La taberna de Fran Zabaleta

Qué cosas. Sepan vuesas mercedes que mi humilde persona acaba de experimentar una asombrosa transmutación. Que así como hasta el momento era mi catadura de humana carne y terrenal hueso, que tal es la condicion de las mortales criaturas, desde este mismo instante me adentro en el literario universo y adopto modos y maneras de pluma, tinta y papel. Y hete aquí que el destino es geniecillo burlón, que bien disfruta guiñándole un ojo a la diosa Fortuna. Pues si en algún momento albergué la vana esperanza de entrar en el universo literario por méritos propios, nunca sospechar pude que tal honor lo alcanzaría no por la calidad de mis composiciones, sino por el arte y el buen hacer de un maestro escribidor que, en un momento de incomprensible enajenación mental, ha decidido convertirme en personaje de su próxima obra, transmutado por la magia de su escritura en tabernero felón en el Madrid de los Austrias. Tal honor debo a Juan Manuel Sainz Peña, autor meritísimo de obras profusamente premiadas, entre ellas, por mentar solo dos, son las más recientes El criado de Velázquez, ambientada en tiempos de Felipe IV y que estos días degusto con placer, y Piedras Negras, una historia de asesinatos y apariciones en el México del siglo XIX que deja en el paladar el regusto placentero de las mejores obras de Poe. La asombrosa cantidad y calidad de premios literarios que ha obtenido, que podréis comprobar en este enlace, son la muestra más elocuente de su excelencia literaria. Pues, como les decía a vuesas mercedes, Juan Manuel ha decidido incorporarme al elenco de personajes de su próxima novela, El taxidermista, convertido en tabernero y también escribidor. He aquí, para deleite de vuesas señorías, la entrada en escena del mentado vinatero:
Taberna de Fran Zabaleta. Enero de 1629. Madrid
Parmenio Bablia aún tenía clavado en lo más profundo de su alma el dolor por la muerte de sus dos hijos y su esposa tras el derrumbe en la parroquia de las Nieves, tres años atrás. Ahora andaba el corchete refugiado en tabernas y colmados, sin encontrar más consuelo que saber que quedaba un día menos para reunirse con ellos si Dios así lo había dispuesto. Mas en tanto llegaba su hora, como está dicho, pasaba su tiempo entre jarras de clarea o Pedro Ximénez, según tuviera el ánimo y el bolsillo. Se arrimaba aún vestido de uniforme a la taberna de Fran Zabaleta, un vigués de mirada atenta, zascandil y truhán con los vinos que servía, dando caldo que decía de las mejores cosechas aún cuando lo vertido supiera a agua del canalón de algún tejado viejo tras una noche de tormenta.Bablia había leído alguno de los escritos de Zabaleta, libros que hablaban de tiempos no tan remotos, de caballería, héroes y meigas de su tierra. Todo tratado con esa suerte de retranca tan gallega, que ora parece que afirma y al punto niega, y nunca se sabe si viene o si va, que es maña bien adecuada cuando de tales materias se trata, que una cosa era bregar con bellacos y bebedores y otra muy distinta que sus novelas cayeran en manos de la Inquisición, nada permisiva con aquello que tuviera que ver con brujas y sortilegios.A fe que se daba buenas trazas el tabernero, tan industrioso en el arte de la engañifa como en el de las letras. Y fue eso, la literatura, lo que acercó a Parmenio a Fran y a su negocio. Después de leídos algunos de sus tochos, conversaba con el escritor animadamente, lo cual no dejaba de ser una novedad, pues el gallego era poco dado a la charla con la clientela. Pero con Bablia la cosa cambiaba. El corchete pedía media jarra, le decía que había terminado tal novela y al vigués le brillaban los ojos esperando saber qué pensaba de su obra aquel hombretón tan cultivado e interesado por la literatura.—Ándate con cuidado, Fran —le dijo en cierta ocasión— haces una literatura que quita el hipo, pero por Dios Santo, ese último libro que me has dejado…—La cruz de ceniza… —habló mientras le servía.—Te van a quemar si ese tocho llega a manos de alguien con un hábito y una tonsura. Y sería una terrible paradoja que fuera yo quien, por orden de algún fanático, tuviera que venir aquí a llevarte preso.
No me digan que no es sorprendente la vida, que anda uno todo el día bregando con las letras creyéndose dios todopoderoso de cuanto sucede en las cuartillas y sin previo aviso me veo convertido en personaje sometido al albur de mi creador. ¡Espero que cuando El taxidermista esté terminado tengan vuesas mercedes a bien visitarme en mi taberna! 
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Published on June 24, 2013 03:35
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