CARNAVAL INDOMABLE. «La voz alzada. Carnaval cantado y transformación cultural», de David Delfín. Reseña.

«LA VOZ ALZADA. CARNAVAL CANTADO Y TRANSFORMACIÓN CULTURAL”, DE DAVID DELFÍN.

«La comparsa de Alhaurín el Grande La travesía, de 2018, es otro ejemplo que permite corroborar la manera en que las coplas abordan la complejidad humana, las relaciones entre la persona y la sociedad y sus normas o el modo en que las experiencias producen conocimientos que construyen nuestra subjetividad; es decir, el proceso por el que se configura lo que somos en contacto con la realidad y con quienes nos acompañan mientras va escribiéndose nuestra biografía y nuestra transformación a lo largo del tiempo». 

La transformación (o metamorfosis) es un término muy antiguo, uμετάμορφωσις, que tenía unas implicaciones mucho más profundas que las que solemos por lo común otorgarle. Desechando el cambio o transformación física, que no nos interesa ni sucede por cantar una copla de carnaval, si bien toda máscara y todo disfraz acaba de alguna manera convirtiéndose en espejo y definición, sí, por el contrario, nos detendremos un poco en las connotaciones de la «transformación interior», que se encuentra mucho más cercana al terreno de la espiritualidad, y que vendría a ser algo así como un acto de purificación. 

En realidad, toda fiesta y celebración humana no ha dejado de ser, desde los albores de la historia, «un acto de purificación», y esto va mucho más allá de implicaciones religiosas. Que el carnaval se suceda en febrero (si bien durante muchos años de su historia se desplazó a otras fechas o directamente se prohibió) tampoco es una cuestión baladí. El invierno está llegando a su fin. La primavera llama a la puerta de los hombres. Y hay que recordar que los ciclos de vida y muerte estaban muy ligados a los tiempos de la cosecha y a la floración o no de la naturaleza. Y, si nos trasladamos a la época cristiana, hay que recordar que el carnaval sigue acotado a las fechas de cuaresma, y, aunque en Cádiz me da la sensación de que esto crea muchísima más controversia que en Málaga, nada sucede en nuestras tradiciones por casualidad. 

Dicho esto, entremos de lleno en este valiente ensayo de David Delfín, afamado poeta y escritor malagueño de larga y fecunda trayectoria, versátil y siempre elegante, capaz tanto de escribir poemas vanguardistas como de sumergirse en la historia de nuestras tradiciones culturales. Aquí, en “La voz alzada. Carnaval Cantado y transformación cultural”, nos arrastra por todo un recorrido desde los inicios de la fiesta, y no solo ciñéndose al carnaval de Málaga sino adentrándose y complementándose con los de Huelva y Cádiz, porque de alguna manera todos nuestros carnavales andaluces andan conectados y se retroalimentan entre sí. También es verdad que hay «algo de pique» y cierta rivalidad, pero eso también sucede con las agrupaciones de una misma ciudad, y es algo que, si no excede los límites de la educación y de la cordura, enriquece y conlleva a muchos grupos a competir y a superarse. Y de ejemplo la colaboración musical de Juan Carlos Aragón con David Santiago Velasco en la comparsa del carnaval de Málaga de 2015, Los intocables, que yo desconocía. O las de Antonio Martín, otro autor gaditano, leyenda viva de nuestra fiesta, con los carnavales onubenses. Todo esto lo cita Delfín en su ensayo y es de agradecer. 

Lo cierto, es que la historia del carnaval en nuestras tierras andaluzas nunca ha sido fácil. Casi siempre, los poderes políticos lo han intentado secuestrar o domar. El carnaval estuvo prohibido muchos años, y hubo otros en los que se celebraba fuera de fecha, bajo otras denominaciones y con férrea censura. La llegada de la democracia ayudó a recuperar el carácter reivindicativo y la sátira propia de estas fiestas, pero estas tensiones con los poderes eclesiásticos y políticos persiste a otros niveles. El carnaval es un periódico anual, cantado y ácido, que crea conciencia social, que no ha podido ser utilizado y domado por la burguesía, y que, esencialmente, sigue perteneciendo a las clases populares. Aunque Delfín se ocupa preferentemente del carnaval de Málaga, hay unas menciones a lo que ocurrió en el barrio de San José de Cádiz. Y allí tienen que seguir en el cementerio —un cementerio ya en desuso porque desde hace unas décadas los gaditanos que se «largan a charlar con el océano están criando malvas» en el cementerio de Chiclana— las tumbas de Crespillo y Peña, carnavaleros, asesinados y enterrados. No fueron los únicos. Hubo muchos más.  

