DIALOGANDO CON LAS NUBES V

Todavía hace muchísimo calor pese a lo avanzado de la tarde. El sol sigue picando con fuerza y el cielo tiene una extraña tonalidad gris azulada que sorprende aún más por el hecho de que repentinamente no se ve una sola nube en el horizonte. Pasamos junto a los restos de un incendio acontecido hace dos años que me obliga a pensar en la mala gestión de nuestros bosques, tan abandonados, tan sucios. Solo nos acordamos de los bosques cuando se queman. Olvidamos que se puede vivir de otras maneras, calentando nuestras casas de otras maneras, recogiendo leña, pastoreando los bosques, manteniéndolos más limpios y alejados de la amenaza del fuego. Pero estamos olvidando tantas cosas…

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De pronto veo como todos los coches que nos preceden por la carretera han reducido la marcha para acabar deteniéndose junto a un hombre vestido con un uniforme, pero no de policía, sino de obras públicas o mantenimiento de la calzada. A saber. Algo debe estar pasando, porque todos los coches se esfuerzan por dar la vuelta. Cuando alcanzamos nosotros al hombre del mantenimiento de la calzada, nos explica que ha habido un accidente múltiple y no podremos continuar por esa vía. Nos pregunta que a dónde nos dirigimos. Se lo explicamos y nos aconseja como alternativa que demos la vuelta, como el resto de coches y cojamos la autopista para poder continuar nuestra ruta.
Mi amigo resopla mientras da la vuelta y yo le comento que conozco otro itinerario que nos permitirá seguir la marcha dando algo de rodeo también, pero que nos evitará el gasto de la autopista. Y con todo, él no quiere aventurarse. Se niega a descubrir caminos nuevos. Prefiere ir a lo seguro y no llegar excesivamente tarde al recital de poesía. Aunque nadie nos espera. No somos nosotros quienes en esta ocasión recitaremos. Es un recital de más envergadura que no tiene cabida para unos pretendidos don nadie de la literatura. Aunque el nombre de mi amigo sí que es bastante conocido en otros ámbitos artísticos, me recuerdo a mí mismo con una pequeña chispa de envidia que, en seguida trato de ahogar en emociones más constructivas, como el aprecio y la admiración. Y total, me digo, no debería pretender ser más conocido, ni valorado. Debería bastarme con valorarme yo mismo.
Pero claro, difícilmente obtendré una remuneración económica si nadie valora mi trabajo. Ya es bastante difícil que un autor obtenga una remuneración por su trabajo, por mucho que sea valorado, a no ser que cuente con un ingreso monetario suplementario por otra actividad al margen de la creativa… ¡Qué triste! Mejor no seguir por aquí porque cuando me pongo a pensar en el poco valor que se le da al mundo intelectual y a las artes en general me deprimo.
Ya hemos pasado el peaje y en el parking del museo de la vida rural, donde se celebra el recital poético, nos ha costado un poco encontrar un rincón donde aparcar el minúsculo coche de mi amigo. Si hubiéramos llegado en mi enorme tartana habríamos tenido que aparcar en la otra punta de la población y acercarnos al museo caminando. Pero que más quisiera yo que volviéramos a movernos todos en tartanas, en carros tirados por caballos de los que ya hemos olvidado sus diferentes nombres y que mi coche no fuera de diesel, si no que tuviera esas evocadoras ruedas de madera que ahora mismo veo apoyadas sobre las paredes del parking.
Eso sí que era otra forma de vivir, rodeados de caballos, mulos y burros por todas partes, respirando estiércol, vale, pero no los purines y los fitosanitarios que respiramos ahora cada vez que un agricultor deja que le vendan la idea de que sin sulfatar o aplicar herbicidas en sus cultivos no alcanzará el nivel productivo óptimo que le permita obtener un buen rendimiento económico.
Y me pregunto, ¿después de invertir en el tractor, en el diesel, en los aperos del tractor y sus reparaciones, en los cultivos y en los productos fitosanitarios que supuestamente previenen o acaban con las plagas y las presuntas malas hierbas, al margen de los posibles seguros y otros gastos varios, pueden obtener los agricultores realmente un aceptable rendimiento económico por su trabajo? Por no hablar del plus del pago de las cuotas que supone sumarse a la agricultura ecológica.
