La Cueva de Yamhuy (Maya * Parte 1)


Maya * Parte 1


La zarandeaba con fuerza y el tamiz de la voz que le hablaba era de miedo.

– Levántate Maya …

Abrió sus ojos lentamente para mirarlo.

– ¡Regresaste!

– Vamos de prisa, debemos salir de aquí – la respiración de Axel era entrecortada y sus manos estaban frías como una tapia.

Se encontraban en una cueva oscura, en la parte este del Bosque Dorado. Axel la ayudó a colocarse de pie con dificultad, estaba mareada y su visión era borrosa. La cogía de la mano y la tiraba para que huyera junto con él. Trataba de seguirle el paso, pero era como si sus sentidos no funcionaran y sentía que estaba corriendo a ciegas. Las ramas se interponían en su marcha, le impedía avanzar y la hacían caer con frecuencia, pero Axel la volvía a levantar del suelo una y otra vez. Luego sintió el frío en sus pies cuando sus zapatos se mojaron y la luz del sol comenzó a aparecer poco a poco, así que tuvo que cerrar sus ojos porque la enceguecía. Descendió el risco aún con la visión borrosa y sintiendo que el corazón quería dejar de latir en cualquier momento.

– !Espera! … déjame descansar un poco – se quejó.

Axel se sentó a su lado hasta que Maya pudo levantarse por ella misma.

– ¿Te sientes mejor? – le preguntó preocupado.

Ella asintió débilmente y continuaron con su marcha. Axel la acompañó hasta la puerta de su casa. Inclusive se despidió con un fuerte abrazo que la sorprendió porque era raro verlo en esa actitud.

Al día siguiente, se sentó en la terraza exterior de su casa. Vivían en un pequeño bohío, al lado de los riscos que se alzaban al lado del mar Njord o del lago como se le conocía comúnmente. La mayoría de los pobladores habitaban en el interior de las cuevas porque eran más frescas y seguras. Pero Kato, su padre, les había construido aquella pequeña casa de madera y barro, y su madre había luchado contra viento y marea para conservarla, tratando de que su hija continuara con una vida “normal”.

Rememoraba el día anterior, necesitaba entender lo que había pasado. 

Había salido a jugar con sus amigos de toda la vida, con los que había crecido.

– ¿Para dónde vamos? – les preguntó mientras intentaba alcanzarlos. La habían ido a buscar a su casa.

– Jens dice que escuchó de un cementerio más allá de los riscos – contestó Axel.

– ¡¿Un cementerio?!

– ¡Si … no es emocionante! – exclamó Erika con nerviosismo.

El mayor de todos era Jens que iba a cumplir trece años el mes siguiente, era el líder del grupo, había crecido tanto en los últimos meses que se notaba los diferentes colores en la bota de su pantalón. Aunque Maya le gustaba el color de su cabello que era naranja como una zanahoria, él lo odiaba. También estaba Axel, el más pequeño de los cuatro, de temperamento conflictivo, siempre discutía por todo, le gustaba leer y entonces creía que sabía de muchas cosas. Al igual que ella, también era mestizo porque su madre pertenecía a los Draco mientras que en su caso, era Kato quien había nacido en ese pueblo. Por último, estaba la bella Erika de temperamento amigable y paciente, tenían casi la misma edad, pero había crecido tanto como Jens y ya no parecía una niña, como ella. Su cabello y ojos eran de color café claro y en los últimos días parecía que Jens fuera su novio o por lo menos tenían algo.

Se acercaron al risco más próximo a la playa y comenzaron a escalar para llegar a la cima. No había llovido por meses, lo que hacía que la tierra estuviera dura, pero al mismo tiempo arenosa, entonces la estela de polvo que despedía cada vez que una de las manos asía con fuerza las rocas, se esparcía directamente en sus caras. Asimismo, ese día no había nubes en el cielo por lo que el sol caía directamente sobre sus cabezas. El trayecto les tomó más de media hora y llegaron completamente bañados en sudor.

– Es por aquí – les dijo Jens, señalando la dirección con su brazo derecho.

