Alejandro, el quijote de la integración

Alejandro Gutman en un hotel capitalino, presentando una actividad de la Fundación Forever, el 5 de octubre de 2021.

En un hotel de El Salvador, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que se hospeda un hombre de los que todavía creen en utopías.

Falta un cuarto para las seis de la mañana y ese hombre, de apellido Gutman, atraviesa la puerta de vidrio del hotel. Carga, con dificultad, tres cafés en vasos desechables y tres magdalenas. Dos y dos son una cortesía para con los compañeros de viaje. Aguardan no menos de tres horas por carreteras salvadoreñas hasta llegar a su destino: un pueblo grande llamado Conchagua, en el departamento La Unión.

— Los lugares olvidados son los que más me inspiran –dice.

La jornada infinita recién comienza, pero Gutman es un torbellino. Saluda, reparte cafés y magdalenas, pregunta-responde-bromea-sonríe, regresa al hotel, desaparece y reaparece dos minutos después con un maletín negro. Así ha sido, es y será. Es algo que va más allá del carácter. Gutman se ha convencido de que sólo con un talante volcánico logrará lo que se ha propuesto en esta vida: integrar una sociedad deshecha, construir un nuevo El Salvador, someter a treinta o pocos más desaforados gigantes.

Alejandro Gutman nació el 24 de septiembre de 1960 en Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia judía acomodada. Abogado su padre y abogado su único hermano, todo parecía escrito y sellado, pero el fútbol se cruzó. “Fui un futbolista mediocre, pero era muy rápido y hacía goles –dice–; eso me sirvió para cumplir mi sueño de juventud: ser jugador profesional”.

Jugó en equipos modestos de Argentina, Israel, Sudáfrica y Malta. En este último país, con la camisola de un club centenario llamado Hamrun Spartans, disputó el 28 de septiembre de 1983 un partido de la Copa de Europa, la actual Champions League: “Nunca he tenido tanto frío en una cancha como aquel día en Escocia, cuando perdimos 3 a 0 contra el Dundee United”.

Gutman supo articular su reducida carrera futbolística con estudios universitarios en psicología, filosofía y letras, derecho y educación física, hasta que en 1987 se instaló en la ciudad californiana de San Francisco. Lo logró gracias a una beca Fullbright que obtuvo para realizar una investigación de año y medio sobre los niños de la calle.

En paralelo, le volvió a apostar al fútbol, pero como periodista radial empírico. Y le fue tan bien que a finales de la década de los ochenta creó junto a su amigo y paisano Andrés Cantor la empresa que produce Fútbol de Primera, el programa deportivo que en pocos años se convirtió en el más popular de la radio estadounidense en español, al punto de adjudicarse los derechos exclusivos de la FIFA para retransmitir el soccer en el país del baseball, el basketball y el football. El apellido Gutman se tornó un referente en el fútbol gringo, ganó lo suficiente para garantizarse una vida desahogada, y logró como locutor-empresario lo que como futbolista sólo soñó: embriagarse con las mejores esencias del fútbol, las que emanan de los Mundiales.

Gutman devino alguien exitoso, importante, y cada año más. Estuvo un par de veces incluido en esos listados de ‘los 100 latinos más influyentes en Estados Unidos’ que se sacan de la manga revistas de amplia tirada. Se casó, fue padre de gemelas –Julia y Paula–, prosperó, se separó, se enamoró de María Bedoya.

A finales de los ochenta había entrado en contacto con la bulliciosa comunidad salvadoreña radicada en Los Ángeles y alrededores. Por su rol en Fútbol de Primera, entabló amistad con buena parte del grupo de jugadores salvadoreños que disputaron el Mundial 1982, y que viajaban seguido a jugar amistosos en el Norte: “Ellos me transmitieron mucho cariño hacia el país, y luego viajé y conocí”.

Cuando en 2003 fundó una ambiciosa oenegé que bautizó Fútbol Forever, el pequeño y convulso país centroamericano emergió como el lugar idóneo para poner en práctica, en Latinoamérica, sus incipientes ideas sobre cómo revitalizar comunidades empobrecidas, que había mantenido en hibernación durante más de una década. En El Salvador arrancó en 2004, con la pelota como anzuelo. “Buscábamos enseñar a los chicos a pensar, para que salieran de la situación en la que vivían, y el fútbol era la herramienta”, dice.

Poco, muy poco tiene que ver aquella Fútbol Forever con la rebautizada como Fundación Forever de 2016. El presidente y el alma no han cambiado pero, a fuerza de tropezarse y levantarse y tropezarse y levantarse y tropezarse, de sinsabores-desilusiones-traiciones pero también de satisfacciones-éxitos-felicidades, Gutman está convencido de haber dado con la fórmula mágica que permite la regeneración social de sociedades enteras. Lo cree con una firmeza y un entusiasmo que cuesta refutárselo.

[Este texto es un fragmento de una semblanza de más de 7000 palabras titulada ‘Quijote Gutman’, que es uno de los 16 perfiles y crónicas que integran mi libro Made in El Salvador . La obra está a la venta en Amazon, tanto impreso como en formato  eBook .

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Published on October 02, 2023 11:25
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