Los autores independientes y la supuesta inmadurez del lector
Que las cosas están cambiando en el mundo de la edición es algo que ya he comentado repetidas veces en este bloc. Afortunadamente. Porque, con demasiada frecuencia, tendemos a pensar que lo establecido, lo "de toda la vida", es inmutable y, además, es lo correcto. Por ejemplo, varias "verdades absolutas" que las editoriales han impuesto desde hace décadas: el porcentaje de beneficios del autor y el papel del editor como filtro que garantiza la calidad. Cuestiones tan establecidas que nunca he oído a nadie rebatirlas. Vamos con la primera: que un autor, que al cabo es el creador de la obra, se lleve (en el mejor de los casos) un 10% del precio de venta del libro nos parece, nos ha parecido siempre, lo más normal del mundo. Sin él, sin nosotros, los autores, no habría "industria editorial". Sin nosotros no habría editoriales, ni distribuidoras, ni librerías, ni agentes editores, ni... Y, sin embargo, todos los implicados en la cadena de distribución del libro obtienen unos márgenes de beneficio mucho mayores que el autor. No pretendo quitar mérito a editoriales y librerías, cuyo trabajo es en muchos casos encomiable (no tengo las cosas tan claras respecto a las distribuidoras, que son el verdadero "cuello de botella" del sistema). Pero, ¿es realmente lógico que un autor cobre el 10% de PVP de su libro (eso, si además no tiene que pagar un 10% de ese 10% a su agente)? ¿Es inevitable o hay otras opciones que ni siquiera nos hemos planteado? Veamos la segunda: ¿el editor garantiza la calidad de la obra? Cada vez que surge el debate sobre la autopublicación, me encuentro con el mismo comentario: las editoriales son fundamentales porque suponen un filtro de calidad que impide que lleguen al lector obras mal editadas y sin interés o calidad alguna. Pero, ¿es esto cierto? Una editorial, evidentemente, conoce y controla el proceso de edición y publicación del libro. Eso quiere decir que cuenta con correctores y editores que trabajan el material del autor hasta convertirlo en el libro que llega a manos del lector. Un trabajo fundamental, imprescindible, para que la obra resultante sea legible. Pero no tienen la exclusiva. Cualquier autor, con la formación adecuada, puede realizar esa misma tarea en igualdad de condiciones. O puede contratarla, igual que contratamos a un fontanero o a un abogado. Puede contratar a un maquetista, un diseñador para la portada, un editor para el texto. O, directamente, puede contratar a una editorial para que realice todos esos trabajos imprescindibles en su nombre. Y, respecto de la calidad, estoy convencido de que hay muchas editoriales que miman sus libros y que mantienen una línea de publicaciones de gran calidad. Pero, ¿cuántas editoriales han prescindido de la calidad para buscar única y exclusivamente el beneficio? ¿Es garante de algo una editorial que publica obras de tan nula calidad literaria (y esto, me temo, no es una cuestión subjetiva, sino simple constatación de un hecho) como Cincuenta sombras de Grey o El código Da Vinci, por poner solo dos ejemplos? Y no digo que no se deban publicar esas obras: solo afirmo que no tienen calidad literaria alguna, y que quien las publica solo busca el beneficio. Algo, por otra parte, perfectamente válido... siempre que no pretendan vendernos, además, que ellos son los únicos autorizados para decidir qué debemos leer y qué no. En realidad, y aún asumiendo que hay muchas editoriales que sí realizan una labor encomiable, ¿no estamos considerando a los lectores como niños inmaduros al considerar que no tienen capacidad para distinguir obras de calidad, al otorgarles a las editoriales en exclusiva la función de filtro? ¿Acaso no tiene derecho el lector a decidir por sí mismo qué le gusta y qué quiere leer? Hay lectores que siempre compran los libros de tal o cual editorial porque les encanta su línea. Yo mismo no suelo dejar pasar las novedades de alguna en concreto. Pero cada vez con más frecuencia estoy descubriendo autores independientes de sobrada calidad, que no han podido o no han querido publicar por la vía tradicional, y cuyas obras no solo no desmerecen a las "tradicionales", sino que superan con creces a muchas. Con el añadido, además, de que este tipo de obras suele reportar a los autores unos beneficios muy superiores a ese 10% del que hablábamos. Sin duda, habrá de todo: me podréis decir que muchas obras autopublicadas no cumplen los requisitos mínimos exigibles. Y es cierto. Como también es cierto que muchas de las obras publicadas por editoriales de toda la vida no tienen la más mínima calidad. Pero es el lector el que debe decidir en quién deposita su confianza. Así pues, ¿no va siendo hora de erradicar ideas preconcebidas y darles una oportunidad a los autores independientes? Os aseguro que os llevaréis muchas gratas sorpresas. Y algunas decepciones, también. Exactamente igual que os pasa ahora con los libros publicados por editoriales tradicionales. Pero, al hacerlo, al apoyar a los autores independientes, estaremos también apostando por una cultura libre y plural, mucho más rica y variada. Y eso merece la pena.
Published on December 11, 2012 01:35
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