Después de media hora lograron vislumbrar un pequeño bosque a lo lejos.

– Vamos bien… mi hermano me dijo que queda en la mitad de la arboleda.

– Nos estamos alejando mucho del pueblo – les insinuó.

– ¿Tienes miedo Maya? – se burló Jens.

– Claro que no, un cementerio no me asusta, pero no es bueno alejarnos tanto – su madre le había comentado que había rumores de que los Draco estaban inmiscuyéndose nuevamente en los asuntos del pueblo de las cuevas.

La Estirpe Draco era el pueblo de su padre, vivían en el Bosque Dorado al otro lado de las cuevas en dirección oeste. Ambos pueblos estaban separados por la playa del mar Njord, lo que hacía que el contacto entre ambos pueblos fuera constante. Sin embargo, Allen su madre después de la muerte de Kato, temía por la seguridad de Maya y de otros mestizos como su hija que habitaban en aquel pueblo. Hacía más de un siglo que habían llegado a habitar aquellas cuevas, pero los Draco ya llevaban más de mil años de estar allí en el Bosque Dorado, desde la época del Gran Dragón Azul. En los primeros años de convivencia, nunca tuvieron problemas y el comercio entre ambos pueblos fue próspero, pero en la última década, los mestizos no eran bien vistos y habían ocurrido enfrentamientos a causa de ello.

– Aquí no hay nadie, solo estamos nosotros – refutó Jens con seguridad. – Vamos estamos perdiendo el tiempo – y sin decir nada más, los chicos se internaron entre la vegetación.

Caminaron en dirección este, hasta que llegaron a un pequeño claro. Maya miró a todos lados, había mariposas que se posaban tranquilamente entre las flores y recorrían un pequeño riachuelo que se asomaba tímidamente en el fondo del claro. En los árboles se veían colibríes que revoloteaban de flor en flor mientras se peleaban entre ellos. Estaban enfrente de un hermoso paisaje.

– ¿Este es tu cementerio? – preguntó incrédula Maya mientras observaba todo a su alrededor. – Es muy bello.

Jens la miró apretando la boca y comenzó a caminar en dirección al riachuelo.

– Es por aquí.

Lo siguieron. Caminaban por el borde del arroyo y mientras se adentraban, las copas de los árboles hacía que la luz del día se fuera perdiendo. Para los rayos del sol era difícil atravesar las ramas y hojas cada vez más densas. De pronto, se toparon de frente con una pared rocosa llena de plantas que se descolgaban hacia todos lados.

– Creo que llegamos – anunció Jens.

– ¿A dónde? – preguntó de forma recelosa Axel.

– Solo sígueme chiquitín.

Axel lo fulminó con la mirada y apretó la boca con fuerza.

Jens se escurrió entre la maleza para luego desaparecer. Los demás lo siguieron y uno por uno entró a lo que parecía una cueva. Marchaban en fila, y poco a poco comenzaron a quedarse ciegos debido a la oscuridad que envolvía el lugar. De pronto, Jens se detuvo y los demás se chocaron mientras detenían el paso.

­        – ¿A dónde nos has traído? No podemos ver nada – se quejó Axel.

– Ten un poco de paciencia – le replicó Jens – nuestros ojos se acostumbrarán y podremos ver un pasillo, del otro lado hay luz y está el cementerio.

– No hay nada aquí además de cuevas – le refutó Axel.

– No comiences a pelear … – le suplicó Erika que siempre trataba de calmar los ánimos del grupo.

– He visto los mapas, sé de lo que hablo.

– Si quieres devolverte, ya sabes por dónde está la salida –Jens le señalaba con el brazo.

– Eso es lo que haré, no necesito ver una cueva porque vivo en una y ustedes también – les espetó y comenzó a marcharse apresuradamente.

– Déjenlo … con él siempre es así – dijo desanimado Jens.

Maya negó con la cabeza lamentando que se hubiera ido. Le gustaba pasar tiempo con Axel, él siempre tenía una respuesta a todas sus inquietudes. 

