La mayoría de la población norteamericana siente verdadero desprecio por los intelectuales. El prestigio social de algunos ámbitos universitarios se debe a su estrecha relación con el mundo de las élites y su vinculación con los intereses de los mercados. Fuera de esos reductos, una parte importante de la población considera embaucadores peligrosos a los que se esfuerzan en hablar bien –siempre que no sean telepredicadores-, defender ideas fuera del costumbrismo nacional y razonar de acuerdo con una conciencia crítica. Es una paradoja de los instintos: se ataca al pensamiento alternativo acusándolo de las culpas que en realidad condensa el mundo académico más respetado.
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Published on September 03, 2012 05:06