The Substance

The Substance. Coralie Fargeat, 2024

Código de conducta

Para preservar la belleza y la juventud todo es cuestión de cuidado y perseverancia, nos dicen: se invierte tiempo y dinero, se toma el control y se gana. Ayer vi The Substance, una película que me habían vendido como ejemplo de ciencia-ficción terrorífica, se atrevían a decirme que de «denuncia y muy feminista» pero lo que me encontré fue una mamarrachada hortera y zafia de la serie más Z posible y que infravalora bastante a sus espectadores.

Una mujer que ha vivido de su físico no puede seguir ejerciendo su profesión a partir de los cincuenta años, le dice a Elisabeth Sparkle su jefe Harvey, un tipo que no sabe usar una servilleta y parece que tampoco ha comido marisco en su vida porque mastica las cabezas de langostino embadurnadas de salsa mayonesa y luego va por ahí abrazando a sus colegas, como si nada. Ella entonces toma una decisión y vende su alma al diablo, más o menos.

The Substance encadena primeros planos grotescos de los villanos de la historia, los hombres, con miradas frente al espejo de la víctima para dejar bien clarito que en esos momentos reflexiona intensamente sobre su situación vital. Subraya, insiste y transcribe como un anuncio de la teletienda lo que sucede en la trama. Que nadie se pierda.

Por suerte en los últimos diez minutos todo se vuelve gore y gracioso, la película deja de tomarse en serio, comienza a reírse de su estupidez y termina con algo de dignidad y mucho kétchup.

No solo «emosido engañado» con The Substance: también lo somos con el mensaje que ya flotaba en el ambiente antes de entrar a verla y sigue descargando sobre nosotros mucho después: que cuidarse para estar bella está bien pero ojito, que no se nos vaya la pinza. Muy bien por el sacrificio físico en dietas y gimnasio para tener un cuerpo perfecto (no hay nada malo en «cuidarse», claro que no). Si toda la película se empapa de la estética dorada, negra y embutida de Jean-Paul Gaultier, si Elisabeth Sparkle se aplica un labial de Charlotte Tilbury en uno de los planos reflexivos ante el espejo y Sue se calza unas botas de suela roja con pinta de ir firmadas por Christian Louboutin no es casualidad: es publicidad de Puig, que ha comprado las marcas.

Que el patriarcado perverso (y bastante idiota) utilice y explote el cuerpo de la mujer para su recreo durante el ratito que dura la juventud, según The Substance, es lo reprobable, pero que una mujer aspire a la belleza para ser querida y, entre otros sueños, tenga el de consumir los productos de moda y cosmética más caros del mercado, símbolo de estatus y éxito no sólo es cosa buena sino que una película como esta, además, defenderá.

Chicas, pórtense bien.

Y no, esto no es Cronenberg ¿estamos locos?

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Published on October 13, 2024 04:37
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