Expectativas
Después de participar en cinco Juegos Olímpicos, Rommel Pacheco Marrugo se despide, el último clavado del mexicano en Tokio 2020 fue bellísimo, impresionante, a la altura de un adiós a estas competencias deportivas; el desempeño del clavadista no alcanzó para que ganara una medalla, en la ronda de clasificación quedó en el sexto sitio y no logró pasar a las finales. En tiempos de las benditas redes sociales, las reacciones no se hicieron esperar, por un lado, quienes destacaron los años de sacrificio, esfuerzo, preparación, trabajo y constancia del deportista, los menos, los más, aquellos que reclamaron la actuación, una mayoría que se siente con el derecho de descalificar al otro porque no estuvo a la altura de sus expectativas.
En otra competencia, la Copa de Oro, la selección de futbol perdió contra Estados Unidos, Hugo Sánchez descalificó el trabajo del entrenador Gerardo Martino y demandó su renuncia por alinear al recientemente naturalizado Rogelio Funes Mori; el pentapichichi no tuvo que engrosar sus argumentos en contra del desempeño de los futbolistas, su alegato se basó en un comentario xenófobo que acuerpaba su queja principal, lo que le habían hecho a él: “Sino me respetaron a mí, que soy mexicano y soy lo que soy en el futbol mexicano, por qué sí a los extranjeros y los mexicanos no. Ya está bien, me querían borrar del mapa, pero bueno. Vivan los extranjeros y no nos apoyamos los mexicanos y ahí está la muestra una vez más”.
Estos discursos descalificadores no son nuevos, parece que ya forman parte de nuestra identidad nacional, la diferencia es que hoy están magnificados por las redes sociales y la idea falsa de que todas las opiniones valen lo mismo; este discurso no sólo se emplea en las justas deportivas, de un tiempo a esta parte, se usa también en el terreno de la política y se amplifican a través de las redes.
Se pasa por alto la xenofobia de Hugo Sánchez y la descalificación a Rommel Pacheco con facilidad, porque quienes acusan suelen envolver su queja en el victimismo, las expectativas que el otro despertó en ellos, la esperanza que mataron, las aspiraciones que no les cumplieron, se vuelven irrelevantes las razones por las que no se logró una victoria, lo importante se radica en cómo fueron decepcionados, de la misma forma en que, tras la baja participación ciudadana en la consulta popular, una multitud salió a repartir culpas, a descalificar a quienes sí participaron.
Como en las descalificaciones a los deportistas, hay una multitud que se refiere al fracaso de la consulta popular evadiendo cualquier responsabilidad con el mecanismo de participación ciudadana, antes que reconocer cómo cumplieron con la obligación de hacer ciudadanía, han encontrado la manera de culpar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, a Morena o al Instituto Nacional Electoral.
Se descalifica a quienes sí participaron por su inocencia (dicho de manera gentil), por colaborar con la Cuarta Transformación; se desacredita a las instituciones difundiendo las fallas, errores o delitos sin cuantificar, sin valorar su verdadero papel en el proceso; se reiteran las narrativas falsas porque funcionan para validar sus profecías de fracaso, desde ahí es sencillo acusar a los demás y desligarse de toda responsabilidad, apostar a la derrota porque todo lo que se requiere para conseguirla es no participar.
Coda. En el último tramo de su vida, Truman Capote engañó a sus editores asegurando que escribía e iba muy adelantado en su obra maestra, Plegarias atendidas, a la muerte del escritor sólo se descubrió una centena de páginas, espléndidas, pero no lo que había prometido, el título proviene de una cita de Santa Teresa de Jesús: “Más lágrimas se han derramado por las plegarias atendidas, que por las no escuchadas”, o como la frase que le atribuyen a Oscar Wilde: “Ten cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir”, como ocurre con los profetas del fracaso.
@aldan
Bajo presión, mi columna en LJA.MX

