05/ 02: KRANTZ

Krantz es un agente espacio-temporal al estilo Valerian, que viaja del Siglo XXXVIII al Siglo XVI para impedir una serie de sucesos que desembocarán en guerras y genocidios a escala planetaria. O sea que el tiempo y los viajes en el tiempo tienen mucho peso en la trama. También el tema de la razón y la ciencia vs. la superchería y el oscurantismo. El Siglo XVI que nos muestra Morhain es rico en inquisiciones, excomuniones, profecías y leyendas bizarras. El guión se nutre de todo esto, con un rol muy destacado para Nostradamus y hasta una aparición de Caperucita Roja y “el lobo”. El frío Krantz será testigo y a veces hasta motor de la aparición de todos estos elementos inexplicables desde la matriz del conocimiento científico que guía sus acciones.
El rol de la Inquisición garantiza torturas, injusticias y –por ende- motivos para que el héroe entre en acción. Y hay bastante acción, por suerte no esacsea. Los personajes de Krantz, María de Harvilliers y (en menor medida) Nostradamus están bastante trabajados, no son meros engranajes de los argumentos. De los seis episodios, me gustaron cuatro. Me parece que la serie cae un poquito en el segundo y tercer episodio, principalmente porque Morhain se pasa de erudito y nos bombardea con datos, un poco para mostrarnos que la realidad de la que viene Krantz no es ni la que se encuentra en este Siglo XVI ni la de nuestros libros de historia. El contrapunto entre una y otra realidad se da en extensos soliloquios o bloques de texto que empantanan un poco la narración. El tercer episodio, el de la cuerda espacio-temporal de Leonardo Da Vinci, me resultó innecesariamente intrincado, como si le sobraran elementos. Por ahí hubiese estado mejor si se lo desarrollaba en más páginas, o con menos personajes. Ya en el cuarto episodio, cuando Morhain revela las cartas que María escondía bajo la manga, la saga levanta muchísimo y no deja mucho margen para cuestionar pelotudeces.
El dibujo de Lalia es oscuro y sugestivo como siempre. Hacía bastante que no lo veía dibujar escenas de acción (los cuentos de Poe y Lovecraft tienen pocas) y en ese menester lo vi muy afilado, con poses dinámicas y expresivas. Los rostros también, perfectamente definidos y con muchísima personalidad. Su Edad Media es mugrienta, ominosa, repleta de sombras y texturas logradas con raspados, esfumados, esponjas, crosshatchings y demás técnicas que Lalia domina de taquito. Como suele suceder en las historietas del maestro, nos encontramos con varias páginas en las que la ubicación de las viñetas suscita dudas en cuanto al orden de lectura de las mismas. Esto es heavy, porque la lectura secuencial es la gramática misma de la historieta, y es molesto no saber qué viñeta le sigue a la que uno está leyendo. La ubicación de los globos (que en algunas páginas son demasiados) no ayuda para nada a aportarle claridad a la lectura. El tamaño de los globos tampoco: hay varios que son enormes (casi siempre porque Morhain se zarpa con la cantidad de texto) y no son pocas las páginas en las que estos masacotes con letritas adentro le disputan el protagonismo a los dibujos de Lalia.
Más allá de estos detalles, y sin ser una joya imprescindible, Krantz me interesó como para querer leer un segundo tomo. Está bueno que los autores argentinos que siguen fieles a las fórmulas de la aventura clásica encuentren vueltas como esta, se arriesguen a borronear las fronteras entre los géneros y a bajar la línea que Morhain y Lalia bajan en esta saga. Si encima se sacan una leche acumulada durante 30 años, mejor.
Published on February 05, 2013 13:48
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