Por ello, entre otras muchas cosas, hay que seguir apostando por un carnaval callejero, irreverente y canalla, que no se someta ni a fundaciones, ni a ayuntamientos, ni a ningún tipo de limitación y concurso. En ese sentido, la irreverencia, originalidad y posibilidades que ofrece el «carnaval ilegal» siempre serán más intensas, que las que pueden aflorar en un concurso cada vez más acotado y pazguato. El primero será siempre más rebelde; el segundo más espectacular y masivo. Nos debemos a nuestra propia historia un respeto, que no debe ser excluyente de nuevas tendencias y modos, pero que no puede perder del todo esa vinculación con nuestra manera de ser y estar en el mundo. Pues el pueblo andaluz cuando se expresa y canta tiene cientos de años de lucha, dignidad y poesía en sus gargantas. Esto no es una fiesta solo de algarabía y desfase —que también—, sino la liturgia literaria y cantada de unos pueblos marineros que «consolidan su identidad» a ritmo de bombo y caja. Es una oración de la tierra y el mar. Y al que le duela una crítica cantada sobre las tablas del Alameda o del Falla, que se vaya a la playa a ponerse a remojo, porque en eso consiste la libertad de esta fiesta indomable, y como tal ha de seguir expandiéndose en la conciencia y la sangre de las nuevas generaciones.  

Delfín recupera en las primeras páginas de su ensayo todo este periplo histórico, enriqueciéndolo con coplas antiguas, haciendo mucho hincapié en esas características que convierten al carnaval andaluz en algo único y casi sin parangón a otra parte del mundo, salvo las murgas de Uruguay, que, sorprendentemente, son una fusión de la influencia gaditana con las raíces africanas y locales. Las características del carnaval que hoy damos por comunes fueron gestadas en esos primeros años de democracia, y es muy curioso comprobar como carnavales tan cercanos como los de Isla Cristina, Cádiz o Málaga tienen, a su vez, características propias, adaptadas a su particular idiosincrasia. Y luego hay tránsitos y lugares muy comunes y reconocibles para todas nuestras ciudades y pueblos: el mar, por ejemplo.  

«Cada mañana temprano, yo salgo a pasear, y entre oleaje y espuma, el pan para mis hijos, yo le arranco al mar. Yo tengo la piel morena, morena de sol y sal, y el alma de marinero, igual que mi pueblo, yo quiero a rabiar. Todos los días miro al cielo, cuando comienzo a faenar, y solo pido al supremo, que me de fuerzas para trabajar. No me importan los sudores, ni temo al viento ni al temporal. Porque sé que el marinero, protege su vida la Virgen del Carmen, que vive en el mar. Ella cubre con su manto, a todo el hombre honrado que sale a pescar. Y en este humilde homenaje, yo con mi comparsa quiero dedicar, a mi pueblo chiquetito, que todo lo saca del agua salá. La Higuerita Marinera, tiene por bandera, agua, viento y sal». 

         (Pasodoble de la comparsa La Higuerita Marinera, 1982. Carnaval de Isla Cristina) 

Tal y como se va desgranando en el libro, precedido por un hermoso prólogo de Juan José Téllez, el carnaval reafirma la identidad comunitaria y el andalucismo y, a su vez, va regenerando la propia fiesta adaptándose a las nuevas circunstancias sociales: a la incorporación de la mujer como parte activa y reivindicativa de la fiesta; a las distintas crisis, tragedias e inundaciones; a los avatares políticos e ideológicos; a la masificación del turismo y la pérdida de la identidad local; y, de todo ello, pueden extraerse temas comunes y reivindicativos.  

Muy curiosa me ha resultado esa recuperación del carnaval de Málaga a través de la recuperación de la memoria de las viejas coplas cantadas antes de la guerra civil; en Cádiz, en cambio, tuvimos un sucedáneo de carnaval durante la dictadura que ni siquiera se llamaba carnaval y que se celebraba durante las fechas de mayo, pero esto me da que tal y como le oí a Miguel Ángel García Argüez, el Chapa, en una tertulia y no hace mucho, fue como un pequeño favor para acallar a los gaditanos tras la explosión del polvorín de la Armada en 1947.  

En cuanto a Málaga, los que recuperaron esa memoria de coplas se encuentran los hermanos Ángel y José Romero, los cuales las recobraron a través de la memoria de los ancianos, ya que muchas ni quedaron registradas por escrito. El libro incluye algunas de esas coplas antiguas, y en ellas puede comprobarse de inmediato la sátira, la crítica y la irreverencia que contenían. 

Una vez recuperada la democracia y el Teatro Alameda como sede del carnaval de Málaga, este se ha visto sujeto a los distintos avatares de la ciudad. Sin embargo, volvió a renacer de sus cenizas y prosigue un lento avance, con años mejores y otros peores, sujeto muchas veces a la incomprensión política y con el hándicap de que, en Málaga, la fiesta (digamos) más popular no es el carnaval, sino la Semana Santa; pero con la proyección actual de medios televisivos y con el internet, el Carnaval se ha vuelto fácilmente disfrutable para cualquier individuo en cualquier parte del planeta. En este sentido, debo ser absolutamente sincero con los amigos malagueños y onubenses y darles la razón en cuanto a que sus carnavales no han sido tratados con el respeto que merecen por los medios televisivos andaluces, concretamente por Canal Sur.  

