Bebé prematuro VS bebé formado

En este post hablaremos sobre retoños literarios prematuros y bebés de papel a término, es decir, bien formados. Entre uno y otro puede haber cientos de ventas de diferencia y, lo más importante, el ánimo necesario para seguir escribiendo.

Como correctora literaria, me encuentro a diario autores que me hablan de lo importantes que son para ellos los libros que han escrito. Es lógico, comprendo perfectamente, como autora que soy, lo que significa dar a luz a un retoño literario.

El problema viene, más especialmente en el caso de los autores noveles, en el deseo de verle la cara cuanto antes a su retoño literario, una impaciencia que juega claramente en su contra para lograr un bebé literario bien formado en lugar de un feto prematuro.

La pregunta es clara: ¿Preferirías verle la cara a tu hijo a los seis meses, aún a riesgo de que termine en la incubadora, o tener la paciencia que requiere un bebé a término con tal de que nazca sano?

La respuesta puede parecer muy obvia, pero en el caso de los bebés literarios la cosa se complica demasiado cuando el deseo de verle la cara cuanto antes se antepone al de publicar un trabajo bien hecho.

En otros post he explicado más extensamente que no se debe enviar a un corrector profesional para revisión un manuscrito que no haya sido revisado por el propio autor un mínimo de tres veces, la primera nunca antes de mes o mes y medio de haberlo terminado ( por aquello de que no lo lees, sino que supones lo que dice por tenerlo fresco en la memoria) la segunda después de otro mes o dos, preferiblemente impreso en papel y leído en voz alta y la tercera, tras conocer las observaciones de los lectores beta (como siempre digo, tu abuela y tu novi@ no sirven, por aquello de que te quieren demasiado y solo lo van a elogiar).

Una vez convencido de tu manuscrito, necesitas un corrector profesional que realice una revisión ortotipográfica y de estilo, si no quieres que tu libro se publique de cualquier manera, con errores que tirarán por tierra el trabajo de meses, e incluso años, y con una imagen de “autor mediocre” de la que ya no podrás salir ileso, ni moral ni económicamente.

No hablo de faltas de ortografía garrafales ( que también, suelo encontrar pocas, pero las hay) sino de palabras a las que les faltan letras, a las que el programa de textos cambia a su antojo “pensando” que querías decir otra cosa muy distinta, de muchos fallos ortotipográficos ( el que más me encuentro es el de los diálogos precedidos de guiones cortos en lugar de largos) y sobre todo, de estilo, con frases incorrectas propias del lenguaje hablado por las que “el hombre de la RAE” de José Mota se sacaría los ojos ( como “detrás suyo”, “en verdad” o “habían siete personas”, entre otros), fallos muy típicos de los que ya tenemos una edad y aprendimos a acentuar los “solo” los “aquel” los “guion” y muchas otras palabras que ya no deben llevar tilde o frases larguísimas y enrevesadas difíciles de comprender en una primera lectura ( importantísimo esto). En resumen, un conjunto de errores muy comunes que acaban marcando la diferencia entre un libro profesional ( bebé a término) y uno chapucero (bebé prematuro).

En este punto ( aunque no me gusta nada que se alargue el texto demasiado y te quite más tiempo del necesario) te diré que no creas que la solución está en las editoriales. Si eres autor novel, especialmente, podrás acceder a una tradicional siempre que tu manuscrito haya sido revisado por un corrector: si la primera página ya contiene varios errores “Estás muerto come zanahorias”.

También podrías pensar que, en caso de tener una suerte que no te la creas ( más que suerte, diría el talento de un Premio Nobel de Literatura y muy pocos manuscritos a valorar cuando lean el tuyo, harto improbable) y recibas un sí para publicar, la editorial tradicional se encargará de hacer una revisión del texto a fondo, tal y como sería lógico. Sin embargo, debes tener en cuenta que las editoriales pequeñas cuentan con un máximo de dos o tres personas trabajando y la labor de maquetación, diseño y revisión del texto las suele hacer la misma persona, lo que hace muy fácil que se le pasen (o no tenga especialización profesional en corrección de textos) muchos errores importantes a lo largo de todo el manuscrito (esto no me lo saco de la manga, puedes preguntar a otros autores que ya hayan publicado lo mal que sienta que te digan los lectores que te conocen en persona o a través de redes sociales que han encontrado numerosos fallos en el libro y cómo es que en la editorial no los han visto). Con respecto a las editoriales de autopublicación, los costes de corrección siempre se pagan a parte, es decir, si quieres revisión, hay un coste considerable, si no, se publicará tal cual lo envíes.

Por todo esto, comprenderás que un bebé literario que se publica prematuro, sin revisiones del autor, de lectores beta y de un corrector profesional por el deseo de verle la cara cuanto antes, dista muchísimo de uno bien formado ( en tiempo pueden ser unos cinco o seis meses más de paciencia, piénsalo) y en valoraciones de los lectores (en Amazon es sencillo valorar un libro para cualquiera y no querrás ver opiniones de una sola estrella en el tuyo ) y ventas ( que tienen mucho que ver con la opinión de quien te lea, de las estrellitas de Amazon, del boca a boca y de las recomendaciones que recibas en redes y blogs) puede haber, literalmente, un abismo.

Si tienes cualquier pregunta o consulta o quieres un bebé bien formado, rellena el siguiente formulario. Gracias por leerme y dedicar tu tiempo a este artículo.

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Published on May 07, 2021 08:36
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