¿Cómo se convierte una en escritora?

La pregunta de «cómo convertirse en escritora» es una pregunta que de joven me he planteado muchas veces y nunca he obtenido respuesta. La respuesta, por muy absurdo que parezca, la he tenido siempre delante solo que no he sabido verla hasta hace bien poco.
Recuerdo una vez, cuando estaba en el instituto, que vino un escritor a presentarnos su libro. Un libro que teníamos que leer de forma obligatoria. Lamento decirte que no recuerdo ni el nombre del autor ni el título de su libro, pero para esta pequeña historia no es importante.
El caso es que, cuando acabó de hablarnos de su libro, podíamos hacerle preguntas y una compañera se levantó para tomar la palabra y preguntarle qué debía hacer para ser escritora. En ese momento yo ya tenía la historia de Thalios en mi cabeza, ya quería escribirla, pero no tenía ni idea de por dónde empezar de modo que presté atención. La respuesta del escritor me dejó con muchísimo que desear pues la escueta respuesta fue la siguiente: «Debes leer y escribir mucho».
Primera parte, leer mucho. A esa conclusión ya había llegado yo por mí misma hacía tiempo; la segunda parte me la había dado ya la profesora de castellano tras decirme que por el trabajo que le entregué sobre literatura (algo mediocre, he de reconocer, por la mala época que estaba pasando) no llegaría a terminar nada. De modo que este señor no me descubrió nada nuevo y me sentí un poco decepcionada. Así que no volví a hablar con nadie sobre Thalios y lo guardé todo como un tesoro en lo más profundo de mi corazón.
Pero volvamos al tema. Ahora, siendo adulta, entiendo que este señor autor diera una respuesta tan breve y simple porque apenas quedaban quince minutos para acabar la clase y había más alumnos con preguntas que hacerle. Pero sigo pensando que no hubiera estado de más estructurar una respuesta un poco más fructífera para animar a esa compañera que quería ser escritora.
Yo, como escritora, si alguien me hace esa pregunta algún día pienso esforzarme por responderla lo mejor que pueda y sobre todo darle mucho ánimo porque este oficio, aunque muy bonito y satisfactorio a nivel personal, es muy sacrificado.
La semana pasada tuve una conversación con mi hermano en la que me dijo una frase y me hizo sentirme orgullosa de mí misma.
Resulta que estábamos hablando de lo mucho que nos gustan los tatuajes, a él más que a mí, y le pregunté por el curso que está haciendo. Me dijo que le iba muy bien, que le gustaba mucho tatuar, pero que necesita mucha más práctica. A raíz de esa frase vino esta otra: «Esto es como todo. Mira tú, de tanto que has leído toda la vida ahora eres escritora y tienes tus libros en la calle».
Esa frase me hizo sentir orgullosa. Me hizo darme cuenta de lo mucho que he trabajado para llegar a este momento, pero no todo lo ha hecho la lectura. De modo que ese fin de semana me puse a repasar los episodios de mi vida relacionados con la literatura (de ahí que me acordara del autor de mi instituto).
Lo primero que yo hice fue leer mucho, aunque solo tuviera cinco minutos. Mi primer libro fue La historia interminable y amé la fantasía. Luego vino El hobbit y amé la épica. Después llegó Harry Potter y amé la magia. A todo esto hay que sumar casi todos los libros de Laura Gallego. Todos ellos fueron los que forjaron mi espíritu para narrar la historia que rondaba mi cabeza.
Lo segundo que hice fue escribir en un papel cualquiera cómo era el mundo que quería crear. Te sorprenderás con lo que escribí a mis dieciséis años, pero fue lo único que salió de mí fue: es un mundo medieval, con caballeros, princesas y castillos.
Lo tercero que hice fue escribir en el mismo papel la línea argumental de la historia, que fue algo así: el príncipe humano se enamora de la princesa elfa, pero su amor está prohibido y decide luchar por ella. Los reinos se enfrentan y al final pueden estar juntos.
Por último guardé ese papel en un cajón y no volví a leerlo hasta tener veintidós años. En esos seis años leí más bien poco, pero entre lo poco que leí estaba El Silmarillion y volví a enamorarme de la fantasía, de la épica y de la magia. Supe que sí quería escribir esa historia y fue cuando volví a abrir el cajón.
Habían pasado seis años, yo era más madura, y la historia ya no me gustaba así que sufrió algunas modificaciones después de hablarle a mi novio (ahora ya mi marido) sobre mi mundo, sobre Thalios. Él creyó en mí (se tiró toda una tarde escuchándome hablar en una cafetería con una sonrisa) y comencé a escribir pensando que, si no llegaba a nada, al menos tendríamos un lugar para nosotros.
Pasaron algunos años más antes de publicar esta primera historia juvenil (sí, la publiqué con algunas venturas y desventuras), y no quedé satisfecha. Sentía que eso no era lo que yo quería, pero seguía sin tener ni idea de qué podía hacer para avanzar en mi carrera literaria.
A raíz de esto supe que debía cambiar mi forma de ver las cosas. Esa primera novela comencé a verla como demasiado blandita, sentía que le faltaba profundidad, espacio…
Empecé creando al personaje principal que ocuparía mis siguientes novelas: Thalios. ¿Por qué no escribí otra cosa? ¿Algo distinto y narrado en otro mundo? Sencillamente porque estaba y estoy enamorada de este primer mundo llamado Gala. Volviendo a la creación del personaje, cogí un word, me puse los cascos con Hallowed be thy name de Iron Maiden y comencé a escribir sobre él, sobre su vida, su comportamiento a distintas edades, sus amigos, familia… Todo lo que se me ocurrió. Hice lo propio con el worldbuilding, los dioses y aquello que se me iba ocurriendo.
Estuve unos cuatro años perfilando el mundo, creando leyendas, disfrutando de este proceso sin importarme si finalmente llegaría a publicar algo más ni cómo lo haría.
A los treinta años había escrito con éxito Thalios I: El elegido de Morghael y tuve que decidir qué hacer: si publicar o guardarme la historia para mí y olvidarme de ser escritora.
Entonces, la niña rebelde que llevo dentro, gritó tan fuerte que tuve que detenerme y escucharla. Me dijo que no podía tirar a la basura todo lo que había hecho, que debía contarle esa historia al mundo porque la historia de Thalios tiene un mensaje que transmitir, que debía ser valiente y seguir con ese sueño que me empezó a perseguir desde joven… Mientras ella hablaba mi mente se encargó de plasmar una imagen que me hizo llorar: me vi a mí misma con diez años, sentada en el escritorio, escribiendo en una máquina de escribir. Recordé que a esa edad me gustaba mucho reescribir cuentos. Me acerqué a mi yo niña y vi tanta felicidad que me fue imposible rechazar aquello que me pedía.
Y en ese momento me dije: «Voy a publicar Thalios. Voy a sacar este proyecto adelante y poco a poco aprenderé la forma de hacerlo, pero no puedo rendirme ahora». Cogí la mano de mi niña interior y comenzamos a caminar juntas.
Así fue cómo decidí comenzar mi carrera literaria de forma más seria, pero esto no termina aquí. Junto a mi niña interior he tenido otras vivencias hasta llegar donde estoy ahora, pero eso es otra historia.
Espero que te haya gustado esta primera experiencia que he querido compartir contigo. Me encantaría leerte en comentarios; si además eres escritora házmelo saber y cuéntame cómo decidiste ser una narradora de historias.
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