Capitán Jenny - Capítulo 46

Jenny ronroneó y se acomodó en el hombro masculino.
Se encontraban en Inglaterra. Y llevaban muchas horas encerrados a solas en aquella habitación.
Afuera, una ligera llovizna que empezaba a convertirse en diminutos copos de nieve, tamborileaba contra los cristales de la ventana. Quedaban restos de comida sobre la última bandeja que habían pedido y que habían dejado en el pasillo, junto a la puerta. Era la única muestra de que seguían vivos.
Días antes, cuando viraron en redondo para dirigirse hacia las islas, y echaron el ancla, Isabel había llevado ya a cabo su entrevista con el rey de España. Y les sorprendió la exigencia de la soberana ordenándoles que regresaran con ella a Inglaterra. Aunque en un principio les había dejado partir, en ese momento se había negado a desprenderse de la escolta que le proporcionaban los tres barcos corsarios, puesto que el Gazzelle ya estaba reparado y dispuesto también.
Si a alguno le quedaban ganas de llevarle la contraria, desestimó la idea, porque Isabel regresó de su reunión con el monarca español hecha una furia, haciendo temer a todos en una posible confrontación con España. Por fortuna, el humor de la reina se fue suavizando durante la travesía de vuelta.
Antes de recluirse con Jenny en aquella habitación, Nick había podido escabullirse para mantener una conversación con William White, aprovechando cuando desembarcaron en Londres. Se enteró entonces de que Isabel estaba pensando en el mejor modo de recompensar a Jenny Cook por sus servicios, aparte de haberle entregado ya el barco de Leonard Benson.
-Ella no quiere recompensa alguna -le dijo-. Pero yo sí quiero respuestas. Quiero saber por qué nuestra reina no me ha descubierto. ¿Qué trama, capitán?
-Vos la conocéis mucho mejor que yo, conde –repuso el otro con una sonrisa divertida-. Nuestra soberana puede parecer una mujer adusta y fría, pero al fin y al cabo es mujer. No se le pasó por alto el agobio de la capitana Cook ni su preocupación al veros inconsciente tras la pelea con ese desgraciado traidor. Así que, en lugar de poneros en un brete, decidió que seáis vos mismo el que salga del conflicto. Está convencida, muy convencida, de que tenéis suficiente mano izquierda como para evitar que esa muchacha os corte el cuello cuando se entere de la verdad.
-Me enternece su confianza –gruño Nick.
-Ya lo imagino –se echó a reír-. ¿Qué vais a hacer?
-No tengo ni idea. Pero no pienso dejar que mi título, y mucho menos la misión que me encomendó Isabel, echen al traste mi relación con Jenny.
-Os deseo suerte, Russell –le tendió la mano.
-Voy a necesitarla –repuso él, estrechándosela.
Así que allí estaba ahora, debatiéndose entre la espada y la pared, sin saber muy bien cómo explicarle a Jenny quién era en realidad y los motivos que le habían llevado al Melody Sea. Estaba deseoso de poder ir con ella a las mejores tiendas para comprarle vestidos, sombreros y joyas; todo cuanto deseara. Soñaba con verla ataviada como una dama, pasear con ella por las calles de Londres, perderse por los parques, acudir a veladas musicales… Presentársela a su madre.
Estaba seguro de que Jenny acabaría por apreciar aquella nueva vida y disfrutaría de las compras y los bailes como cualquier joven. Terminaría haciéndolo. Sin embargo, horas antes, cuando se lo había propuesto, ella se había echado a reír. Según le dijo, ya tenía vestidos más que de sobra en los arcones del Melody Sea. Tomados, por supuesto, de los navíos españoles abordados. Y hasta le hizo reír a él comentando la moda femenina española, demasiado severa y fúnebre para su gusto.
Jenny parecía dichosa, pero no engañaba a Nick. Él había conseguido conocerla bastante bien y la mirada huidiza a veces de la muchacha le decía que no todo iba a las mil maravillas.
No erraba en su apreciación. Jenny había aceptado que amaba a Nick Russell con locura, que él la correspondía, pero le costaba trabajo dejarse llevar por las ilusiones. En su mundo, en el mundo que había conocido hasta entonces, todo podía acabar al momento siguiente; en aquel otro que habían decidido emprender juntos, podría suceder otro tanto. Fantaseaba, sí, con tener una casa por la que correteasen unos cuantos chiquillos, con esperar cada noche la llegada de Nick. Pero ¿y sí él se cansaba de llevar una existencia insípida? Por lo que sabía, era un hombre fraguado en la aventura y el peligro, como ella misma, no en vano le había conocido en un lugar tan salvaje como Tortuga. ¿Y si era ella la que terminaba por odiar la monotonía? Una cosa u otra podrían acabar con sus sueños de felicidad.
A Nick, cuando la veía tan pensativa, le envolvía la desagradable sensación de que ella estaba a punto de escapársele entre los dedos.
Se acomodó en el lecho y acarició el cabello oscuro de ella, seda pura entre los dedos.
-¿En qué piensas, mi amor?
-En que va siendo hora de que salgamos de este cuarto, si no queremos que Potter acabe derribando la puerta, temeroso de que estemos muertos.
Nick soltó una carcajada y ella alzó el rostro para mirarle.
-Eres tan, tan hermosa, Jenny.
-Usted tampoco está mal, caballero. Y antes de pedir un baño y vestirnos, quiero que vuelvas a hacerme el amor.
Su descarada petición le divirtió. Esa era la mujer por la que daría la vida: respondona, directa, dominante y descarada. Decía lo que pensaba sin medir las consecuencias.
-Señora mía, me tiene agotado –bromeó, pero ya la estaba colocando bajo su cuerpo y emprendía la búsqueda de las delicias del suyo.
-Tienes las manos ardiendo, Nick –le susurró, mordiéndole después el lóbulo de una oreja-. El resto… ¿está igual?
-Eres una deslenguada.
-Que te gusta.
-Eso es verdad.
-Entonces… ¿qué? –preguntó insinuante, con un brillo pícaro en los ojos.
Nick no pudo resistirse a sus demandas. ¿Cómo hacerlo, si era lo que estaba deseando? No se cansaba de ella. Se levantó de la cama, la tomó en brazos para depositarla en el suelo, arrancó la manta que extendió junto a la chimenea y después, relamiéndose como un gato y haciéndola reír, volvió a alzarla para depositarla sobre la prenda como si fuera la joya más preciada.
Ella le tendió los brazos, reclamándolo.
-Te amo, Jenny –le dijo Nick antes de tomar su boca.
Y el conde de Leyssen le dedicó, durante la siguiente hora, su exclusiva atención.
Capítulo 47
Published on March 19, 2013 16:01
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
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