Un árbol crece en Brooklyn

Un árbol crece en Brooklyn. Betty Smith; trad. Rojas Clavell. Barcelona: Lumen, 2019

Ayer, hoy y siempre

«Cuando las autoridades sanitarias trataban de explicar a los pobres y analfabetos que la vacuna era una forma benigna de la viruela que se inoculaba a los niños para inmunizarlos contra esa terrible enfermedad, los padres no lo veían; todo lo que sacaban en limpio de la explicación era que se introducía el germen en el cuerpo de los niños sanos. Algunos padres oriundos de lejanas tierras se negaban a que sus hijos fuesen vacunados. En esos casos no se permitía a los niños ir a las escuelas. Después se perseguía a los padres por no acatar la ley. ‘¿País libre?’, preguntaban ‘¡Vivir para ver!! ¿Dónde está la libertad?'».·

En la primera década del siglo XX se reaccionaba así ante la llegada de una vacuna, nada que no hayamos vivido hace tan solo cuatro años: la historia, a menudo, se repite. Ayer, en el cine, tuve la suerte de escuchar a Sylvie Pialat en vivo comentando que su difunto esposo sólo buscaba «retratar la vida», que pasa escurridiza ante los ojos del espectador en cada una de sus películas, todas atemporales y siempre vivas, siempre conectando con las experiencias personales del público.

Betty Smith describe esa vida «real», conocida por el lector y además, permite que éste avance con ella. Un árbol crece en Brooklyn vive con quien la lee.

Francie, la protagonista, deja de ser niña a medida que cumple años y también a consecuencia del dolor al cual se expone día a día. Los consejos de su abuela a su madre y los de su madre a ella misma, la impotencia ante un padre alcohólico a quien no puede dejar de devolver un cariño que trasciende dificultades, las decepciones, las desgracias y la ilusión para hacer frente a todo lo amenace con romperla en pedazos:

«La niña tiene que poseer algo muy valioso que se llama imaginación. Necesita crearse un mundo de fantasía todo suyo. Debe empezar a creer en las cosas que no son de este mundo; luego, cuando el mundo se haga demasiado duro para soportarlo, podrá refugiarse en su imaginación […] Es una gran cosa descubrir la verdad por uno mismo. Creer en algo con toda el alma y después dejar de hacerlo es saludable. Alimenta las emociones y las fortalece. Cuando sea una mujer y la vida y las personas la desilusionen, ya estará acostumbrada a los desengaños y el golpe, será menos duro. Al enseñar a tu hija no olvides que sufrir también es útil. Enriquece el carácter».

Las anécdotas se siembran y más adelante se recogen, crecidas, transformadas. Leer Un árbol crece en Brooklyn es acompañar a Francie y al resto de su familia y sus vecinos, obreros muy pobres que se abren paso en uno de los barrios más famosos de Nueva York, cuando todavía era considerado otra ciudad y a él aun no habían llegado hordas de turistas para hacerse fotos sobre su adoquinado, a la búsqueda del ángulo perfecto.

Los mismos miedos y aprendizajes entonces y ahora.

La vida, siempre.

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Published on June 26, 2025 07:22
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