¿Dónde está tu felicidad?
Hoy escuchaba el podcast de una terapeuta y dijo algo que hace tiempo tenía muy presente: la gente infeliz consume demasiado. De inmediato me acordé de un familiar con un trabajo en un alto puesto corporativo, de esos que pagan tus cincuenta mil pesitos para vivir felices. Este familiar tiene una casa bonita, cada fin de semana llena su cochera de cosas que veía en el súper en oferta y no necesita: asadores, kits de parrilleros, cervezas importadas, juguetes electrónicos. Cuando no trabaja su actividad preferida es ir al centro comercial. No digo que uno no necesite ciertas cosas; yo por ejemplo hasta hace poco compré un coche y eso porque de verdad estaba gastando mucho en uber y en ir a hacer envíos; me demoraba bastante. Hoy romantizamos el capitalismo y nuestro narcisismo gastando en pequeñas cosas que llenan ciertos vacíos de nuestra vida con el lema de “lo merezco” y nos movemos convencidos de que pasamos gran parte de nuestro tiempo intentado alcanzar logros materiales. Inclusive la parte espiritual también es un tema interesante: recurrimos a terapias de autoayuda como el yoga, reiki y de más; para luego compartir fotos de nuestra supuesta evolución. El ego nos engaña fácilmente de ese lado. Yo también lo he sentido. Cada vez que me rompían el corazón lo primero que hacía era ir al centro comercial a comprar un poco de ropa para sentirme más guapo, después me iba a los mejores bares a seguirme perdiendo. En los momentos más tristes es más fácil comprar cualquier pendejada que vemos. Necesitamos el consuelo inmediato. Hemos dejado que la sensación de comprar nos produzca tanta satisfacción como una especie de mecanismo psicológico de defensa. En lugar de terapia acudimos al centro comercial. Nuestra terapia es gastar. Dejar que el dinero no nos preocupe por un rato y repetirnos: lo merezco. Somos tristemente afortunados de engañarnos con ese placebo inmediato. Si tuviéramos una idea convincente de la felicidad, no necesitaríamos esa feria de obsequios y objetos inanimados; pero seguimos asociando la felicidad a los logros materiales. Sigue siendo la gran trampa de este siglo. Yo he caído muchas veces en ella. Hay días en los que recuerdo no traer ningún centavo en el bolso, pero recorría la ciudad, iba sin estar preocupado de qué es lo que podría pensar la gente de mí con respecto al dinero. Mi ropa era de segunda mano, mi vida era la de un vagabundo recorriendo la ciudad como buscando una historia nueva y esa era la parte más espiritual. ¿Cómo rompemos con este ciclo de estar en constante insatisfacción? La gente se sigue entristeciendo porque no cultiva para nada su alma ni su pensamiento. Es tan sencillo como difícil definir nuestro propio concepto de éxito. Hay que pensar más allá de las comparaciones, dejar que la vanidad ajena siga su marcha y mantener un sentido crítico de lo que buscamos y lo que en realidad necesitamos. ¿Dónde está tu felicidad? ¿La has buscado en escribir, cantar, nadar, correr, caminar, dibujar, pensar, leer o simplemente hacer el bien?
Quetzal Noah
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