Después de varios minutos, comenzaron a ver una tenue luz en el fondo de la cueva, entonces avanzaron por el pasillo y se introdujeron hasta llegar a un segundo espacio, que evidentemente estaba más iluminado. Jens colocó su mano para que las chicas se detuvieran.

– Lo olvidé … mi hermano me dijo que aquí está escondida Yamhuy, así que si ven una sombra moviéndose, no la sigan por ningún motivo, puede ser peligroso – ambas asintieron con la cabeza y pasaron saliva. – ¿Estás nerviosa Maya? 

Mantenía un tono burlón que a ella le molestaba. Jens cogió la mano de Erika para entrar y se quedó un instante sola en aquel lugar sintiendo que la oscuridad la engullía, así que los siguió rápidamente. 

Aunque la luz que había era poca, observaba el lugar detalladamente. De las historias que contaban los Draco, estaba la de Yamhuy; el centro de la creación, pero no era un cuento bonito que una madre contaría a su hija para hacerla dormir, así que de Allen, solo había escuchado la versión corta que hablaba de la oscuridad y de la luz, y de cómo todo se había creado.

Mientras avanzaba, sentía la humedad en el aire, al bajar la vista al piso, se encontró rodeada de huesos de animales. Se colocó de cuclillas y miró con más detenimiento.

“Son dragones” pensó “!¡Es un cementerio de dragones!” exclamó.

Alzó la vista para tratar de encontrar a sus amigos, pero no los detectó entre la oscuridad. Le pareció interesante ver que los huesos no estaban completos, parecía haber sido triturados por algún animal más grande.

“Tendré que preguntarle a Axel que animal es más grande que un dragón” – pensó.

De pronto, sintió un ruido sordo que venía del fondo de la cueva e inmediatamente escuchó a Erika con voz alterada.

         – ¿QUÉ ES ESO?

         – Quédate tranquila … no es nada. Maya solo quiere asustarnos.

Quiso avanzar hacia ellos para decirles que no era ella, pero escuchó que Erika salía corriendo y detrás Jens. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, se quedó sola en aquella cueva como petrificada sin poder respirar. Trató de avanzar, pero algo la detenía y la incipiente luz que había en el lugar comenzó a perderse. Escuchó un murmullo y giró su cabeza para tratar de identificar de dónde venía aquel ruido, pero estaba ciega. Luego sintió que algo comenzaba a enrollarse por su pierna y subía lentamente por su cuerpo.

– Gulp! – pasó saliva, estaba asustada.

Aquella cosa reptó hasta llegar a su muñeca que había comenzado a arder con intensidad y luego su mente se nubló. Poco a poco la realidad se le escapaba y una bruma espesa de un color oscuro invadía su visión para mostrar lugar diferente a la cueva donde se supone que estaba.

– ¿Dónde estoy?

El silencio era sepulcral y después de unos minutos, vislumbró el umbral de una caverna en el centro de una planicie rocosa. El ambiente era hostil; extremadamente húmedo y caliente. Luego escuchó el graznido de un ave y entonces miró al cielo. Había una figura etérea que volaba en círculos encima de ella, el terror se apoderó de su cuerpo y la inmovilizó.

El pájaro bajó para diluirse en una niebla que comenzó a acercarse lentamente. Maya trataba de correr, pero su cuerpo no se lo permitía. Veía con impotencia su avance hasta tocarla, la envolvía como una serpiente. Abrazaba sus piernas y luego su tronco hasta llegar a su rostro. Después simplemente se introdujo por su boca y Maya la absorbió incapaz de impedírselo.

– Maya … Maya – en su letargo escuchaba el susurro de su nombre en la lejanía. – Levántate Maya …

Abrió sus ojos lentamente. Axel estaba allí.


Si quieres leer la Parte 2


Quieres ver más cuentos o mirar el menú principal


Copyright © 2020 Fernanda Maradei. Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 12, 2021 08:12
No comments have been added yet.


Cuentos maradei

F. Maradei
Por el placer de LEER y de escribir. Cuentos
Follow F. Maradei's blog with rss.