Agridulce



Agridulce, así han sido para mí todas las celebraciones del Día de la Madre, todas las que recuerdo, el espejo redondo rodeado de macarrones y pintado de dorado que durante años colgó en un pasillo, hasta el insoportable dolor de pies por usar unas botas durante un bailable norteño en homenaje organizado por la escuela, pasando por los pinchazos sufridos cuando me obligaron a elaborar un bordado o, ya en la edad adulta, el compromiso social de hacer una felicitación pública a mi madre.

En contra de lo que dice el Diccionario, con la señora Lourdes me comunico siempre empleando el uso formal del pronombre usted, lo que no implica ninguna formalidad o distancia, es una costumbre que no viene al caso explicar, pero que se suma a esa sensación agridulce que trae el tener que aclarar a los demás por qué hablo así con mi Madre y por qué no le digo mami o mamá.

Agridulce el sabor de cada 10 de mayo no por tener que celebrar, festejar, recordar a mi madre, sino por estar obligado a hacer pública la expresión de ese amor, que los demás vean cómo se cumple con ser ese hijo que responde adecuadamente a la exigencia de quienes están ajenos a ese lazo íntimo; cada Día de las Madres crece el cerco, los demás parecen estar atentísimos a calificar el desempeño mostrado en la manifestación amorosa, además, no basta con cumplir con la progenitora, se tiene que felicitar a todas las que conozcas aunque la relación que se tenga con esa persona no se relacione en absoluto con la maternidad, peor aún, estamos atados al deber de reconocer el hecho biológico de ser madre de todas las mujeres.

Yo quiero hablar todos los días con mi Madre, extraño siempre a mi mami, gozo la mamá que la señora Lourdes ha sido conmigo, sin importar si es 10 de mayo, de ahí la sensación agridulce durante esta fecha, que el día de ayer empeoró porque entré en franca competencia, y perdí, con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el máximo padre mexicano conservador, quien usó todo el poder que tiene para celebrar no sólo a la suya, sino a todas las madres de México.

Desde el púlpito, López Obrador escenificó un lamentable espectáculo, justificando “esta mañanera va a ser especial, no vamos a informar nada, no vamos a contestar preguntas de ustedes, porque las mamás son primero. Entonces, es un día muy especial y queremos ofrecer a todas las mamás un festival”; por supuesto, no perdió la oportunidad de ser desconsiderado y sobre valorar su esfuerzo, “estoy hablando más despacio que de costumbre para que las mamás se sienten, se acomoden, vean la televisión, el internet, escuchen el radio, por el medio que sea, porque va a ser un festival inolvidable con Eugenia León, una mujer, una cantante excepcional, llena de arte y sentimientos”. 

Con la misma producción que un espectáculo de cuarta, una vez que el presidente sentenció a los asistentes, se corrió un telón para que empezara el espectáculo musical. López Obrador se hizo a un lado y dejó paso a la cantante. De la misma manera en que el arquetipo del padre macho justifica y lava todas sus culpas llevando serenata a su abnegada mujer, nada se puede reclamar a ese regalo, a ese reconocimiento. Ese es el presidente que tenemos.

Un presidente capaz de eludir la responsabilidad a la que él mismo se comprometió, al de informar sobre su gestión y a cambio ofrecer un espectáculo musical; quien abusa de los tiempos oficiales de la televisión pública por un simple capricho; un servidor incapaz de rendir cuentas, convencido de que su decisión personalísima no puede ser cuestionada; un mercachifle que alude al sentimentalismo para no cumplir con su obligación, porque afuera de Palacio Nacional, mientras se desarrollaba el concierto de Eugenia León, colectivos de mujeres, de madres de desaparecidos, demandaban ser escuchadas por el presidente, y como a López Obrador no le gusta que lo interrumpan de lo que considera su deber, envió a la secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y el subsecretario Alejandro Encinas a que las atendieran.

Acostumbrado al sabor agridulce del festejo del 10 de mayo, ni siquiera seguí la discusión pública con que la oposición atacó al presidente, ya sabía en qué lo iban a volver, en una falsa polarización sobre si los recursos que deben estar destinados a resolver los problemas de las madres de familia se estaban desviando a un concierto; en si López Obrador prefiere atender a su cantante favorita antes que los reclamos de las mujeres violentadas; en que el gobierno federal gasta en espectáculos antes que en erradicar la violencia de género… 

Al papá presidente se le antojó llevarle gallo a todas las mamacitas y así lo hizo, porque en eso dilapida la legitimidad con que llegó al cargo, en que se cumpla su voluntad y capricho. 

Coda. De e.e. cummings:

si existen los cielos mi madre (para ella sola) tendrá

uno. No será un cielo de pensamientos ni

un frágil cielo de lirios del valle sino

un cielo de rosas negrirrojas


@aldan

Bajo presión, mi columna en LJA.MX
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Published on May 11, 2021 01:22
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