La supremacía babilonia en el próximo Oriente

Bienvenidos a una nueva entrada de mi blog. Esta semana voy a hablaros de Hammurabi y la supremacía babilonia en el próximo Oriente. Volvemos de nuevo hasta los territorios del creciente fértil para proseguir con el relato de los hechos tras el declive del Imperio antiguo Asirio. Y es que como ya os conté al final del artículo en el que os hablé de él, le sucedería una nueva potencia en la región: la todopoderosa Babilonia.

Y como emblema de ese podríamos llamar reino o Imperio babilonio, nos encontramos a un personaje que seguro que os sonará: Hammurabi. Este gobernante estuvo en el trono entre el 1792 y el 1750 a. C., y pese a ascender al mismo siendo aún joven, se erigió como un político capaz y un buen militar. A él se le atribuye la fundación de Babilonia como ente imperial, ya que unificó una Mesopotamia que hasta ese momento había estado más bien fragmentada. Hoy en día se cree que toda esa fama es más bien atribuible a su propia persona, que hizo una buena labor propagandística durante su reinado.

Y es que los documentos hallados en el palacio de Mari, nos dan más bien una imagen opuesta a esa. Le tachan de turbulento aspirante que se rodeó de personalidades no menos capaces, como por ejemplo los reyes de Larsa, Asiria y la propia Mari. Basándonos en esos datos, es posible que Hammurabi simplemente se limitara a aprovechar las circunstancias favorables que se le presentaron.

¿Gran guerrero o más bien buen diplomático?

Es posible que su política de alianzas con los reyes de Lagash y Mari fuera algo más bien estratégico, ya que todos ellos querían la caída de Asiria. Una vez esta fuera relegada a un segundo plano, la diplomacia daría paso a las armas, y los antiguos aliados serían elevados a la categoría de enemigos. Esas eran las reglas del juego, y el monarca babilonio era consciente de que las usaría llegado el momento. Además, demostraría ser hábil haciéndolo.

Su primer movimiento fue la frontera meridional de Babilonia, así que puso su vista en la ciudad de Larsa, que por aquel entonces estaba bajo la órbita de Uruk. Poco después se puso en marcha y atacó los países de Emutbal y Malgium, que estaba ubicados al este del río Tigris. También se hizo con el control de las ciudades de Rapiqum y Shalibi. Eso sucedería más o menos cuando el rey asirio Shamshi-Adad I pasaba a mejor vida. Llevaba por aquel entonces Hammurabi diez años en el trono.

Podría decirse que el monarca comenzó a construir su imperio valiéndose un poco de la astucia y la habilidad. Supo mover los hilos políticos llegado el momento y saber usar las armas. Además, para ser sinceros, es muy posible que jamás tuviera que enfrentarse sola a algún enemigo superior. Contó con aliados, aunque en las fuentes, Hammurabi, omitió nombrarlos, mucho menos cuando celebraba sus victorias y triunfos.

Tiempos de calma

Durante los siguientes veinte años, la situación pareció estabilizarse en la región. Hammurabi mantuvo vigilancia en las fronteras de su Imperio y se encargó de reorganizar sus territorios. Se acercó al rey de Mari, Zamri-Lim y al reino de Yamhad, que estaba ubicado en la zona Occidental, cerca de la actual Siria. Aprovechó esa calma para potenciar su faceta constructora, y es que levantó templos y fortificaciones. También se dedicó a construcciones de obras dedicadas a la irrigación, como un gran canal que debía proporcionar agua a las ciudades de Nippur, Eridu, Ur, Larsa, Uruk e Isin.

Hammurabi retomó la conquista en los últimos años de su reinado. Así pues, se enfrentó a una coalición formada por Eshunna, Asiria, Qutium, Malgium y Elam, que poco pudieron hacer ante la embestida babilonia. Pronto fueron absorbidas, aunque por ejemplo, sabemos que Asiria pudo mantener cierto dominio sobre algunos de sus antiguos territorios. El antiguo y esplendoroso imperio quedó reducido a la ciudad de Assur y poco más, y teniendo que rendir tributo a Hammurabi. También cayó la ciudad de Larsa, y con ello, el monarca babilonio se convirtió en señor de Súmer y Acad. Ese título s ele asignó durante el trigésimo primer año de su gobierno.

Durante su siguiente año de reinado, Hammurabi incorporó a su imperio la ciudad de Eshunna, que acababa de sufrir unas tremendas inundaciones. No le costó mucho conquistarla y anexionarla aprovechando las circunstancias favorables. Una vez fuera de combate aquel temible enemigo que le había hecho sombra durante décadas, tan solo tuvo que centrarse en el siguiente: Mari. Esta ciudad fue destruida en el año 1753 a. C., como consecuencia de la rebelión de su regente, Zimri-Lin, que hasta hacía poco había sido su aliado. Pero ya sabéis lo que os he comentado anteriormente, los aliados de hoy, podían ser los enemigos de mañana.

