24/ 09: MESSAGES IN A BOTTLE

Aún con todo en contra, Krigstein se la bancó unos 13 años (con algunas interrupciones) y sobre todo a partir de 1950, logró imponer un sello personal, en el que su talento se veía tan claramente que la mediocridad de los guiones no lo lograba eclipsar. Y cuando en la EC le dieron buenos guiones, el tipo creó clásicos memorables, gloriosos aún hoy, como la inolvidable Master Race, y otras joyas de las que se habla poco, porque son difíciles de encontrar. Por suerte este libro cubre esa injusticia ampliamente, con muchos bonus tracks maravillosos, entre ellos la posibilidad de tener mucho material de los ´50 recoloreado ahora por la maestra Marie Severin.
A lo largo de casi 250 páginas de historieta, este tomo nos invita a recorrer toda la carrera de Krigstein, desde que empezó como un clon choto de Jack Kirby (del Kirby de los ´40, que a mi no me gusta) hasta que se convirtió en un verdadero prócer de las viñetas. En el medio lo vemos experimentar con un montón de técnicas y estéticas distintas: lo vemos cebarse con las manchas onda Roy Crane y Milton Caniff, con el realismo elegante de Alex Raymond, con el arte oriental, con la línea clara (sin manchas ni sombras, sólo contornos y color), con las tramas mecánicas, con un estilo muy elaborado, mezcla de Joe Kubert y Alex Toth, y sobre todo lo vemos experimentar a lo bestia con la técnica narrativa de descomponer la imagen en múltiples viñetas, para mostrar muchas más facetas de la acción y manejar con otro pulso el timing del relato. Esto llega al paroxismo en una historieta de cuatro páginas... con más de 75 viñetas! Y nos remite a una eterna frustración de Krigstein, que fue la de tener que remar siempre contra historias muy cortas, en las que no tenía espacio para desplegar todos sus recursos artísticos, que eran muchos.
La otra frustración de Krigstein eran los guiones, habitualmente anodinos, intrascendentes, predecibles... nada de lo que no se quejaran otros grandes dibujantes de los ´50. Y la verdad es que acá muchas veces hay que fumarse guiones bastante pavotes para disfrutar del arte del maestro. Por suerte están esos clásicos de la EC, donde tenemos una historia sobre el holocausto, una en la que el protagonista es gay, varias en las que se imponen los climas densos, sombríos, ominosos... El resto, todo muy dentro de los cánones muy gastados de casas embrujadas, soldados valientes que luchan contra enemigos de pésima puntería, avechuchos que se pasan de listos y terminan muy mal... lo de siempre.
De todos modos, como ya señalé antes, la mano maestra de Kirgstein, su trazo versátil y elegante, su criterio exquisito para componer la viñeta, su talento para la puesta en página, brillan por encima de la chatura de la mayoría de los guiones. El tipo se resistió desde el primer día a pensar a la historieta como algo descartable, como un producto “por kilo” y en estas páginas se ve claramente el laburo extra, la dedicación desmedida, la onda que el artista le ponía a cada trabajo, aunque después se editara para el orto en revistas truchísimas de editoriales crotas. Y eso lo enaltece aún más.
Si nunca escuchaste hablar de este faro vanguardista, no te sientas un ignorante, ni un improvisado que empezó ayer. Bernie Krigstein es un autor definitivamente de culto, con un paso breve por los comics, siempre lejos de los personajes conocidos (y de los otros), del que poca gente leyó muchos trabajos, por lo menos hasta que se editó este libro. Si lo ubicabas por las entrevistas a Frank Miller, que lo nombra siempre porque fue su maestro en la Manhattan´s High School of Art & Design, acá lo vas a ver crecer y acariciar la gloria, a pesar del momento de mierda en que le tocó insertarse en esta industria. Posta, aún hoy hay muchísimo para aprender de este genio oculto del Noveno Arte.
Published on September 24, 2013 12:59
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