Lo que no comprendí entonces, lo entiendo ahora

"Respondió Jesús y le dijo: 'Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después'."
JUAN 13: 7

Para los que recordáis mi post de hace un año y me vais a preguntar si ahora mismo me encuentro con el síndrome post-cumpleañero, mi respuesta es un rotundo sí. Lo sufro todos los años, solo que en este 2021, no sabría decir si en qué medida exacta con respecto al anterior. Y es que en este último cumpleaños, viví una de las experiencias más impactantes y reveladoras de mi vida, y además fue a lo largo de más de un día.

El fin de semana pasado, coincidiendo con mi cumpleaños, la cruz y el icono de las Jornadas Mundiales de la Juventud bajaron en peregrinación a mi tierra. Sí, exactamente los mismos elementos regalados por el viejo Lolek hace 40 años y que nunca han sido cambiados en todo este tiempo transcurrido.

Yo los vi por primera vez a través de TVE1, con motivo de la visita de Lolek a Madrid en el primer fin de semana de mayo de 2003. Yo, que por entonces era una niña de casi seis años, estaba recuperándome de unos días enferma y me contagió mucho ver un ambientazo como el que imperaba en la base militar de Cuatro Vientos. Me contagiaron jóvenes sueños y, sobre todo, esperanza, la misma que allí cantó Diego Torres en directo y que me sorprendió por no ser una melodía litúrgica y solemne que yo solía asociar a lo religioso (fue lo que más se me quedó grabado, y no ha sido hasta hace relativamente poco que pude ponerle nombres a la canción y al intérprete).

Lo que yo nunca me hubiera imaginado es que aquella cruz y ese icono que me conformé con ver por la tele siendo demasiado pequeña, también llegarían hasta mí dieciocho años después. Ahora que lo pienso, me siento demasiado mayor, pero en modo paradójico. He crecido biológicamente, pero no fue hasta que me planté frente a la cruz y el icono cuando volví a sentirme, simultáneamente, pequeña otra vez.

No me hizo falta toda la ostentación que caracteriza al Vaticano. En ningún momento la eché de menos. Tal es así, que hasta uno de los sacerdotes que predicó en las paradas en mi pueblo (quien además fue el que me dio la Primera Comunión, como si de un reencuentro múltiple se tratase) nos remarcó la sencillez de una cruz que está por encima de cualquier parafernalia que pueda distraernos de ella. Y es que quien ocupó la cruz hace 2000 años, se hizo siervo y humilde por toda la humanidad, y del mismo modo eran quienes lo acompañaron en esos momentos. Lolek tampoco quiso añadirle ninguna clase de adornos a esa cruz, y era para remarcar que el crucificado triunfó sobre la muerte y que el madero vacío simboliza la victoria de la Resurrección.

Es increíble como algo tan aparentemente simple, me hizo toparme de bruces con todo lo que fui en el pasado y con lo que me he convertido. No, no pienso ser yo la que se erija como pontífice, porque eso es precisamente lo que menos me merezco y lo que más pasaba por mi cabeza durante el peregrinaje. No quiero presumir de santa ante honores que nunca me he merecido por mi defectuosa condición de ser humano. Me lo he prohibido terminantemente.

Nadie se imagina el gran shock que supone percatarse de que el recuerdo de cualquier error cometido durante el existir, puede empañar cualquier mérito propio por completo. Nadie se imagina el gran shock que supone emocionarse al ver cómo, a pesar de no merecerlo, recibimos respuestas y compensación por los propósitos de los tormentos pretéritos. Solo el Supremo Amor, lo único que necesitamos llevarnos al Otro Lado cuando abandonemos éste, puede hacer algo tan maravilloso como hacernos comprender que todo es y puede ser más fácil de lo que parece, si cada uno ejecutásemos nuestros propios sacrificios.

No solamente vi la cruz y el icono de las JMJ de cerca: también tuve el gran honor de tocar la cruz y de cargarla durante un trecho. Otra prueba más de que los caminos del Señor son más altos que los de los mortales. La noté ligera, y fue porque le añadí valor sentimental hacia el significado de la cruz, en vez de evocar a la única fuerza de Hércules o a la invulnerabilidad de Aquiles para gloria olímpica.

El tiempo pone a cada uno y a cada objeto en su sitio, y los antecedentes contenidos durante el trayecto vital tienen un significado y propósito escondido que nos hace abrir los ojos para objetivos muy importantes. Quizás es por eso que, por primera vez en diez años, me he puesto aquella camiseta de las JMJ Madrid 2011 que me trajeron de allí cuando éstas acababan de terminar, después de un periodo que recuerdo con mucha incomodidad, pero cuyo recuerdo se me hace más llevadero al confirmar por qué tuve qué pasar por ahí y las razones que me han terminado dando de ello.

En este último cumpleaños mío, que ha puesto el broche de oro a este plan caído del Cielo ante el espejo de mi vida, me he acordado mucho de Máximo Décimo Meridio, el protagonista de 'Gladiator'. Habrá gente que querrá considerarme una guerrera por todo lo que he andado y luchado en 24 años, pero el poderoso imperio romano cedido por el emperador Marco Aurelio se me queda demasiado grande: nada reconforta más a mi conciencia que la paz de regresar a la calidez de la patria, del hogar y de la justicia para mi alma.
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Published on September 25, 2021 11:14
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Un Alma Libre De Mente Inquieta

Irene Maciá
Reflexiones introspectivas y personales de la escritora Irene Maciá.
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