Y me pregunto también ¿qué tiene de ecológica una agricultura que usa tractores para roturar la tierra, cosechar o lo que sea? Una agricultura o una ganadería realmente ecológica debería ser solo la que utiliza exclusivamente los medios tradicionales de hace siglos, en los que no existía ni la gasolina ni el diesel, ni productos fitosanitarios o veterinarios altamente contaminantes.
Solo los que apuestan por la agricultura y la ganadería tradicional de los siglos pasados deberían merecer subvenciones. Todo lo demás es agricultura y ganadería industrial que nada tiene de ecológica, por mucho que algunos se precien de merecer esa etiqueta pagando cuotas especiales para ello.
Todos necesitamos comer, consumir productos agrícolas y ganaderos y en cambio, el agricultor y el ganadero están cada vez más empobrecidos. A duras penas subsisten si no es por las subvenciones y en algunos casos, ni aún así. Subvenciones que luego utilizan para ayudar a pagar tractores y accesorios cada vez más grandes y caros, o para pagar más y más productos fitosanitarios y veterinarios contaminantes.
Vamos mal. Por mucho que en el fondo desconozca el tema pues, yo precisamente no vivo del mundo rural, sé que vamos mal. Porque sí vivo en el mundo rural y observo cada día a los que viven del mundo rural y solo sé que vamos mal. Estamos atrapados en una rueda infernal de la que parece imposible escapar.
Dicen que todo es culpa de la globalización y de los distribuidores… Pero lo mismo pasa en muchos otros sectores. No lo sé. No pretendo ser un experto en ninguno de estos temas, de hecho en el fondo no sé nada de nada, pero todo esto me da que pensar, me preocupa.
Tampoco sé absolutamente nada de economía pero, tal vez, si saliera más caro producir en serie y al por mayor, aplicando impuestos elevados sobre esos productos, que producir artesanalmente y al por menor, mejoraría mucho la economía de todos en general. Dejaría de ser beneficiosa para unos cuantos sí, para esos que ahora mismo se están beneficiando del sistema actual a costa de la salud y la economía de muchos otros.
El producto artesanal y la materias primeras necesarias para crear cualquier producto deberían estar exentas de impuestos, lo mismo que los productos de primera necesidad, mientras que todo lo demás, incluídos los alimentos de importación deberían estar grabados con elevadísimos aranceles. En el momento en que los productos de cercanías y los productos artesanales sean los más baratos, todos compraremos prioritariamente productos artesanales y de cercanías, mejorando la economía de la mayoría. Porque lo que está claro es que por el camino que vamos, vamos mal.
Ahí la tenemos hoy, la vida rural relegada en un museo porque la realidad es que ya ha dejado de existir la vida rural como tal. Los agricultores y ganaderos forman parte hoy día de un enorme engranaje industrial del que difícilmente pueden evadirse. Agricultura y ganadería industrial. Todo en manos de los intereses económicos de unos pocos en detrimento del utópico bien común.
Y sé que peor aún lo tienen los auténticos artesanos. Y no hablo solo de los artesanos de productos alimentarios. Hablo de los artesanos en general, de cualquier tipo de producto, de los pocos artesanos que quedan aún hoy día que se ven obligados a cotizar como empresarios o profesionales, que pagan cada mes unas cuotas abusivas como autónomos, y declaran y pagan cada tres meses unos impuestos por unos beneficios que no son tales, sino eternas pérdidas. Porque es imposible competir con los productos fabricados en serie, con materiales de baja calidad y a menudo con mano de obra esclava. Porque el esclavismo sigue existiendo en muchísimos rincones de este mundo, aunque no queramos o no podamos verlo. Vamos mal.

Continuará…

© Maite Mateos

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Published on March 07, 2021 01:23
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