nunca habré podido recomponerte enteramente, traducción de "El coloso" de Sylvia Plath
Esta mañana me levanté y
emprendí a traducir El coloso de Sylvia Plath. Pedazos de éste no sólo figuran
como el epígrafe de mi novela nueva, “dicen que los dormidos”, sino que
también son el texto “madre”, o primario, del que surgió la historia, el estilo
y el aire del escrito—que está a un chin-chin del punto final. Anteriormente,
tenía el poema en inglés, pegado en fragmentos, pero como que no cuadraba con
el ritmo del texto, así que procedí a buscar algunas traducciones en español.
Ya había leído la de María Julia de Ruschi Crespo, publicada en Buenos Aires,
en el 1988, en el libro Tulipanes y otros
poemas; y, por internet, me tropecé con la española de Jesús Pardo,
publicada aparentemente por Visor Libros
en Madrid, en un libro titulado simplemente Antología.
Ninguna de las dos me encanta, aunque me inclino más por la de Ruschi Crespo.
En fin, terminé haciendo mi propia traducción, con un vocabulario y
construcciones verbales que aunque fieles al inglés original, son más parecidas
a los giros estilísticos del texto que encabezarán. Un ejemplo sería la primera oracción, en la que recurro al
incómodo “Nunca habré podido recomponerte enteramente”, en vez de los más
sintácticamente correctos “Nunca conseguiré recomponerte” o “Nunca podré reunirte íntegramente” que
ofrecen los traductores para el verso “I shall never get you put together
entirely” de la Plath; entre otras pequeñas divergencias.
Eniweis, acá y acá pueden acceder las dos traducciones, y acá el original. La mía la cuelgo a continuación. En cuanto a "dicen que los dormidos", colgaré el principio en las próximas semanas.

El coloso de Sylvia Plath
Nunca habré
podido recomponerte enteramente
juntarte,
pegarte, y articularte como se supone.
Gritos de mula,
quejas de cerdo y obscenas carcajadas
provienen de tus
grandes labios.
Peor que en un
corral.
Tal vez te consideras un oráculo,
vocero de los muertos o de algo parecido a un
dios.
Ya van treinta años que llevo esforzándome
por deshacerme del fango acumulado en tu garganta.
Y no he aprendido absolutamente nada.
Subiendo por diminutas escaleras con baldes de pegamento
y cubos de lisol
me arrastro como una hormiga en pena
por las hectáreas descuidadas de tus cejas
para arreglar las inmensas placas de tu cráneo y despejar
los calvos y blancos túmulos de tus ojos
Un cielo azul salido de alguna Orestíada
se hace sobre nosotros. Ay Padre, tan solito.
Eres tan medular e histórico como el Foro Romano.
Me siento y almuerzo en una colina de cipreses.
Tus huesos estriados y tus cabellos espinosos se
derraman
En su antigua anarquía, alcanzando el borde
del horizonte. Crear una ruina así
tomaría mucho más que un rayo. Durante las
noches,
me acuclillo en la cornucopia
de tu oreja izquierda, a las afueras del viento,
Y cuento las estrellas rojas, y esas otras que
son como de color ciruela.
El sol sale por debajo de la columna de tu
lengua.
Mis horas están casadas con la sombra.
Ya no me quedo a la escucha del roce de una
quilla
contra las empalidecidas piedras del
desembarcadero.
Tr. Sergio Gutiérrez Negrón
Published on July 15, 2012 11:05
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