Los últimos años de Hammurabi

Durante esos últimos años, la expansión se refrenó. Asiria estaba en pie aún, pero muy limitada en movimientos y ya no era un rival a tener en cuenta. El monarca decidió no proseguir con su expansión hacia Occidente, ya que allí se había conformado una federación de tribus hurritas que estaban dirigidas por una aristocracia indo-aria. Así que quizás Hammurabi optó por no arriesgarse a abrir un nuevo frente de guerra y gozar de algo de calma y tranquilidad. Casi todos los territorios de Mesopotamia estaban bajo su dominio, dependiendo del poder centralizado de su capital desde tiempos de la III dinastía de Ur. Es decir, hacía más de dos siglos ya.

Y es que el Imperio organizado por Hammurabi se basó en el refuerzo y la capacidad de intervención del Estado en todo lo relativo al ámbito político. Eso contrataba con la tendencia general de la época que se dirigía más hacia la privatización de actividades económicas y relaciones sociales. Esa centralización acabó pues con el fenómeno de la independencia política de las ciudades que fueron anexionadas. Esas pasarían a ser capitales de una especie de distritos, para entendernos, o sedes administrativas de rango provincial en un país unido políticamente. Una especie de estado federal salvando las distancias y para que lo entendáis en términos modernos. La intención del rey, era unir como antaño a Súmer y Acad bajo una sola bandera.

En cuanto a la política interior del monarca, debe destacarse el hecho de que era difícil unir a todo ese conglomerado de ciudades bajo un poder centralizado. Cada una de ellas disponía de sus organismos internos y estructuras particulares y tratar de integrarlas en un único sistema no era sencillo. Fue entonces cuando Hammurabi impulsó la redacción de su famoso código legislativo, conocido popularmente como el Código de Hammurabi. También se le llamó la ley del Talión, o el más vulgar: «Ojo por ojo, diente por diente». La intención era dotar a su Imperio de una homogeneidad jurídica.

El Código de Hammurabi

Pasaré a tratar ahora ese compendio legislativo con un poco más de detalle. durante mucho tiempo se consideró a este rey como el primer legislador de la historia. Pero poco a poco fueron apareciendo otros códigos anteriores en el tiempo, como el de Shulgi, del cual ya os hablé en du día que dieron al traste con aquella afirmación. Y si analizamos lo que aportó ese código, tampoco hallamos indicios claros de que innovara. Es decir, no impulsó ninguna reforma a nivel jurídico o legislativo. Los compendios anteriores ya habían incluido los preceptos que el utilizó. No se trató de un código progresista, sino que se limitaba a regular el orden socialmente establecido.

La importancia de este compendio de leyes, que incluye la friolera de doscientos ochenta y dos artículos tanto de derecho penal, procesal, patrimonial, civil y administrativo, radica en que unificaba a las ya existentes. Es decir, lo que hizo Hammurabi fue reunir en un solo tratado, el contenido de los preexistentes, cosa inaudita hasta aquel momento. Eso hacía que todos los territorios del Imperio estuvieran regidos por un ente legislativo común.

No es moco de pavo… Es decir, tuvo que reunir los preceptos, sistematizar un conjunto de estos, revisarlos y ponerlos al día. Eso no era sencillo, ya que se tuvieron que adaptar en cierto modo ya que pertenecían a tiempos anteriores. Las tuvo que modernizar en cierto modo y adaptarlas a su nuevo Imperio. Pero incluso y así, se pueden apreciar en el código, ciertos elementos regresivos, así que no todo iba a ser positivo.

Ley del Talión

El aspecto más destacado, quizás por ser el más negativo del código viene a ser el de la parte de derecho penal, la llamada Ley del Talión. Era estricta pero hay que tener claro que se suavizaba a la hora de ser aplicada entre ciudadanos de la misma clase social. Llegados a este punto, quiero destacar que hasta la aplicación de estas leyes, el sistema más usado en la zona de Mesopotamia era la de la compensación económica. Pero con la implantación de esa nueva reforma jurídica, asistimos a una vuelta al pasado. ¿Y por qué se hizo así? Seguro que os lo estaréis preguntando. Es probable que se deba a la necesidad de aplicar un castigo severo a la reiteración de causas. Además se tenía que tener en cuenta el principio de que en igualdad de condiciones (sociales), y sin malicia (dolo), la pena no debía superar el daño infligido. Si el daño era grande, la pena debía ir acorde.

Aunque no fue demasiado innovador, el Código impulsó una reforma judicial de gran alcance e importancia. Se estableció en cierto modo una igualdad jurídica entre ciudadanos, sin perder de vista el elemento clasista del que os hablaba antes. Al igual que ha ocurrido a lo largo de la historia, las normas no se aplicaban de la misma forma a todos los ciudadanos, no seamos hipócritas y tratemos de disimularlo. Y es que a nivel jurídico, la población se dividía en tres clases o grupos. El primero estaban los ciudadanos acomodados, llamados awilu, que poseían todos los derechos y siendo eximidos de algunas obligaciones. Después estaba el pueblo llano, mushkenu, que dependían del palacio, templo o de otros particulares. Y por debajo de ellos, estaban los esclavos, wardu, de los que no hace falta especificar nada. Así pues, el delito se castigaba más severamente cuando se cometía contra un miembro de la primera clase.

