lo que estás haciendo-cocinando-comiendo en ese momento: si lo conviertes en un #lategram, la cosa pierde parte de su encanto.

Esta maravilla claramente perpetrada por una aerolínea llevaba el sello #homemade / INSTAGRAM
10. Reprimirás tu ego y no alardearás
Salvo contadísimas excepciones, los selfies -autorretratos colgados en las redes sociales- son lo peor: no sólo te muestras al mundo como un monstruo egocéntrico, sino que encima sueles salir fatal. Nuestra variante particular en esta clase de imágenes es el selfy en locales de moda o en un evento gastronómico, cuya única función es la de tirarte el pisto e ir de ricachón (mal) o de enterado (peor). El aarg absoluto en este terreno es el autorretrato comiendo, pero por suerte, no se suele dar mucho.
En general, lo de dar envidia con la comida está bien en tu círculo privado -yo lo hago, y con sumo placer, en Facebook-, pero en público resulta feo. Por extensión, esta máxima afecta a cualquier foto tomada en restaurantes caros: si cuenta algo sobre un plato curioso, bien; si la pones sólo para demostrar tu poderío, estás haciendo el ridículo.
Para esto no tenemos mandamiento. Bueno sí: ingresa en la López Ibor. / INSTAGRAM
Documentación: Mònica Escudero.
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