Encuentro con Alice Munro
Conocí la literatura de Alice Munro días antes de que ganara el premio Nobel de Literatura. La escritora, figura tutelar de las letras canadienses, sonaba nuevamente en las quinielas junto a autores como el japonés Haruki Murakami y su compatriota Margaret Atwood. Googleé su nombre y me aparecieron varias entrevistas que comencé a revisar. Fue amor a primeras declaraciones.
Me encantó ese aire de abuela maternal e inmensamente inteligente que habla con candor, claridad y destellos de una ironía y observación deslumbrantes. Admiro a las escritoras que no temen escribir sobre mujeres ni se cuestionan si hacen “literatura femenina”, porque eso es lo que, precisamente, las aleja del tópico.
Alice Munro, de 82 años y originaria de la Canadá rural y de una familia presbiteriana, regida por la austeridad y la vida casera, suele ahondar sin prejuicio en ese entorno cercano y la existencia de aquellas mujeres: sus hijos, sus amores, sus deseos, sus carencias, sus tropiezos, sus arrebatos, sus desatinos. Su cotidianidad.
Fundamentalmente cuentista, los relatos de Alice Munro (“Demasiada felicidad”, “Las lunas de Júpiter”, “Secretos a voces”, “Mi vida querida”) nacieron en un entorno hogareño. Cuando las hijas de la autora estaban dormidas, ella escribía. Recuerda que su acercamiento a la escritura fue tras leer el relato “La sirenita” de Hans Christian Andersen y se sintió motivada a inventar otro final.
Imaginación y sencillez convergen en un talento literario portentoso. Alice Munro parece no ir por ahí alardeando de “su” literatura ni se su lucha por encontrar espacios para escribir. Más bien se dice audaz al llamar a sus cuentos, novelas que nunca serán, literatura. Una personalidad idónea para dedicarse al relato: ambos humildes, que no torpes ni faltos de un poder de atracción irrefrenable.
De los cuentos de Munro me sorprendió, sobre todo, su forma. Ver su narrativa como un ejercicio arquitectónico. En su lenguaje, la escritora es transparente, “sencilla”. Sin embargo, es en la construcción de su escritura donde despliega en pleno su talento. Engancha, va dejando pistas, preguntas, anécdotas claves; va jalando el hilito de la atención y desemboca en finales estremecedores.
El primer libro que leí de Munro fue “Demasiada felicidad”, de 2009, un libro de una autora madura cierta de su pluma y de sus derroteros. La locura, el amor, la historia, la muerte, la enfermedad… todo lo que nos constituye y lo que nutre la literatura de Alice Munro.
Atenta lectora de Katherine Anne Porter, Flannery O’Connor, Carson McCullers o Eudora Welty; reconocida con los máximos reconocimientos en su país; mujer que encontró en la cotidinidad, la suya y las de sus personajes, el reflejo de una época, la nuestra, Alice Munro se me ha vuelto un referente inesperado y, sin duda, será recurrente.
(Texto para El Día, octubre de 2013)


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