Capitán Jenny - Capítulo 45

CUARENTA Y CINCO


Cuando Nick despertó, volvía a encontrarse a bordo del Melody Sea.

Sentía un dolor punzando en las sienes y la herida del brazo le molestaba, pero al menos estaba de una pieza. Le costó un triunfo conseguir incorporarse en el lecho para quedarse recostado en el cabecero del catre porque cada uno de sus músculos protestó. Cerró los ojos, se masajeó la frente por ver si disipaba el zumbido de la cabeza y respiró con cuidado. Un momento más tarde, su mirada recorrió el camarote, reconociéndolo y descubriendo a Jenny. Ella estaba medio sentada, medio tumbada en una silla, dormitando, pero despertó de inmediato, se levantó y se acercó a él, acomodándose a los pies del camastro.

-Cualquier día de estos te matarán, por osado –fue su crudo saludo, aunque iba acompañado por una sonrisa.

-Mira quién habla. Y que lo sepas: si me hirieron fue por mirarte –ella enarcó las cejas-. Aunque debo decir que merece la pena.

Jenny rio de buena gana. Luego se inclinó hacia él y lo besó en los labios. Ni que decir tiene que el conde de Leyssen aprovechó su buena disposición enlazándola con el brazo ileso por la cintura y pegándola a él. Su boca se movió sobre la de ella con apetito hasta escucharla gemir. Al separarse, ambos respiraban aceleradamente.

-¿Cuánto tiempo he estado fuera de combate?

-Dos días.

-¡Dos días por una herida insignificante! –se asombró él.

-Perdiste mucha sangre.

-Era una herida sin importancia –insistió Nick.

-No opinó lo mismo el doctor que te atendió. Ni nuestro matasanos, dicho sea de paso, en el que tengo más confianza que en ese lechuguino que iba a bordo del barco real.

-¿Estaba la reina…? Creí ver a una dama.

-Estaba, sí. La mismísima Isabel armada hasta los dientes –se echó a reír recordando la vehemencia de la soberana dando órdenes cuando todo hubo finalizado.

-Ya. ¿Hubo muchos desperfectos en su nave?

-Poca cosa, aparte de un par de agujeros que ya están reparando. Por nuestra parte, apenas nada, pero el barco de Benson…

-¿Quién es Benson?

-Según la información que nos facilitó, servicialmente, alguno de sus secuaces, el verdadero nombre del sujeto que usurpó mi apellido para atacar a los barcos de la Corona, se llamaba Leonard Benson.

-¿Te dijeron también sus motivos?

-Al parecer, había estado a las órdenes de mi padre. Yo no le recordaba, pero sí Potter y otros de mis muchachos. Fue abandonado en un arrecife como castigo a una violación. Imagino que su móvil era la venganza.

A Nick no le hacía gracia que ella se refiriese a su sanguinaria tripulación como sus muchachos, pero no comentó nada.

-La venganza le salió muy cara.

-Yo podría haber acabado con él. ¿Por qué te interpusiste, Nick?

-Ese tal Benson te habría partido por la mitad, cariño, no nos engañemos. Lo sabes.

-Es posible –asintió ella, echando hacia atrás un mechón del cabello masculino y acariciando luego el puente de su nariz-. Pero posible o no, era mi presa.

-También te equivocas en eso. Ese desgraciado fue mío desde el punto y hora que se atrevió a retarte a ti.

-Eres todo un caballero, ¿verdad? –se burló.

-Solo trato de protegerte, aunque me está costando más de una herida –escuchó la potente voz de Potter en cubierta ordenando levar el ancla y elevó una ceja-. ¿Hacia dónde vamos?

-Regresamos a Tortuga.

-¡¿Qué?! Pero la reina Isabel…

-Su Graciosa Majestad ha decidido no cancelar su reunión. Ahora no corre peligro. Renovó nuestra patente de corso y el barco de Benson nos pertenece, en pago por haberle salvado la vida. Así que seguiremos faenando como hasta ahora, pero con tres naves. He pensado en llamarlas Melody Sea I, II y III. ¿Qué te parece?

-¡Que te falta un tornillo! –exclamó él.

