No

 


Buscando ruido de fondo hago zapping en la televisión, por descuido lo dejo en un canal público y en la transmisión de una película de Capulina. El zángano, una verdadera porquería, insoportable por muchísimas razones, sin embargo, no le cambio, dejo que siga mientras escribo la columna editorial de LJA.MXPor supuesto que podría estar escuchando otra cosa, en vez de usar como ruido de fondo la porquería de Capulina. Unas horas antes, mientras leía, dejé correr Bach: Sei Solo de Leonidas Kavakos, no como fondo musical, intencionadamente, en algún momento le dije a mi hijo que lo que me daba gusto de este domingo compartido es que le podía hacer trampa, porque mientras cada quien hacía lo que más le gustaba: él jugar videojuegos y yo leer, yo puse ese disco para que debajo del estruendo que lo anima a usar armas míticas o legendarias contra sus adversarios virtuales, escuchara algunos de los conciertos de violín que tanto disfruto, para que el día de mañana, mientras conduzco, él comenzara a tararear la música que traigo en el coche, como ya hace con las canciones de los Beatles, sin certeza alguna sobre el reconocimiento de alguna pieza musical pero con la sensación de placer que otorga el reconocerla, apropiártela.Pienso que jamás torturaría a mi hijo con una película como El zángano,  es peor que mala, la dejo correr porque sólo me distrae a mí, sobre todo, porque estoy buscando algo, una película así de mala sería imposible en este momento, no por su argumento o las actuaciones, contiene todos los elementos que ahora la hacen políticamente incorrecta. En un momento aparecen los Hermanos Castro y cantan un numerito medianamente aceptable, siento que se acerca lo que quiero hallar, pasan 40 minutos y nada, sigo trabajando.Termino la columna y miro la pantalla, ya no es necesario “esa” distracción, estoy a punto de apagar la televisión, mejor escuchar la música que me gusta, pero ocurre lo esperado, Carlos Lico aparece en la pantalla y comienza a cantar. No tengo gustos culposos, porque en el caso de la música o el cine, lo que me fascina es la conexión emocional, y eso es algo que no se puede despreciar. No disfruto El zángano, Capulina me parece deleznable, pero me arrebata No en la interpretación de Carlos Lico, que sin venir al caso, como la intervención de los Hermanos Castro, “interrumpe” la película.“Suban”, doy la indicación a mis colaboradores, verbo con que finaliza una etapa de mi trabajo diario, tomó el control remoto dispuesto a apagar la televisión y aparece Carlos Lico en la pantalla. La escena no es como la recordaba, la canción sí, la misma emoción, ya no lo veo girar en un entorno “sicodélico”, con una realización fatal, sólo escucho algo que me parece una belleza porque me toca, a Carlos Lico cantando No:
NoPorque tus errores me tienen cansadoPorque en nuestras vidas ya todo ha pasadoPorque no me has dado ni un poco de tiNoPorque con tus besos, no encuentro dulzuraPorque tus reproches, me dan amarguraPorque no sentimos, lo mismo que ayerTe digo que noPorque ya no estaño como antes tu ausenciaPorque ya disfruto aun sin tu presenciaYa no queda esencia del amor de ayer
Termino mi jornada laboral: “ánimo, descansen”. Carlos Lico canta No en la televisión, la versión que más me llega de esta canción, la que busco una y otra vez, con la que me identifico.Es de madrugada, ya finalizó la jornada laboral, he apagado la televisión, busco una versión de El clave bien temperado para finalizar el día mientras me sirvo el whisky malo diario y comienza a llover, nada supera la del Glenn Gould, pero no encuentro pretexto para escuchar a Pierre-Laurent Aimard, en una de esas y le abro la puerta al azoro… No, no es tiempo para esa pieza.Afuera comienza a llover, me rindo, adentro también llueve, repleto el vaso de hielos que rebajo con el whisky barato y agua, me rindo, en el reproductor suena No con Carlos Lico, una y otra vez.
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Published on August 29, 2022 01:58
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