El enigma, la mostaza y el cedro. Domingo 11. Ciclo B

 

Granos de mostaza

En el evangelio del domingo pasado vimos cómo se formabauna pequeña comunidad en torno a Jesús: su familia, sus hermanos, sus hermanasy su madre. Inmediatamente después introduce Marcos una serie de parábolascontadas por Jesús. Algo que el lector esperaba desde hace tiempo, porque elevangelista ha insistido en que Jesús enseñaba, pero no decía qué enseñaba. Deese largo discurso (34 versículos), la liturgia ha elegido dos parábolas (unaque solo se encuentra en Marcos, y la conocida del grano de mostaza) y el finaldel discurso. 

El campesino y la tierra (1ªparábola)

En aqueltiempo decía Jesús a las turbas: – El Reino de Dios se parece a un hombre queecha simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; lasemilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendola cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano.Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.

         Lo que dicela primera parábola parece una tontería: que el campesino siembra y luego seolvida de lo que ha sembrado hasta llegar el momento de la siega; la quetrabaja es la tierra, es ella la que hace crecer los tallos, las espigas y elgrano. Eso lo saben todos los galileos que escuchan a Jesús. ¿Dónde radica lanovedad de esta parábola? En que Jesús compara la actividad del campesino conlo que ocurre en el reino de Dios. También aquí la semilla termina dando frutosin que el campesino trabaje, mientras duerme.

Y entonces surgen los interrogantes: ¿quiénes el campesino? ¿Es Jesús? No parece lógico, porque el campesino de laparábola no sabe lo que ocurre. ¿Son los apóstoles y misioneros que anuncian elevangelio, y éste da fruto, aunque ellos no se den cuenta? ¿Quién es la tierra?¿Es cada cristiano, en el que la semilla va dando fruto mientras el que hasembrado duerme?

La explicación hay que buscarla en otralínea: la parábola habla del proceso misterioso por el que crece el reino deDios, la comunidad cristiana, semejante al de la simiente que crece sin que elcampesino intervenga ni se dé cuenta. Cuando uno piensa en la forma misteriosaen que la simiente plantada por Jesús y sus discípulos en una región remota ysin importancia del imperio romano ha terminado produciendo fruto en todos lospaíses del mundo, el sentido de la parábola resulta más claro. Es una invitacióna confiar en la acción misteriosa de Dios en la iglesia y en cada uno denosotros, renunciando a considerarnos los protagonistas de la historia, y apensar que todo depende de lo que hacemos.

Sin embargo, parece que la parábola resultódemasiado extraña y difícil de entender, y quizá por eso Mateo y Lucas (pormotivos pastorales, como ahora se dice) no la copiaron.

La mostaza y el cedro (2ªparábola y lectura de Ezequiel)

Dijotambién: – ¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña,pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tangrandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.

La segunda comparación es más clara y deenorme actualidad, sobre todo en muchos países occidentales, donde elcristianismo parece andar de capa caída. Jesús compara a la comunidadcristiana, el reino de Dios en la tierra, con la semilla de mostaza; algodiminuto, pero que, al cabo del tiempo, se convierte en árbol y puede acoger alos pájaros del cielo. No hay que desanimarse si la iglesia es un arbolitopequeño, poco mayor que las hortalizas.

Quien conoce el Antiguo Testamento, advierteque esta parábola recoge una comparación de Ezequiel modificándolaradicalmente. Este profeta se dirige a los judíos de su tiempo, desanimados portantas desgracias políticas, económicas y religiosas. Para infundirlesesperanza, compara al pueblo con un árbol. Pero no con el modesto arbolito dela mostaza, sino con un majestuoso cedro, del que Dios arranca un esqueje paraplantarlo «en un monte elevado, en la montaña más alta de Israel».

Esto diceel Señor Dios: – Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré. De sus ramasmás altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte elevado; laplantaré en la montaña más alta de Israel, para que eche brotes y dé fruto y sehaga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo desus ramas.

Todo es grandioso en Ezequiel; en elevangelio, todo es modesto. Pero el resultado es el mismo; en ambos árbolespueden anidar los pájaros. La comparación de Ezequiel recuerda la imagen de unaiglesia universal dominante, grandiosa, respetada y admirada por todos. La deJesús, una comunidad modesta, sin grandes pretensiones, pero alegre de poderacoger a quien la necesite.

         En resumen,las dos parábolas se complementan. La primera habla del crecimiento misteriosodel reino; la segunda advierte que, a pesar de su crecimiento, no debemosesperar que se convierta en algo grandioso. Pero, aunque sea modesto como elarbolito de la mostaza, podrá cumplir su misión de acoger a los pájaros delcielo.

Final

Con muchasparábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo selo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo enprivado. 

        

El destierro y la patria (2Corintios 5,6-10)

El tiempo ordinario nos devuelve también a laproblemática realidad de la segunda lectura, sin relación con la primera ni conel evangelio. Un inciso que dificulta más que ayuda. Eso no significa que nocontenga mensajes importantes.

Hermanos:Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivimos, estamosdesterrados, lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe. Y es talnuestra confianza, que preferimos desterrarnos del cuerpo y vivir junto alSeñor. Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle.Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibirpremio o castigo por lo que hayamos hecho en esta vida.

Este breve fragmento de la segunda carta alos Corintios nos permite conocer los sentimientos más íntimos de Pablo. Laconversión supuso para él un cambio radical con respecto a la persona de Jesús.De perseguirlo pasó a estar tan entusiasmado con él que, por su gusto,preferiría morir para estar con el Señor. Su situación le recuerda a la detantos contemporáneos suyos, que por motivos políticos eran desterrados, lejosde Roma o de otra ciudad importante. Él también se siente desterrado, lejos delSeñor. Y le gustaría morir, porque sólo con la muerte se puede volver a laverdadera patria y estar cerca del Señor. (Siglos más tarde santa Teresa diríaalgo parecido: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero porqueno muero».) Pero Pablo acepta la realidad. En el destierro o en la patria,debemos esforzarnos por agradar a Dios.

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Published on June 13, 2024 00:09
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José Luis Sicre
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