Audiolibros, qué invento
No me apasiona la música. A ver, entendámonos, me gusta la música, claro que sí. Disfruto con un buen tema y, como todos, tengo mis grupos y mis cantantes favoritos, esos que tocan la fibra sensible. Y, como todos también, hay canciones y sonidos que han quedado unidos a momentos especiales de mi biografía. Pero no me apasiona. Puedo vivir perfectamente sin la música, y de hecho me he pasado largas temporadas sin apenas prestarle atención. Un buen amigo mío me dice siempre que la música es la hermana pequeña de la cultura porque a nadie le avergüenza decir que no aprecia la música, pero nadie se atreve a decir, por ejemplo, que no le gusta leer, o que no le gusta un cuadro de Velázquez. Y tiene toda la razón. No apreciar la música es una carencia, una laguna en nuestra formación. Sucede algo similar con la inteligencia y la memoria: muchos decimos con frecuencia que tenemos mala memoria, pero pocas personas conozco que sean capaces de comentar tranquilamente que son poco inteligentes. Y, sin embargo, la memoria es inseparable de la inteligencia, pues la alimenta y la favorece, al igual que la música es parte inseparable de nuestra formación cultural.Nada, que ya me he ido del tema. Todo esto de la música venía a cuento de lo que comentaba hace unas semanas: que he comenzado a correr. Que desde hace casi dos meses me dedico, tres días por semana, a patear el asfalto sudando la camiseta. Pero, a diferencia de otros muchos, eso de ir escuchando música no me seduce en absoluto, no me distrae. Y correr distraído es fundamental, al menos en esta fase inicial de mi historia de amor pedestre, para no tirar la toalla a media carrera. Así que me ha dado por probar los audiolibros. Conocía el invento, claro, y más de una vez me había sentido tentado por ellos, pero como no conduzco habitualmente (es lo que tiene trabajar en casa), nunca encontraba el momento para ponerme a escuchar un audio. Hasta ahora. Porque acabo de descubrir que los audiolibros y correr son tal para cual. Como la mantequilla y la tostada, vamos: que se llevan de maravilla. Porque gracias a páginas como Ivoox y a la bendita informática puedo pasearme por la ciudad rodeado de coches, paseantes y ruido mientras escucho un documental sonoro sobre un tema histórico o me dejo llevar por una novela que me interesa. ¡Qué invento, pardiez! Ahora ya no salgo a correr solo porque quiera hacer deporte, sino porque tengo curiosidad por saber qué va a pasar o cómo continuará el libro de turno. Ya, de acuerdo, puede que no sea lo mismo que leer una buena historia en papel (o digital) mientras la imaginación va dando forma a escenarios y ambientes, pero se le parece mucho. Tanto, que no entiendo cómo no me he comido todavía a algún viandante despistado... Buf. Empiezo a pensar que esto es puro vicio y que me estoy convirtiendo en un yonqui de la literatura. Por si no me llegaba con estar leyendo a la vez, habitualmente, siete u ocho libros, ahora además también los escucho. ¿Y a vosotros, qué os parecen? ¿Los habéis usado alguna vez? ¿Os interesan?
Published on May 14, 2013 09:10
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