Daniel Sada, el lenguaje por encima de todo

«Lo oscuro ayudaba para lo que vendría. La carretera, por fortuna, estaba solitaria: ésa: la que iba de Saltillo a Zacatecas, la casi recta y larga que pasaba por Concepción del Oro, siempre había sido así y además a esa hora era rarísimo que siquiera circularan vehículos viejos o nuevos, a veces sí, pero esa vez no, gracias a Dios. Pero a lo que se va es que hubo un momento de silencio de los tres, justo cuando Serafín parecía ver un punto que parpadeaba en el cielo estrellado, Ponciano, delicadamente, extrajo una pistola Derringer de su chamarra para dispararle de inmediato cinco balazos a ese señor antipático. Dos tiros en la panza, otro en el mero corazón (dizque) y dos en la cabeza para que se muriera tranquilo. Hay que decir que Sixto siguió manejando como si nada, es más: hasta emitió un largo silbido destemplado, fruto de sus nervios«. 

Por fin, tras el verano más tórrido que recuerdo, una nueva reseña en mi blog. 

Durante el verano he leído de forma bastante desordenada: dos libros de Antonio Gala, uno de memorias que estaba bastante bien, “Ahora hablaré de mí”, y otro de relatos que era un muermo: “El dueño de la herida”. La relectura de un gran clásico imprescindible como es “Los miserables”, confrontándolo con el ensayo de Vargas Llosa, “La tentación de lo imposible”. Libros sobre la guerra zarista-comunista de Rusia, de Antony Beevor, “Rusia, revolución y guerra 1917-1921«, todo un tocho que aún estoy leyendo. Novelas del oeste de la excelente colección “Frontera” de Valdemar, concretamente “El lobo y el búfalo” de Elmer Kelton, que me sorprendió por su rigor histórico y por su amenidad. Entre las mejores lecturas tengo que citar dos obras de la escritora Marina Travacio: “Como si existiese el perdón” y “Quebrada”, dos obras violentas y magníficamente escritas, y que están engarzadas entre sí. Quizá de lo mejorcito que he leído en todo el verano. Si bien una de esas ya la tenía leída de primavera, pero quise confrontarlas las dos al mismo tiempo pues los libros de Travacio dialogan entre sí. Luego también leí uno de Sebald, “Los emigrados”, que como todo lo de este escritor resultó muy interesante pero inferior a otros libros suyos, y “Basilisco” de Jon Bilbao, del que tenía muchas expectativas de antemano que no se vieron cumplidas. Sí que es verdad que al menos hay riesgo y originalidad en la propuesta de Bilbao, en comparación con muchos otros escritores en lengua castellana, pero no me convence su prosa. Me parece demasiado “generalista”, pues lo mismo encaja para relatos de corte Fart West (como los que trae ese libro) que valdría (es una suposición) para otros que transcurriesen en un bosque bosquimano. El lenguaje no puede ser el mismo para todo, y ha de adaptarse a cada medio geográfico como una garrapata. Eso por no mencionar que los personajes no pueden hablar todos de la misma manera. Aparte de que no hay dos personas iguales, cada uno ha de responder a su bagaje cultural, vital y a su propia posición, y este punto sirve para distinguir a un escritor de un amanuense.  

Ambiciono mayor búsqueda en el lenguaje y por eso me trasladé a un escritor mexicano, del que he leído otras obras suyas, y que siempre hasta ahora me había ofrecido un alto grado de exigencia. Hablamos de Daniel Sada, fallecido prematuramente en 2011, cuando su obra por fin estaba alcanzando cierto reconocimiento de premios y distinciones, si bien tengo la sensación que fue un escritor escasamente leído, por ese mismo rigor del que antes hablaba, y que tan solo cuatro locos letraheridos esperábamos sus libros con impaciencia a lo largo del planeta. 

Yo me topé con su literatura tras estar años investigando la historia del norte de México. Sada aparecía como uno de los escritores más destacados de ese espacio geográfico y fronterizo, quizá como el escritor más radical en el uso del lenguaje. Y eso (tras décadas de leer sus libros) puedo darlo por confirmado: hay pocos escritores con un manejo del lenguaje como el que poseyó, y posiblemente tampoco existan en su postura ética y estética, pues jamás flojeó en su grado de exigencia. Digamos que alcanzó cierto éxito sin rebajar un ápice su calidad. 