El nuestro, el de Cádiz, ha tenido muchísimo más apoyo y medios para su difusión. De hecho, antes de que llegase Canal Sur y Onda Cádiz, nos retransmitía Televisión Española, sin mucho acierto, la verdad. Recuerdo de pequeño estar esperando a la actuación de Caballos Andaluces, la comparsa del puerto de la Peña “Los Majara”, y ellos conectar cuando les vino en gana y con gran parte de la actuación ya celebrada, o dándola en diferido. No recuerdo esto muy bien pues era muy pequeño y los recuerdos son muy difusos, pero algo pasó con esa actuación televisada. Lo que sí recuerdo muy bien es que nosotros escuchábamos el carnaval por la radio, en la Cope, Onda Cero o la Ser, la verdad es que no daba igual, la que pillase mejor sonido. Escondíamos «pequeños aparatos» tras las mantas y las sábanas para poder escuchar con auriculares las sesiones sin que nadie se enterarse, y además por esos años había como sesiones dobles: sesiones de tarde y sesiones de noche. El concurso acababa a unas horas muy tardías, no era un carnaval domesticado y de «pescaíto en blanco» como hoy en día, pero daba igual porque escuchar y aprenderse las letras para cantarlas era mucho más importante que las lecciones de la escuela. En buena medida era otra escuela, pero de una experiencia humana, local y telúrica que conectaba con nuestra orilla y con nuestra gente. Una lección de vida de la que nos sentíamos afines y devotos. 

Un tema muy importante, y que no quiero que se me olvide señalar, son esas pequeñas inmersiones en la sociología y el estudio detallado de la fiesta del carnaval, incluido el humor; pero también en la señalización de la complejidad de las coplas y de cómo estas abandonan muchas veces lo local para abordar temas absolutamente universales. 

«La comparsa de Alhaurín el Grande La travesía, de 2018, es otro ejemplo que permite corroborar la manera en la que las coplas abordan la complejidad humana, las relaciones entre la persona y la sociedad y sus normas o el modo en que las experiencias producen conocimientos que construyen nuestra subjetividad; es decir, el proceso por el que se configura lo que somos en contacto con la realidad y con quienes nos acompañan mientras va escribiéndose nuestra biografía y nuestra transformación a lo largo del tiempo». 

O en la cuestión del estudio del humor nos encontramos ante este párrafo del filósofo y profesor universitario Juan Carlos Siurana Aparisi: 

«Contribuye al equilibrio del ser humano consigo mismo y con los demás, porque fomenta una actitud positiva ante la vida, respetuosa con uno mismo y con los demás. Es importante, por ello, investigar y mostrar los rasgos que configuran la ética del humor». 

  Y luego el filósofo ofrece una serie de puntos con los que se puede estar de acuerdo o no, pero que, desde luego, plantean ya de por sí diversos debates muy interesantes que pueden llevarnos a cuestionar y aclarar algunos dilemas: ¿El humor debe tener límites? ¿El humor del carnaval ha de tener frenos? ¿Coartar o impedir que una agrupación cante algo con lo que no nos sentimos identificados no sería vulnerar la libertad de expresión? 

Ahí lo dejo, supongo que cada aficionado al carnaval tiene su respuesta.  

El libro es una reliquia para cualquier devoto del carnaval, incluso diría que para cualquier curioso, porque más allá del periplo malagueño, que forma el esqueleto y el grueso del libro, aquí lo que se muestra es la lucha y la transformación cultural de una tradición cantada que, contra viento y marea, ha mantenido un pulso por su supervivencia y difusión. El único «pero» que le pongo a la edición es que no tiene un índice bibliográfico para las distintas agrupaciones mencionadas, y es una pena, puesto que este tipo de libros se acaban convirtiendo con el paso del tiempo en libros de consulta y estudio. Desde luego a mí me ha servido para disfrutar y para conocer mucho más el carnaval de Málaga, del que trataré de estar más atento en el futuro y del que, dicho sea de paso, ya conozco un poco más, puesto que he buscado por YouTube algunas de las agrupaciones mencionadas. 

«Aquí se reza cantando», cual título de una revista cofrade malagueña, que en verdad podría ser cualquier verso de un poemario, o incluso un solo verso autónomo y autosuficiente, pues resume muy bien, con gran verdad y belleza, la íntima y universal experiencia carnavalera. 

Sigamos cantando y rezando, a las olas, al sur, y a toda nuestra identidad andaluza. Desde las orillas de las playas de Huelva, pasando por la casi siempre aislada y «a su bola» Bahía Gaditana y llegando a las costas mediterráneas de Málaga, entre corvinas, caballas y boquerones, el sol sigue brillando.  

Hasta otra. 

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Published on May 26, 2025 22:58
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