Amor con mayúsculas

He conocido pocas personas como ella. Si hubiera más así, el mundo sería un paraíso.
He llorado y reído leyendo estas líneas. Seguro que os llegan al alma. En la mía, han dejado huella.
Rosalin, no cambies nunca.
Nieves
El “Milagro” de la música“Podrías colaborar en una Residencia de Ancianos?” - Es lo que me plantearon una vez, no sabía si decir sí o no, el compromiso siempre cuesta, una vez por semana parecía mucho, pero me lo pensé, y finalmente acepté.
La coordinadora de la residencia me pidió que haga algunas clases de Taichi/Chikung, (movimientos suaves y lentos para trabajar la energía), porque los viejitos tienen dificultad para moverse, así es que tuve que adaptar mis conocimientos de estas disciplinas para personas muy mayores, tuve la oportunidad de conocer a un maestro chino que enseñó a hacer chikung sentados, y eso es lo que iba a hacer.
Así comencé, ellos sentados en sillas, realizando movimientos lentos, acompañados por la música de fondo, muy relajante, les gustaba la música de piano, pero notaba que se relajaban demasiado, alguno se me quedaba dormido, hasta que rápidamente me di cuenta, que estos viejitos lo que necesitaban era un poco de “marcha”, y comencé a experimentar con ellos. Qué tal hacer chikung con paso doble?, la reacción fue increíble, los viejitos hacían chikung al ritmo de paso doble, se movían como si estuviesen bailando y dije, ahora, qué tal con las sevillanas, para los movimientos de brazos y muñecas, y un chotis? Y un bolero? Y hasta me pidieron la Macarena.
Y entonces mis clases comenzaron a cambiar de rumbo, vi cómo se animaban todos, empezaban a recordar, cantaban mientras se movían, me inventaban movimientos, y me olvidé de la rigidez y la disciplina con la que yo aprendí el taichí y el chikung, pero me dije, esto es lo que verdaderamente necesitan ellos, sobre todo que sonreían, cambiaron sus rostros, y poco a poco, se comenzaron a soltar, y yo también, pues gracias a que no desafino tanto, me atreví a cantar con ellos, ayudarles a memorizar las canciones de antaño, y hacer un poco de teatro también, porque gesticulamos y representamos lo que dicen las canciones, es de lo más divertido, para ellos y también para mí.
Probé con enseñarles a manejar el abanico, ya que en taichí, también tenemos rutinas con abanico, y como la mayoría son mujeres, me di cuenta que no les era muy difícil mover el abanico. Y adapté movimientos para ellas, y es tan bonito verlas hacer los movimientos al ritmo de chotis y paso dobles, ver los abanicos de colores moviéndose por los aires es un espectáculo.

Paquito, un hombre muy mayor, habla muy bajito, y va con andador, arrastrando los pies, encorvado, camina muy lento, en mi clase apenas movía los brazos, me observaba, y debió ser un gran piropeador, porque cuando me ve, me guiña el ojo, y un día me dijo al oído “Te voy a comer…. y no tengo hambre”, …. Que iba a hacer, solo reírme de su picardía que aún la mantenía. Pero un día, cuando ya había acabado la clase, se puso de pie para marcharse, vino una cuidadora que lo ayudaba y le movía los brazos como haciéndolo bailar, pero ella se fue, y me quedé con él, y le dije, Paquito, vamos a bailar, le puse su mano en mi cintura, y nos cogimos en posición de baile, con el andador entre medias, sonaba el bolero “Reloj”, vi como intentaba levantar los pies, y parecía que llevaba el ritmo, quité el andador, y para sorpresa de todas las demás viejitas y la mía, Paquito, muy estirado, comenzó a bailar con el 1, 2, 3 – 1, 2, y empezó a desplazarse, levantaba los pies, y llevaba el ritmo, y hasta me hacía girar y cambiar de sentido. María. Antonia, una de las viejitas con la que más converso, decía con el asombro en su rostro, no puede caminar, pero puede bailar, no paraba de repetir que era como un milagro lo que había ocurrido, años viendo a Paquito caminar lento arrastrando los pies y ahora lo veía bailar tan bien. Paquito me dijo al oído, que él había ganado concursos de baile, por eso yo creo que fue recordarle sus tiempos mozos y dejó salir todo aquello que tenía en la memoria. Pero luego, le dijimos que camine con el andador, y logró caminar levantando los pies, y a una velocidad mucho mayor que la anterior. Todos lo observábamos asombrados y no nos lo podíamos creer lo que había hecho Paquito. Ma. Antonia con lágrimas en los ojos, le dijo, me has emocionado tanto, que te voy a dar dos besos. Esa imagen nunca se me olvidará.
Y ya acabo mi relato, y con esto os quiero decir que “la música hace milagros”, por eso os animo a que si tenéis alguna persona mayor a vuestro alrededor, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, vecino, amigo, probar en ponerles un chotis, un paso doble, moveros, bailar, cantar, y ya veréis los resultados.
Y si queréis colaborar aún más, ofreceros como voluntarios en alguna residencia y no hace falta tener grandes conocimientos, cada uno da lo que puede, sobretodo hacer las cosas con cariño, es lo más gratificante que hay. En este caso, esa “espera” se vuelve un poquito más dulce.
Rosalin.
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Published on September 25, 2012 03:46
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
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