El sistema administrativo babilonio

Por encima de todos estaba el monarca, eso creo que queda claro. Y es que Hammurabi, como sus predecesores era consciente de que su papel era complejo. Debía ser el encargado de dispensar justicia, de proteger a los débiles y menos favorecidos a la vez que se erigía en el «pastor». El pastor haciendo referencia a su gestión del rebaño que era a los que tenía que proteger pero a la vez vigilar. Además de eso, debía ser esforzado y sabio, cosa que el mismo monarca se encargó de enaltecer a nivel propagandístico. Así que también era el jefe supremo del ejército, cosa por otra parte habitual. Para hacer frente a todos esos campos, sabemos que contaba con un grupo de consejeros o dignatarios que le auxiliaban en sus tareas. Estos tenían un poder considerable para facilitarles las gestiones.

Un poder centralizado requería una gestión compleja, y en este caso, el rey tenía claro que debía aplicar una política basada en colocar a gente de confianza al frente de las ciudades conquistadas. Teniéndolos bien situados, el resto de funcionarios de inferior rango, obedecerían sin más. Así pues, los antiguos ensi, aquellos príncipes gobernantes de las ciudades, pasaron a una posición residual dentro de la nueva administración. El sistema no les necesitaba y creó nuevos cargos y eliminó a otros de los que se podía prescindir.

Existía como cargo elevado el prefecto de palacio, llamado shapiru, que era uno de los más importantes. Por debajo de este, estarían los gobernadores provinciales, una especie de proto sátrapa, que recibían el nombre de sha nakkun. Estos se encargaban del orden, del reclutamiento de tropas y de la economía provincial entre otras muchas cosas. Por debajo de estos se encontraban los jefes de poblado, un rango más local, que eran llamados suqaqu.

Otros entes públicos

Complejo, ¿verdad? Pues ahora os voy a liar un poco más y os diré que existían las asambleas populares, o los antiguos consejos locales. ¿Pero no nos has dicho que era un poder centralizado y que el rey movía el cotarro? Seguro que ahora estaréis pensando en eso. Sí, lo he dicho, tengo que reconocerlo, pero también tengo que reconocer que estas asambleas, compuestas evidentemente por los ricos, no tenían tampoco mucho que decir. Servían más que nada para administrar los bienes locales, se encargaba del arrendamiento de las tierras y de recibir los impuestos que luego se enviaban a la capital. Poca cosa en cualquier caso.

El rey delegaba esas funciones pero seguía siendo el que decidía, y ni los gobernadores provinciales ni los jefes locales gozaban de capacidad de decisión. Y esa carencia de iniciativa a la larga podía ser un problema, sobre todo a la hora de afrontar situaciones críticas que requerían una respuesta rápida por parte del poder central. Imaginad que se tratara de un tema militar.

Y ya que hablamos del ejército

Para concluir esta entrada tan larga pero interesante, quisiera hablaros del aparato militar babilonio. Como recordaréis, en la cúspide estaba el propio rey. Por debajo de este teníamos al ugala-martu, que era una especie de general, que a su vez tenía otro subordinado, el wakil amurrim. Vaya nombres más complicados, ¿eh? Este era un cargo heredado de la tradición antigua, cuando existían tropas amorreas aliadas.

El reclutamiento lo llevaban a cabo los gobernadores de provincia y se hacía en forma de levas. Pero a parte de estas, existía un ejército de carácter permanente y de tipo profesional. Estaba mandado por oficiales de la clase más privilegiada, que a cambio de sus servicios, recibían pago en parcelas de tierra que podían ser heredadas por sus hijos y por sus viudas. Sí, habéis escuchado bien, sus viudas. Algo que las sociedades posteriores no supieron mantener en el tiempo.

Los laputtu eran los oficiales que dirigían a los contingentes del ejército. Y la tropa común recibía el nombre de redu. Y ahora dejadme que os hable de una figura interesante, no militar, pero si vinculada estrechamente a los soldados. Me refiero a los haru, que serían una especie de adivinos, sin los cuales los hombres no se ponían en marcha. Cuando los efectivos se reunían para ir a la guerra, estos hombres se encargaban de solicitar a los dioses su beneplácito para emprender las operaciones. Ya sabéis el fuerte contenido religioso y supersticioso que tenían los antiguos.

Creo que con lo expuesto en la presente entrada, os he dado mucha información sobre Hammurabi y la supremacía babilonia en el próximo Oriente. Este repaso por uno de los imperios más interesantes de la zona del creciente fértil seguramente os haya despertado la curiosidad. Así que ya sabéis que podéis seguir investigando más a fondo para saber más de ellos.

Un saludo y nos vemos en la siguiente entrada del blog.

Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii

La entrada La supremacía babilonia en el próximo Oriente se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.

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Published on January 28, 2022 09:00
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