“A la vista”, una de las pocas suyas que me quedaba por leer, confirma que aún en una obra menor su prosa destaca por encima de todo, en un estilo que se podría definir como de un barroquismo surrealista, muy depurado y con licencias ortotipográficas como la del maniático uso de los dos puntos, que abundan y mucho en toda su literatura, y que al principio pueden chirriar al lector que no esté acostumbrado a ese grado de libertad creativa. 

Dicho de otro modo, el habla y la literatura del norte de México utiliza una de las más altas oralidades de la que disponemos en castellano. No es un fenómeno que se circunscriba a Sada en exclusividad, hay muchos y muy buenos escritores en esa zona, sino que Sada lo llevó más lejos que nadie, tanto es así que recibió los elogios encendidos de Roberto Bolaño, que consideraba a Daniel Sada “el escritor en castellano más ambicioso, el que estaba llevando más lejos el lenguaje y el barroquismo, únicamente comparable con la de Lezama, si bien la diferencia estribaba que la del mexicano transcurría en el desierto y la del otro en el trópico”. Es decir, es una literatura fronteriza pero situada en la modernidad y de un vanguardismo solo comparable, aunque salvando las distancias formales y de visión filosófica, con lo que hizo Arno Schmidt en lengua alemana, otro gigante casi desconocido, y otra figura inquebrantable en su alto grado de exigencia al lector. Por cierto, que el otro día consultando los libros de Schmidt vi que ahora mismo solo existe uno en castellano a la venta, “El brezal de Brand”, que el resto está descatalogado o se venden a precios desorbitados en el mercado de segunda mano. A ver si alguna editorial independiente, de esas que suelen rescatar obras perdidas o descatalogadas, se atreve a volver a ofrecernos nuevas traducciones de este singular e inigualable escritor. Por lo menos de las primeras que escribió; su última etapa literaria es la más rompedora y vanguardista y se sobreentiende que no existan proyectos editoriales capaces de emprender tan dificultosas traducciones con tan escaso (a priori) margen de beneficios. 

Como siempre en estos escritores la trama es lo de menos. Sin embargo, en “A la vista” puede resumirse sin problemas: dos traileros (camioneros) cansados tras veinticinco años (o más) de trabajo asesinan a su patrón entre las poblaciones de Saltillo y Sombrerete. Se separan para huir tras el crimen y luego ambos, por diferentes andanzas, vuelven a juntarse, comenzando a trabajar uno de ellos, Ponciano, en un estanquillo, junto a la sobrina de su compañero Sixto. En realidad, estos dos asesinos sesenteros dan más lástima que otra cosa, porque parecen dos pobres diablos a los que la vida ha maltratado emocionalmente y andan por ello hastiados y muy perdidos. Luego se suceden los acontecimientos y las idas y venidas, pero ya eso lo dejo para el que quiera adentrarse en el libro. 

A la vista”, la penúltima en ser publicada y la última en vida del autor, no es de sus mejores obras, quizá incluso sea de las más sencillas de leer. Pero por ello puede ser una muy buena puerta de entrada para un escritor que nunca concedió ninguna licencia de comercialidad a su literatura, y que si no hubiera muerto tan pronto hubiera alcanzado mayor grado de notoriedad, sin duda, porque ya estaba logrando adentrarse en el mercado europeo al serle otorgado un Premio tan antaño prestigioso como el Herralde de novela, por su novela “Casi nunca”, justo tres años antes de fallecer. También destacar la que yo considero que es su obra más ambiciosa y no solo por el grosor: “Porque parece mentira la verdad nunca se sabe”, que editó Tusquets, y que en resumidas cuentas es un fiestón supremo del lenguaje. 

No fue un escritor con éxito pese a su calidad y tuvo tan mala suerte que cuando le ofrecieron en México el Premio Nacional estaba sedado, fallecido poco después, por lo que no llegó a tener conocimiento siquiera de que se le había concedido. Eso sí, entre escritores y un pequeñísimo puñado de lectores entusiastas siempre gozó de una rendida admiración. 

El uso del lenguaje en Sada es sinónimo de alta literatura. Además, era un escritor bastante divertido. No era ningún muermo intelectual de universidad, de esos que pueden dormir de sopor hasta a las estatuas simulando que van a decir algo muy importante para luego no decir nada, todo lo contrario, más bien era un hombre apegado al pueblo y con un oído formidable, y no hay libro de él que en el fondo no sea una tragicomedia norteña del que se pueda extraer unas cuantas carcajadas.  

Porque en el fondo la vida, por más seria que nos parezca, no deja de ser una broma, un chismerío, una juerga loca, una huida hacia ninguna parte, un mezcal bebido a sorbitos. 

Hasta otra. 

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Published on August 29, 2023 01:50
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