25/ 01: LOS REYES ELFOS: LA ESPADA DE LOS INOCENTES

El guión es excelente. Se nota que Santos tiene un plan a largo plazo y hacia allá va, sin prisa, sin pausa, con mucho cuidado por dosificar bien la información acerca de este mundo y estos conflictos, y sobre todo por no quedarse en la machaca, sino potenciarla mediante un recurso infalible: los personajes que pueblan la saga de Ehren Heldentod no son meros reyes, guerreros o mercenarios. Son tipos y minas reales, creíbles a pesar de su origen fantástico, con personalidades complejas y sentimientos fuertes, con los que uno (que no es rey, ni elfo, ni blandió una espada en su puta vida) se puede identificar. La epopeya está y está buenísima: hay combates de todo tipo, gestas repletas de heroismo y sacrificio, tremendas batallas y hasta la intervención de los dioses nórdicos (en este tomo la rompe el mismísimo Thor!). Y además están estos personajes logradísimos, casi tridimensionales, que rosquean, se enamoran, sufren, traicionan, se cuestionan miles de cosas y hasta a veces se resignan a aceptar un rol en esta gigantesca trama que –se dan cuenta- les viene impuesto de más arriba, por enigmáticos demiurgos a los que no tienen el gusto de conocer.
En Los Reyes Elfos este tema del destino, de la profecía, tiene mucho peso. Y tiñe a la saga de un cierto fatalismo, de un clima por momentos opresivo, triste, porque los personajes entienden que –por más que se hagan los locos- casi siempre tienen un sólo curso de acción y no es precisamente el más fácil, ni el más cómodo, ni el que garantiza que su gente va a dejar de sufrir y morir en estas guerras tan atroces como evitables entre las distintas razas. Hasta los más poderosos son, en algún momento, títeres de alguien más, y Santos se esfuerza por mostrarnos cómo esta idea le pega de distinta manera a los distintos personajes, en secuencias introspectivas muy bien resueltas.
Esta es una obra de 2003, o sea que a nivel dibujo estamos lejos del Víctor Santos actual. Esto es de la época en la que Santos todavía parecía el primo desprolijo de Chris Sprouse, una especie de Sprouse entintado a los pedos, o por un fan de Paul Grist. También hay algunos elementos (generalmente los que tienen una impronta fantástica) definidos con una línea un poquito más temblorosa, como la que usaba Jeff Smith en Bone, cuando aparecía la hermana malvada de Rose. Eso en la superficie, claro. Si miramos la narrativa y la planificación de las páginas nos encontramos con muchos truquitos típicos de Mike Mignola y Matt Wagner, incluso los que Mignola tomó de autores europeos como Andreas, Hermann o Tardi. Es muy loco que Santos sea europeo y que los pocos recursos claramente europeos que se ven en su obra sean los que heredó de Mignola. En fin... También hay momentos, en especial algunas peleas, en las que la narrativa es más japonesa, aunque con más viñetas por página y menos estridencia que en los típicos shonen en los que la machaca le disputa el protagonismo al guión. La aplicación de las tramas mecánicas está perfecta y el equilibrio entre espacios blancos y masas negras es ejemplar, digno de ser estudiado en las escuelas de dibujo. Y aún así me imagino estas páginas dibujadas por el Santos actual y me derrito de la emoción...
Si seguís hace un tiempo este blog, ya te habrás dado cuenta de que con este autor ya no puedo ser objetivo. En algún punto se convirtió en un fetiche, en un totem al que sólo puedo rendirle pleitesía. Y está todo bien, banco a full mi decisión de bancar a full a Víctor Santos. Me fascina cómo narra, me fascina la forma en que encara los géneros y me fascina verlo mejorar como dibujante de obra a obra. Ojalá algún día seamos legiones los que tenemos al valenciano en nuestro Olimpo de los intocables.
Published on January 25, 2013 08:37
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