18/ 10: WOLVERINE/ HULK

Si lo encaramos con mala leche, este libro tiene todos los números para convertirse en un papelón memorable. Estamos frente a un guión que jamás promete alterar en lo más mínimo a ninguno de los protagonistas, con lo cual puede parecer intrascendente o simplemente ladri. Además, el guión requiere todo el tiempo la aparición de Bruce Banner, mientras el autor se esfuerza por mostrarnos lo más posible a su verdoso alter ego, primero porque se divierte más dibujándolo y segundo porque es lo que la hinchada que compra estos comics quiere ver. Y por si faltara algo, el guión transita por la cornisa del delirio, un senderito muy finito en el que no está demasiado claro qué pasa en realidad, qué pasa en la mente de los personajes y cuánto de todo lo que pasa responde a meros caprichos del autor.
Y con todo eso que podría jugarle en contra, a mí esta saguita me gustó. ¿Por qué? Porque no me sale encarar con mala leche una obra de Sam Kieth. Soy fan de este enfermo de mierda y no lo puedo evitar. Y le reconozco lo más importante: la coherencia, la fidelidad a un estilo. Este es un comic de Hulk y Wolverine, es cierto. Pero sobre todo es un comic de Kieth, con todos los yeites clásicos de las otras obras de este autor. Las virtudes y, obviamente, los defectos.
Es verdad, pasa poco y casi nada de lo que pasa hace avanzar esta trama extraña, caprichosa y cuya resolución empezás a olfatear unas 25 páginas antes de que llegue. La machaca ocupa unas cuantas páginas y no aporta absolutamente nada al desarrollo argumental. Por el otro lado, hay diálogos exquisitos, mucha onda puesta en e personaje que durante muchas páginas funciona como hilo conductor de la trama (no me quiero extender en eso para no spoilear) y a la hora de definir a Hulk, Kieth opta por el Hulk bien cabeza, bien pavote, casi un tierno, en logrado contrapunto con un Logan siempre al filo de la salvajada.
Y por supuesto, mucho más inexplicable que cualquier fumanchereada del guión, es el dibujo de este monstruo fuera de control. Kieth encuentra los pretextos para dibujar pocos o ningún fondo y descontrola virulentamente en todo lo demás: anatomía pasada de rosca, expresiones faciales impresionantes, un color directo que lo muestra solvente y sorprendente en el manejo de innumerables técnicas y una narrativa coherente, a pesar de los múltiples estallidos que la machaca entre Wolverine y Hulk causa en la puesta en página. Realmente hay más páginas perfectas de las que me atrevo a revisitar. Visualmente, esto es una orgía, una especie de Frank Frazetta pasado de alucinógenos y con varios episodios de Ren & Stimpy clavados en las retinas.
Si no te resulta insostenible un comic en el que Hulk y Wolverine intercambian trompadas y rasguñones, tenés que leer esto para vibrar al ritmo de las bizarras maravillas que las plumas y los pinceles de Sam Kieth pelaron en esta historieta.
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Published on October 18, 2012 16:52
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Andrés Accorsi
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