A Nick le exasperó que ella siguiera empecinada en llevar una vida azarosa y llena de peligros. ¿Es que no había tenido suficiente diversión ya? Lo que él quería era que abandonada sus actividades, llevársela a Londres, desposarla y tener varios hijos. Por otro lado, estaba disgustado con la reina. ¿Por qué no había puesto las cartas sobre la mesa? ¿Por qué no había confirmado su verdadera identidad? Hubiera sido lo lógico, aunque después Jenny, sabiéndose burlada, hubiese montado en cólera. Se preguntaba qué estaba tramando Isabel para dejarlo enrolado en una tripulación de corsarios en lugar de sacarlo del atolladero. Si al menos hubiese podido hablarle a solas…

-Jenny… Si yo pudiera ganarme la vida en tierra, ¿estarías dispuesta a abandonar el mar y venir conmigo? –preguntó de repente.

El semblante de ella se oscureció. ¿Dejar su barco? Sus barcos, rectificó. ¿Olvidarse de su tripulación? ¿Renunciar a la aventura y a la libertad? Pero la idea de vivir junto a Nick se le antojaba un sueño.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que no soporto más verte enzarzada en una pelea tras otra. Que no aguanto que sigas arriesgando tu cabeza ni arriesgar la mía por estar pendiente de ti. ¡Por todos los santos, mujer! ¡Ese maldito Benson podría haberme matado!

-¡Nadie te dio vela en el entierro! –se le enfrentó ella-. Puedo agradecerte que acabaras con él, pero no voy a olvidar que me arrebataste mi propia venganza.

-¡Cristo! –se dejó caer sobre los almohadones y se cubrió los ojos con un brazo- Acabaré por estrangularte, Jenny, te lo juro. Acabaré por hacerlo.

-Puede que antes lo haga yo, señor Russell.

-Así que vuelvo a ser señor Russell.

Jenny se puso en pie, dispuesta a abandonar el camarote, pero Nick se lo impidió atrapándola y haciéndola caer sobre el lecho. Furiosa, se volteó para agredirlo y él se vio en dificultades para someter a ese torbellino de mujer que lo desesperaba y excitaba a la vez. Cuando consiguió doblegarla, manteniéndola sujeta bajo su cuerpo, volvió a besarla y luego dijo:

-Jenny, no entiendes nada de nada.

-¿Qué diantre debo entender? ¡Y Suéltame, Nick!

-No entiendes que se me encoge el alma cuando te veo luchar. No entiendes que una vida de corsario no es para una muchacha. No…

-¡Mi padre era corsario!

-¡Tu padre era un hombre!

-¡Ahí quería yo llegar, maldito seas! –le gritó, hecha un basilisco mientras forcejeaba para liberarse de su abrazo-. Así que no soy más que una pobre mujercita, incapaz de llevar a cabo la tarea de un varón, alguien tan masculino y arrogante como tú. Una simple mujer que debería estar en casa, cosiendo y cuidando de varios mocosos. ¿Es eso?

-¡Sí! ¡Es eso! Cuidando de mí y de nuestros hijos. Porque te quiero. Porque quiero llevar una vida junto a ti, tenerte en mi cama, reír contigo y envejecer juntos.

Vale. Ya lo había dicho. Ahora no había vuelta atrás. O ella le aceptaba o lo mandaba al cuerno.

Jenny enmudeció y se quedó muy quieta. Él aguardó su reacción, tenso como una cuerda de violín, esperanzado por un sí, pero temiendo una rotunda negativa. Se juró que si ella se oponía, la raptaría y se la llevaría a Londres atada y amordazada, aunque tuviera que pasar sobre el cadáver de Potter y por encima de toda la maldita tripulación del Melody Sea. Pero lo que obtuvo fue una sonrisa que se fue abriendo paso en los labios femeninos, y un brillo alentador en los ojos verdes de Jenny.

-De modo que te has enamorado de mí.

-Eso acabo de confesar, ¿no es cierto? –hundió el rostro en el cuello de ella y la abrazó con más fuerza-. Búrlate si quieres, bruja, pero es así: estoy perdidamente enamorado de ti.

Jenny consiguió liberar sus brazos para enroscarlos a su cuello. Lo atrajo lentamente hacia ella, buscando ya su boca y los besos que deseaba más que nada en el mundo.

Mecidos por la marea que balanceaba el barco, mientras la noche caía en el exterior oscureciendo la cabina y envolviéndoles en el silencio, volvieron a unirse cumpliendo el rol de los amantes.

Ya habría tiempo de decirle a Potter que cambiara el rumbo y pusiera proa a Inglaterra.


Capítulo 46
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Published on March 18, 2013 16:01
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

https://florecilladecereza.blogspot.c...
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